ENTREVISTA

SOBRE LA SINTERGÉTICA

¿Cuál fue tu papel en la creación de la sintergética?

La sintergética nace hermanada, porque Jorge Carvajal es hermano mío y crecimos juntos en muchos procesos que son los procesos de la vida, que nos aproximaron aún más cuando nos hicimos médicos. Él terminó antes que yo y empezó este trabajo con las medicinas complementarias, otra forma de ver la medicina desde lo chamánico. Y estuvimos juntos en el proceso de la gestación de la sintergética, de mano de la auriculomedicina y también de la bioenergética.

La sintergética ¿es hija de qué, es consecuencia de qué?

De la necesidad de la síntesis. De comprender cómo dentro de un marco que define consciencia, energía, información y materia, las distintas medicinas, o formas de hacer medicina, o de ver la medicina, no son excluyentes entre sí, sino complementarias. Ni siquiera son alternativas; porque el concepto de «alternativo» implica que haces o una cosa o la otra. Todo tiene un sentido, dependiendo del marco de referencia en el que te mueves. Hay cosas que para la naturaleza material tienen perfecta resolución en la medicina convencional, y otras que para la naturaleza espiritual requieren de otro tipo de comprensión y otro marco de aplicación.

¿Cuáles son los ingredientes de la sintergética?

Podríamos decir que son los de la vida. Y esos son los de cada cual. Cada cual los define y les da un marco de realidad que hace de su vida su realidad existencial particular. Entonces no podemos decir que sea el cuerpo, las emociones, la mente, la consciencia, el alma. Son los que sean ciertos para cada sujeto, para cada individuo. Pero lo que sí es cierto es que la consciencia es el marco de comprensión y de referencia de cualquiera de esos estados de manifestación. Las emociones, la mente y el mismo cuerpo físico son una forma de expresión de la consciencia.

¿Qué hay que saber del paciente para aproximarse a él del modo más correcto?

Lo primero es que es un ser humano. Y como ser humano es una realidad no solamente física y anímica, sino inscrita dentro de un contexto. Saber su contexto es aproximarse a su historia; no a la historia que nos pasa de largo como convidados de piedra, sino a aquella que se queda en nosotros, la que inicia un movimiento de encarnación-acción-reacción y luego se convierte en el guion de nuestra existencia.

Así pues, se trata de entender al sujeto y su relación con un contexto al cual pertenece y con el cual, consciente o inconscientemente, se identifica. Porque es aquello con lo que nos identificamos lo que tiene el poder de perturbarnos por dentro. No son las cosas de fuera, realmente, sino nuestras identificaciones, que generalmente están determinadas como aversiones o como apegos, las que tienen poder sobre nosotros. El sujeto tiene sus propios programas emocionales, su menú emocional. Este se traduce en una serie de comportamientos y automatismos y también en un estado fisiológico. La forma en que te inscribas en la realidad determina tus respuestas, a menos que te liberes de tu propia historia, en el sentido de lastre.

Para determinar todo esto debe de ser necesaria toda una conversación con la persona...

No se necesita tanto entrar en particularidades; hay que reconocer prototipos, que son arquetipos del inconsciente colectivo. En los modos de expresión de la consciencia hay arquetipos dentro de los cuales un individuo se comporta. La persona ha aprendido a comportarse como la víctima, o como el guerrero, o como el destructor, o como el mago..., y bastan unos cuantos datos para saber ante qué tipo de personalidad nos hallamos. Y a cada tipo corresponde más o menos un prototipo de reacciones emocionales, fisiológicas y orgánicas.

Hay que ver al individuo, al sujeto mismo. Los puntos clave de la sintergética parten de establecer un campo de relación, no solo desde el discernimiento y el escrutinio mental, sino desde sentir al otro. Sentirlo como ser humano.

¿Y a partir de aquí las herramientas de aplicación terapéutica son muy variadas?

Digamos que son creativas. Porque tenemos posibilidades de actuar desde la consciencia, y lo estamos haciendo desde que estamos escuchando al paciente. Los pacientes dicen, como cuando acuden a cualquier buen terapeuta: «Con solo verlo, me alivio». Eso es ya una herramienta terapéutica. El principal instrumento terapéutico es el mismo ser humano. Se trata de intentar ir más allá de la herramienta terapéutica y de ser terapéutico uno. Se trata de modular el campo de tensión desde el propio campo natural del ser, que es otro terapeuta. Y a partir de eso ya viene el manejo de la información, el manejo de la energía, concebido el ser humano en expresión dinámica como un instrumento regido por la ley de octava.

Entonces, se trabajan los centros de energía que corresponden a las siete glándulas, o se puede trabajar su correspondencia con el color o con el sonido, que adquiere una polaridad a través de los campos magnéticos. Pero todo esto, finalmente, está en la consciencia y es posible manejarlo en la consciencia del terapeuta. En sintergética la sanación se lleva a cabo desde la consciencia que se manifiesta a través de los arquetipos y se realiza, o sea, se hace una realidad, dentro del campo físico-energético, es decir, físico-etérico, de la persona.

Para que haya esta transmisión del terapeuta al paciente, el terapeuta ¿qué utiliza? ¿Las manos, sencillamente el poder del pensamiento...?

No es el poder del pensamiento. Digamos que el pensamiento entra en escena, pero lo primero es lo que llamamos una alineación, o sea, un estado de coherencia, sabiendo que actuamos como almas para almas. Nuestro pensamiento está motivado por la intención amorosa de ayudar al otro a mover su campo de energía para que se revele su estado natural de bienestar.

Actuamos de la forma más sutil desde un campo de radiación, que es un campo de coherencia que se genera cuando la sustancia atómica resuena en la alineación entre mente, corazón y alma. El solo hecho de estar dentro de ese campo genera un campo ordenante para otro campo que ha perdido su coherencia. Es como inducir un estado de alta coherencia para que el otro estado desordenado se mueva hacia ello. Luego podemos vincular más directamente este campo a través de nuestras manos, magnetizando, dirigiendo el foco de atención-intención-visualización hacia un circuito determinado. Entonces ya hacemos una puntualización, una aplicación, en un órgano, en un centro de energía o en una imagen. Con frecuencia trabajamos en lo que son las imágenes en el corazón; es como volver a ordenar el campo magnético.

El corazón es un músculo poderoso. Está latiendo al menos sesenta veces por minuto durante toda la vida, más si estamos agitados, y lo que hace al contraerse, por manejar la fibra muscular-hierro, por manejar los glóbulos rojos-hierro, es generar y activar un campo magnético permanente. El campo magnético genera atracción; atrae, polariza la luz, y al polarizar la luz se manifiesta como ciertos estados de predisposición a que la materia o la sustancia se comporten de determinada manera. Cuando magnetizamos, estamos haciéndolo desde el corazón, dirigidos por la intención, la atención y la visualización. Entonces se producen campos de ordenamiento que son imágenes, vectores geométricos, invisibles, que entran en relación con el campo energético y de información del paciente.

Cuando trabajamos una imagen, por ejemplo la del arquetipo del padre y la madre en el corazón de una persona, no estamos hablando de su padre o de su madre, aunque algunas veces lo hacemos. El corazón lo sabe. Eso es algo que está desde siempre ahí, en su historia. Es como si se indujera un estado de armonización respecto a esas imágenes.

Cuando trabajamos la sanación, la magnetización, podemos trabajar una información, como si fuera una sustancia, y entonces podemos filtrarla. Filtramos la información para que así sea más fácilmente asimilable por el organismo y se integre de forma correcta. Este filtrado es comparable a cuando tenemos una alergia alimenticia y evitamos determinadas sustancias con el fin de que lo que ingerimos sea bien absorbido por el organismo. A su vez, podemos modular la información mencionada con otras energías: el color, el sonido, el campo magnético, los biocircuitos, los resonadores de los arquetipos mórficos... Podemos amplificar las señales en el organismo y reintroducirlas procesadas a través de sistemas de reflexión. Hemos desarrollado algunas tecnologías, pero finalmente son una forma de expresar las propiedades de la consciencia. La consciencia es la mejor herramienta terapéutica, pero no la consciencia amorosa vaga, sino ya concebida como una forma de ordenamiento de la información con una intención determinada.

¿Conseguís que otros terapeutas tengan este estado de consciencia para poder hacer lo mismo que hacéis vosotros?

Generalmente, cuando se trabaja la terapia de sanación se trabaja en grupo, y el grupo va adquiriendo una disciplina de trabajo y una actitud de alineación. No es que nosotros lo consigamos; ellos lo consiguen. Ellos consiguen alinearse y muchas veces ni siquiera depende de que la persona tenga muchos años, sino de que sea disciplinada y habitúe su vehículo y su instrumento, para que responda a ese impulso que es del corazón, de la mente y del alma.

Pero el estado fundamental hay que conservarlo...

Digamos que frecuentemente entramos y salimos de él. A veces nos perdemos un poco. Nos ocurre a todos cuando estamos en los grupos de sanación; a veces estamos un poco distraídos y se nos va el hilo en alguna cosa.

Periódicamente, dentro de una sanación, o entre una sanación y otra, hacemos una serie de ejercicios de alineación. De esta manera se va construyendo un canal. No se trata de hacerlo y decretar que ya está listo, sino que hay que vigilar que el canal esté bien sintonizado. Entonces, repetimos este proceso de alineación, porque no es que nunca más la perdamos. De hecho, la perdemos cuando nos enfadamos, cuando estamos impacientes, cuando nos resentimos, cuando nos desordenamos. Hacer los ejercicios es una forma de volver a empezar y de saber que estamos aprendiendo.

¿Qué puedes recomendar a un terapeuta para que mejore o establezca este alineamiento?

La meditación ayuda bastante. La distracción, para mí, es uno de los males espirituales más grandes y menos reconocidos. Estamos distraídos con tantas cosas, con tantos objetos, que, finalmente, se nos olvida el potencial que tenemos y nuestra natural bondad. Entonces recurrimos a muchos sucedáneos.

Por tanto, primero eso, la meditación, la concentración. Para otros será la oración, para otros será el trabajo silencioso. Pero es un estar conscientemente en lo que se hace, ya sea en la contemplación o en un trabajo. E involucrar al corazón, amar lo que se hace. Se trata de sentir y consentir lo que se está haciendo en el corazón. Amar lo que se hace, para mí, es la mejor forma de empezar a adquirir un estado de libertad en el que no es tener que hacerlo bien, sino saber que se puede hacer bien.

¿Entonces uno se convierte, sencillamente, en un canal?

Sí. Pienso que nosotros, como seres humanos, somos un canal altamente cualificado para expresar el amor, cauces para que circule el amor. No creamos el amor, sino que le abrimos surcos. El primero, nosotros mismos. Así como un cristal permite el paso de la luz o no, la distorsiona, se queda con parte o la refleja, o la absorbe completamente y se genera el negro..., así somos nosotros con respecto al amor. Poder llegar a transmitirlo en su pureza mayor, en su potencia mayor, en su correcta dirección, es una tarea que no solamente es liberadora para uno, sino que está permitiendo que circule esa energía. Así como cuando circula el agua canalizada por un cauce hay vida, lo mismo sucede con el amor. Entonces, hay abundancia y una cosecha fértil de humanidad para todos.

El paciente, ¿es mejor dejarlo tranquilo, en el sentido de no calentarle la cabeza dándole consejos, o a veces es preferible inducirle unas ciertas actitudes ante la vida y consigo mismo?

Dices bien. Más que darle consejos o calentarle la cabeza, se trata de inducir. No puede ser a pesar de él, porque se vuelve contra él. Sino con él. Inducir es generar en el otro un estado que se vuelva su respuesta natural, que salga de él, no que sea impuesta por otro. A veces confundimos la espiritualidad con eso, con dar dogmas de comportamiento que sustituyan al proceso de consciencia de cada cual. Y, en ese sentido, una palabra que surge de un estado de coherencia en el que tú no buscas un resultado para satisfacerte a ti mismo, sino para ayudar a que el otro sea libre de lo que lo limita, puede ser muy poderosa, muy inspiradora.

Así pues, la inspiración, además de por la presencia del terapeuta, se comunica hablando también...

Claro. Pero una sola palabra coherente puede ser muy poderosa, se vuelve una orden. Hay un campo que, por su inclusividad, es ordenante; de modo que casi todo lo que el terapeuta haga con sus gestos, sus palabras no dichas, pero con mayor razón con sus palabras, en ese estado de entrega y vulnerabilidad del paciente todo es una orden, para bien o para mal. Por eso es importante utilizarlo dentro de esa pureza de móvil de corazón, no buscando un reconocimiento o un resultado para nuestra propia satisfacción, sino una liberación de todo el potencial del bien que hay en ese ser.

¿Habrá que dirigirse a veces al subconsciente del paciente, usando algún método indirecto también que le aporte un poco de luz...?

Yo diría que se trata más bien de liberar al subconsciente y el potencial que contiene. El subconsciente tiene sus propias leyes y sus propias reservas. No se trata de violentarlo ni de introducirle cosas subliminales, sino de intentar llevarlo a la consciencia. Y eso se logra muy fácilmente a través de la metáfora y a través de la imagen. Las palabras que van directamente al subconsciente hay que revestirlas de imágenes. Porque las palabras que expresan conceptos van al consciente. Las imágenes, las sensaciones, van al subconsciente.

LA MEDICINA QUE VIENE

¿Hacia dónde podemos esperar que evolucione la medicina?

Yo diría que todo entra en una era que es la de la información. Esto no atañe a la informática solamente. Cada vez sutilizamos más nuestra existencia. Cada vez comprendemos más códigos de información. Y lo complicado se hace simple. Simple, pero conteniendo una complejidad alta.

Esto quiere decir que desde códigos muy pequeños podemos manejar situaciones complejas. La medicina se dirige hacia lo que está detrás de la materia. Nos encaminamos hacia las fuerzas, hacia las energías, hacia la información, y tarde o temprano hacia la consciencia. Entonces entraremos en una medicina que es la medicina de la consciencia, en la que el propio médico es cada cual. En la que el propio médico es la consciencia en acción. La medicina se dirige cada vez más desde el campo de batalla de la materia y de los «antis» (antibióticos, antidepresivos, antineoplásicos, antiinflamatorios...) hacia la construcción de la vida. Se trata más de buscar lo que promueve la vida que lo que lucha contra la enfermedad.

El médico es cada cual... ¿Qué puedo hacer para ser mi propio médico sin ser médico?

Vivir feliz. Vivir en presente, amar cada instante y aprender. No dejar de aprender. Porque la vida es un cauce cuya esencia fundamental es el amor. En la medida en que lo renueves cada día y le des vida y alegría en tu corazón, le des un lugar en tu corazón, la vida se renovará. Y puede haberse producido el diluvio o la sequía más grande, pero si en cada instante estás dispuesto a aprender, a respirar con alegría, a adoptar cada espacio y cada tiempo como tu tiempo y tu lugar, tu momento, la vida se renueva. Así pues, no es tan complicado. Es vivir lo más naturalmente posible. Lo más natural es estar ahora y aquí y no en otra parte. ¿Cómo? Disfrutándolo. ¿Cómo? Amándolo. ¿Para qué? Para ser libre para vivir el momento siguiente.

A veces se dan casos de personas que justo cuando creen que ya van por el buen camino les aparece un inconveniente en forma de enfermedad. Cuando esto sucede, ¿qué quiere decir y cómo se debe responder?

Cuando yo hablo de la vida, no quiero hablar de una vida plana, sino de la vida como un proceso permanente de aprendizaje que permita poder encarar con la misma entereza la enfermedad, el fracaso y el éxito. Son parte de la vida. Estar en el camino es estar seguro de que no va a pasar nada distinto a lo que está pasando. Es asumir que la vida tiene sus propuestas y que, cuando nos hace una propuesta, resistirnos a ella o luchar contra ella solamente nos habla de que lo que habíamos encontrado no era el cauce de la vida, sino una trinchera, un refugio. Para mí, no hay nada ni tan bueno ni tan malo que no merezca ser vivido de corazón, con toda la consciencia. Para mí, la vida no es algo contrario a nada que se dé en la vida.

Entonces, ¿hay que amar la enfermedad...? ¿O cuál es la actitud...?

Amar la vida. No es amar la enfermedad, sino amar la vida. La vida con la vestidura que ella se ponga. Y encontrar la forma no es abandonarme a la enfermedad o al destino o a la buena o la mala suerte, sino ser libre con eso o sin eso. Si ser libre supone curarme, ¡pues qué maravilla! Si ser libre supone vivir con eso, sin entregar la vida a la enfermedad, que sea así. Pero, a veces, la vida se nos convierte en luchar contra la enfermedad y dejamos de vivir la vida, que tiene un 99,999% de posibilidades además de la enfermedad: la familia, el día, la noche, las estrellas, el segundo a segundo, cada instante. Allí donde esté nuestra consciencia va a estar nuestra existencia, va a estar nuestra realización. Para mí, estar bien no significa no tener ninguna enfermedad, sino no perder la libertad por eso, no perder la capacidad de asombro, de amar y de aprender. Si es de la enfermedad..., bueno..., ¡aprendamos de eso!

¿Cuál es tu opinión respecto a las tecnologías que trabajan con el campo cuántico para la resolución de las enfermedades?

Para mí esto es una manifestación de que nos dirigimos hacia una concepción de la vida, de la salud y de la enfermedad como un proceso vibratorio y de interacciones, y lo ponemos en evidencia a través de la tecnología. Pero la tecnología no nos está sino exteriorizando lo que ya la consciencia puede hacer.

La tecnología ¿puede canalizar, ordenar la consciencia del mismo modo que lo podría hacer una persona?

No, nunca, porque aunque la podamos utilizar y dirigir conscientemente, la consciencia abarca muchísimo más de lo que la tecnología puede abarcar. De hecho, hay muchas cosas que no se pueden medir aún con la tecnología, por ejemplo el PET, la resonancia por positrones, que está más allá de la tomografía axial computarizada, la resonancia magnética... Hay estados que son los estados del ser, que solo los puede medir por ahora el ser. La tecnología mide una ventanita dentro de rangos de intensidad y de frecuencia que todavía son de orden muy basto, muy denso, frente al orden sutil y muy profundo que puede tener la consciencia. Por tanto, nadie puede medir el estado de presencia de Dios dentro de ti. A lo sumo, un tumor. A lo sumo, una obstrucción arterial. A lo sumo, el desorden energético en un tejido. No más.

¿Crees que cada célula tiene consciencia?

Claro; la consciencia de cada cual. Además de la consciencia que evolutivamente los átomos han incorporado para permitirnos entrar en resonancia con el mundo de la existencia. Porque la existencia se revela a través de los átomos, que la hacen «trans-aparente». O sea, más allá de una apariencia sutil revelan la consciencia. La consciencia del átomo evolutivamente ha sido capaz de corresponder a una vibración. ¿Qué vibración? La de la consciencia de cada cual.

¿Cómo se interrelaciona la pequeña consciencia que tenemos con los cuatrillones de átomos que nos componen?

Necesitas un campo de consciencia ordenante. Cuando no hay una consciencia consciente e inclusiva, no puedes tener voz ni voto sobre la consciencia de lo inferior. Entonces es la consciencia de lo inferior la que te determina. Y tú eres el vector resultante de esos cuatrillones de átomos, unos de los cuales son carbono, otros son magnesio, otros serán hierro, otros nitrógeno, oxígeno..., todo lo que somos. Hay un campo resultante que es el que da la vitalidad de la materia por sí misma, hasta que ella apaga su luz, apaga su eco, porque no hay una renovación. Esa renovación se hace no solamente desde lo externo, sino también desde lo interno.

Por eso es cierto que muchas veces nuestras enfermedades y nuestras limitaciones físicas nos absorben. Absorben nuestra consciencia, y nuestra consciencia está metida en el dolor, y en la incomodidad, o en la aflicción, o en el sufrimiento. Y no; es al revés. Se trata de que nuestra consciencia pueda dominar e incluir y ordenar ese campo de pequeñas consciencias de cada uno de nuestros átomos. Muchas veces nos sentimos prisioneros dentro de nuestro cuerpo y limitados por él, porque todavía no se ha producido esa conexión con la consciencia superior, que no está limitada a un átomo físico, sino que proviene de eso que llamamos nuestra unidad esencial que es nuestra alma. Cuando ese campo ordenante se conecta, empieza a habitar la consciencia de cada átomo y a pulsar y a modular y a tener realmente poder sobre el instrumento. En ese momento tenemos cierto poder sobre nuestro instrumento y le transferimos nuestra fuerza interior, nuestra creencia.

Pero todavía dependemos mucho de lo externo para que ese instrumento esté vital, es decir, de comer determinadas cosas, de eliminar determinadas cosas, de respirar de determinada manera... Cuando la consciencia desde lo superior domine sobre lo inferior, vamos a depender muchísimo menos del mundo material para que nuestros átomos tengan vitalidad.

En la práctica ¿cómo funciona esto de depender menos del mundo material? ¿Te influye menos lo que comes, o comes menos, o...?

Yo no diría que hay una independencia absoluta, sino una no dependencia. ¿Cómo se manifiesta? Tú ves por ejemplo que alguien en un estado de alta fluidez, de alta coherencia, necesita comer menos, necesita descansar menos, demanda menos retroalimentación de la materia. Eso ocurre cuando está en resonancia y en relación con ese estado, esa sustancia matricial que es el amor. Cuando ese eco toca nuestros átomos, es como si les inyectásemos vida, que por ahora depende de un combustible permanente que es el de la materia. Entonces no solamente necesitamos consumir menos sino que hay menos fricción, nos intoxicamos menos y vivimos mejor.

¿Definitivamente es más importante lo que pensamos que lo que comemos para la salud?

Creo que hay un momento en el que esa relación se puede dar. Pero por ejemplo en el caso de un niño es obvio que necesita comer. Necesita que su entorno físico le dé tranquilidad para crecer pero además necesita comer, porque si no diríamos que los que se están muriendo de hambre es porque no están pensando bien. No. Llegará un momento para la humanidad en que posiblemente nuestros estados se modifiquen más desde el pensamiento que desde lo que comemos; entonces ya no será vigilar tanto lo que comes, o la cantidad de calorías, o el colesterol.

Es la forma como nuestro pensamiento es inclusivo o no, como nuestro pensamiento es fluido y empático, es decir, simpático con nosotros mismos y con la vida, lo que hace que las células tengan una mayor eficiencia o no. Pero yo diría que todavía en este momento, como humanidad, estamos un poquito lejos de eso. Empieza a ser importante reconocer la trascendencia del pensamiento, pero todavía no podemos decir qué dosis de pensamiento, de simpatía, de paz, de sensibilidad, de templanza, de valentía... necesitamos para estar saludables así como necesitamos una dosis de proteínas, de carbohidratos, de grasas, de oxígeno para poder vivir.

Los médicos alópatas, ¿se están abriendo en general a las nuevas tendencias?

Yo diría que sí, que el solo hecho de que la medicina plantee tecnologías como las que se están planteando en este momento ya supone saltar de un marco que es el vitalista o materialista, organicista, al plano de la información y la energía. Es indiscutible el efecto de la energía; cuando tú tienes un tumor y te aplican radioterapia, están trabajando con la energía. Cuando en el ámbito de la ciencia oficial se habla de las enfermedades con un componente psicosomático importante, esto supone una apertura.

Tendríamos que ser muy obstinados, más que ciegos, para no reconocer el efecto que tienen nuestros pensamientos y nuestras emociones. Todos hemos sentido que al tener miedo nuestro corazón se agita y nuestros músculos se tensionan; y si esto se convierte en un estado crónico, surge la hipertensión, surge la tensión en la red vascular, en el músculo subconsciente, que no es sino una forma de no ser consciente de cómo está funcionando nuestra consciencia, o cómo ha venido crónicamente funcionando. Entonces poco a poco nos vamos aproximando globalmente, yo no diría unos por un lado y otros por otro lado, sino todos más o menos. Conforme evoluciona la consciencia de la humanidad evolucionan también todas las actividades humanas. Todas: la política, la medicina, el arte, la ciencia, la educación...

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En memoria de Jordi Orús Salvador, presidente de Athanor y cofundador de la revista Athanor.

PRÓLOGO

por

Vicente Merlo

Nos encontramos ante un texto extraordinariamente interesante. ¿Interesante para quién? ¿Interesante en qué sentido y por qué? –puede preguntarse–. Ya sabemos que interesar proviene del latín inter-esse, «estar entre». Por tanto, para encontrar algo interesante hace falta que sea algo con lo que haya una relación, pero respecto a lo cual nos quede mucho por descubrir. Porque ya lo conozco, pero quiero saber más, siento que me interesa, que está entre lo real y yo.

Este libro es interesante, como su título deja entrever, para aquellos que estén abiertos a la noción de los nuevos paradigmas. Primer acierto, decirlo en plural y no en singular, pues demasiadas veces seguimos presos de la unilateralidad estrecha y pensamos que un determinado paradigma o una cierta manera de entender la noción del nuevo paradigma es la única válida o la mejor. La noción de paradigma, desde que la tematizó Th. Kuhn, hace ya más de medio siglo, está siendo sobreutilizada, pero en lo que ahora nos interesa puede decirse que se trata de toda una concepción del mundo, de un modelo de la realidad y del ser humano, que luego afecta todos los ámbitos de la actividad humana: la medicina, la política, la economía, la psicología, etcétera.

El libro que el lector tiene en sus manos concilia una cierta unidad en los enfoques con una gran diversidad en los temas tratados e incluso en las perspectivas particulares adoptadas. Los veintidós capítulos son, todos ellos, entrevistas realizadas por Francesc Prims a veinte pensadores destacados en los ambientes afines a los nuevos paradigmas (tres de ellos disfrutan de dos entrevistas, situadas en distintos lugares del libro: Lynne McTaggart, Jean Pierre Garnet y Howard Bloom).

La pluralidad temática de muchas de las entrevistas hace difícil clasificarlas, tal como avanza Francesc Prims en la introducción. Él ha optado por una determinada secuencia y las ha dividido en tres bloques temáticos. Permítaseme comentar por encima las distintas entrevistas a partir de las afinidades temáticas que, por mi parte, he identificado al leerlas; un enfoque que puede ser complementario al de Prims, el cual me parece igualmente oportuno:

1. En primer lugar, hay un buen número de entrevistas realizadas a científicos o divulgadores científicos. La física, especialmente la cuántica, cómo no, es una de las estrellas en varias de ellas. L. McTaggart recrea algunas de las nociones centrales de la física cuántica, como el campo punto cero, la superposición cuántica o la no localización, que resultan ciertamente cruciales para la nueva visión de la realidad, tal como suele presentarse en los nuevos paradigmas. En el cap. 15 se centra especialmente, como si se tratase de la continuación del primero, en la conectividad y la relación interdependiente a todos los niveles, desde el subatómico hasta el cultural. La necesidad de cooperar en lugar de competir es no solo un deseo y hasta una necesidad humana, sino prácticamente una ley de la naturaleza. Adecuadamente situado a continuación, Howard Bloom, desde su enfoque paleopsicológico, prosigue señalando la importancia de tener en cuenta la interrelación entre todas las cosas, fenómeno que vemos en los quarks, los protones y los neutrones, no menos que en las bacterias que se asocian espontáneamente, en nuestros cuerpos, que son sociedades de billones de células, en las tribus, las sociedades, etc. Bloom aporta ejemplos y metáforas atractivos y clarificadores.

Igualmente interesante resulta la entrevista a Dean Radin, muy citado en los libros de L. McTaggart, quien resume en pocas palabras algunos de los experimentos realizados para verificar la existencia de los «fenómenos psíquicos» o paranormales, como la telepatía, la clarividencia o la visión remota, la precognición y el «entrelazamiento de las mentes» (título de su último libro), aplicando la idea –que considera central a la hora de buscar una teoría unificada que explique todos estos fenómenos– del «entrelazamiento cuántico» (quantic entanglement) –traducción que me parece más apropiada que la vista anteriormente de ‘superposición cuántica’; es decir, que todo está relacionado con todo, la red de Indra, la interdependencia–. Resulta muy oportuna su afirmación de que la existencia de algunos de estos fenómenos está tan verificada que los escépticos no son más que personas mal informadas o poco informadas. O, en todo caso, los escépticos bien informados muestran sus resistencias debido a que no pueden aceptar las teorías que pueden explicarlos, justamente por resultar ajenas al paradigma científico actual.

También Bianca Atwell, artista multimedia, aplica abundantemente la idea del entrelazamiento cuántico y la no localidad, poniéndolo en relación con la noosfera, la mente del planeta y el Homo noosfericus. La referencia final a Argüelles ayuda a comprender algunos de sus planteamientos, tanto el de la importancia del arte («hacer de la vida una obra de arte») como el de la Unidad inteligente del cosmos.

Entre los científicos originales, innovadores y revolucionarios actuales, uno de los más destacados es, a mi entender, Nassim Haramein, con su teoría de un universo y una dinámica toroidales. Habiendo estudiado la geometría del hiperespacio, Haramein propone un cambio radical en la concepción de los agujeros negros (de black hole a black whole). Nos recuerda que dentro de cada uno está el infinito, el vacío-pleno, y que, a través de él, «cada uno de nosotros somos el centro del Universo». La entrevista con Haramein va tocando muchas de las fascinantes ideas, científicamente abordadas, que él y su equipo están desarrollando.

El tercer capítulo nos mantiene en el campo de la física, con la entrevista a Jean Pierre Garnier y su fascinante noción del doblamiento (o desdoblamiento) del tiempo y la correspondiente noción de un «doble» de nuestro ser central con el que podemos comunicarnos. En realidad, «el doble somos nosotros en otro tiempo».

Para terminar con la sección de entrevistas centradas en la ciencia, con especial atención a la Física, Gregg Bradden habla del «tiempo fractal», uniendo dos teorías, la de los fractales y la de los ciclos históricos. Aplicando el número de oro muestra que suceden cíclicamente cosas similares, tanto a escala amplia, colectiva (en EE. UU., Pearl Harbour y Torres Gemelas) como a escala individual (en su vida: abandono del padre, crisis de pareja, etc., y su primer trabajo, su primer libro, etc.), todo ello medido matemáticamente como ciclos fractales, como los podríamos llamar. Es geólogo e informático, elaborador de software, y ha aplicado esta habilidad a su teoría del Tiempo fractal –título de uno de sus libros.

Sin saber muy bien en qué bloque colocar a esta peculiar autora que maneja varios campos, sitúo aquí, en tanto que bióloga, aunque también economista, a Elisabet Sahtouris. Biología y economía de las que se destacan sus procesos análogos, en un modelo, en una realidad, en que la competencia individualista o particular es un comprensible pecado de juventud (individual, social o política) que deja paso a la cooperación. La analogía entre el funcionamiento de nuestro cuerpo y el de la economía es brillante. Y, al final, nos da una visión cósmica unificadora de un cosmos como ser vivo, consciente, inteligente, en desarrollo, en un sistema holoárquico.

2. Un segundo bloque podría formarse con los capítulos centrados en la salud y la sanación, sea del cuerpo o de la mente. Los tres últimos se ocupan de ello. Así, Matthias Rath ofrece el enfoque en el que la denuncia de las industrias farmacéuticas, petroquímicas y armamentísticas es más contundente. Comienza con la importancia de los micronutrientes, tal como está mostrando la «medicina celular», para seguir con el «Movimiento por la Vida», que es una llamada al empoderamiento de los pueblos. Se denuncian los intereses económicos que dominan el mundo, la falsa democracia interna que, en realidad, rige la Unión Europea, las industrias al servicio del dinero, del capital, de la perpetuación de la enfermedad y de la muerte.

No menos dura es la denuncia y la crítica de Ghislaine Lanctôt, centrada en La mafia médica, por decirlo con el título de su libro más conocido. Vemos un rechazo muy radical del sistema médico y una llamada a que nos hagamos dueños de nuestras vidas, a que descubramos el poder de nuestra alma. Al final tiene la osadía de hablar de la materialización y desmaterialización del cuerpo físico, a la vez que cuestiona la reproducción biológica –estos temas la aproximan al bloque que denominaremos, poco después, espiritual-esotérico.

Luz Ángela Carvajal, hermana del más conocido entre nosotros, Jorge Carvajal, y cocreadora de la sintergética, medicina energética, medicina del alma, consciente de que quien sana es sobre todo el terapeuta más que las técnicas que emplee, concluye nuestro libro con observaciones de gran interés.

También en este bloque de la sanación podríamos situar la entrevista realizada a Juan José López Martínez, aunque de nuevo se aproxime al bloque esotérico, ya que su tema se centra en la terapia de vidas anteriores. A partir de ahí, desarrolla informaciones sobre cuándo entra el alma en el cuerpo –comienza en la fecundación, pero va y viene, y hasta los siete años no se encarna plenamente–, sobre el suicidio, y sobre otros muchos temas recurrentes en estas investigaciones que cada vez aportan más datos coherentes sobre las vidas anteriores y los períodos entre vidas. Lo incluimos aquí por estar la terapia regresiva al servicio de la sanación psíquica.

Aunque en su entrevista no se centre en este tema, también Patrick Drouot se halla en las filas de los terapeutas de vidas anteriores, si bien en esta ocasión se centra en el concepto de pensamiento integral (no muy alejado de la idea wilberiana de una psicología integral). Tan solo destacaré el concepto de cardiosmosis, un sonido creado por él y su mujer para hacer entrar en coherencia cardíaca. Es interesante su idea de esos pioneros y creadores del tiempo actual a quienes denomina «alquimistas del tiempo presente» o «magos de la espiral» –en referencia a la “dinámica espiral” propuesta por Clare W. Graves y sus continuadores, Christopher Cowan y Don Beck, modelo multidisciplinario utilizado también por Wilber.

3. Hemos dejado en un tercer bloque a un conjunto de autores, muy diversos entre sí, pero que creemos que puede afirmarse que comparten la dimensión más esotérica de los nuevos paradigmas. He de decir que este término no tiene en este caso el más mínimo cariz peyorativo. Antes al contrario, me inclino a creer que constituye la dimensión más profunda y significativa de los nuevos paradigmas. En este grupo pueden incluirse a autores como Alfred L. Webre, quien aborda el delicado tema de la exopolítica, la «ciencia de las relaciones entre los humanos y los extraterrestres». Hay que destacar, para quien no conozca a este autor, la seriedad con que aborda este tema y el lugar político y científico que ha ocupado en los EE. UU., así como en el relevante Disclosure Project, a través del cual más de cien científicos, militares, astronautas, etc. han revelado sus contactos con seres inteligentes de otros lugares del cosmos. Webre no tiene problemas en hablar de la existencia de una Federación Galáctica y del período de cuarentena por el que habría pasado la Tierra y del que estaríamos saliendo; período de cuarentena en relación con nuestra interacción con otras civilizaciones y el formar parte de una sociedad intergaláctica.

De lleno en el «esoterismo nueva era», el siguiente apartado trae a nuestras páginas un tema igualmente polémico y alejado de nuestra cultura dominante, el de los «canalizadores espirituales» y las canalizaciones a través de las cuales llegaría información de entidades suprahumanas, residentes en otras dimensiones, en otros planos de la realidad. En esta ocasión de la mano de J. Z. Knight, canal a través de la cual se expresa la entidad conocida como Ramtha, quien lleva ya más de treinta años ofreciendo sus mensajes a la humanidad.

Anne Givaudan es una pesona habituada a realizar «viajes astrales» como periodista o informante de los mundos sutiles. Empezó a «salir espontáneamente de su cuerpo», sin haber tenido que practicar ninguna técnica en especial, y nos ha brindado bellas descripciones de los otros planos de la realidad, así como de sus conversaciones y enseñanzas recibidas por maestros en esas otras dimensiones.

Una figura importante e influyente en el campo del esoterismo actual es Drunvalo Melchizedek. Su amplia y variada experiencia, sus investigaciones sobre la Flor de Vida y sobre el Mer-Ka-Ba –el cuerpo de luz y su multifuncionalidad–, la Serpiente de Luz, que como kundalini planetaria habría pasado recientemente del Tíbet-Himalayas a los Andes, Perú-Argentina-Chile, la creación de una «red de consciencia», y tantos otros temas, han llegado a muchos buscadores contemporáneos.

Dos autores más queremos colocar en este bloque «espiritual-esotérico», justamente los dos únicos españoles que constan aquí. Uno de ellos es Alberto Arribalzaga, especialista en kinesiología y creador del «biomagnetismo holográfico multidimensional», quien une ideas muy distintas: geometría sagrada, los mayas y el fin de ciclo, los fotones solares y su influencia en el ADN, los maestros ascendidos, los mundos de luz y los mundos astrales, y muchas más cosas: decretos, templos de luz para sanar con la ayuda de ángeles y maestros, etc. Arribalzaga nos ofrece uno de los enfoques más «extraños» e «increíbles» para el paradigma oficial, materialista.

El segundo de los españoles y último de nuestra lista, sin duda una de las revelaciones recientes más sorprendentes en España, por la riqueza de su experiencia y la claridad de su presentación, es Emilio Carrillo. Como siempre, sus palabras son de enorme interés. Aquí escuchamos ideas brillantes y clarificadoras sobre el cambio de ciclo y el cambio de dimensión, sobre el amor y sobre la muerte.

En fin, que tienes en tus manos un libro rico en ideas, exuberante en sus planteamientos, con el enorme atractivo de que recoge el pensamiento de un buen número de investigadores (científicos, médicos o esotéricos, sin que la pertenencia a uno de estos grupos sea excluyente) que dan qué pensar y en conjunto suponen un reto al paradigma cientificista-materialista dominante. Pese a las más de cuatrocientas páginas, es un libro que se lee fácilmente y que enriquece y ensancha la mente de todo lector.

Debemos agradecer a Francesc Prims y a la revista Athanor, origen de casi todas estas entrevistas, su realización. Y al primero de ellos la habilidad y profundidad en la dirección de las mismas, así como la idea de recopilarlas en este magnífico libro.

Barcelona, 1 de enero de 2015

INTRODUCCIÓN

B

En busca de un nuevo sentido

Vivimos en una época que no es de cambio, sino que es la época de los cambios, que se suceden de modo vertiginoso e incesante. Tecnologías diseñadas para durar poco y ser sustituidas por otras que acrecientan nuestro idilio con lo virtual, inestabilidades económicas que mantienen en vilo nuestro futuro más inmediato, grandes incógnitas en cuanto a la próxima disponibilidad de los recursos que extraemos sin cesar de nuestra Madre Tierra, un cambio climático que no se sabe muy bien hacia dónde nos lleva, la escasez de referentes culturales claros... Ante la falta de referencias sólidas solo nos queda confiar en el cambio, que nos impulsa hacia delante, hacia un terreno desconocido, pero al menos nos impulsa. Nos conserva motivados. Nos provee de energía.

Ahora bien, no a todos nos sirve este andar a ciegas. Y no nos sirven ya de consuelo las antiguas religiones, que han quedado desfasadas ante el envite de la ciencia y de la libertad de pensamiento. ¿Dónde podemos poner pues nuestra ancla? ¿A qué referentes remitimos nuestros pensamientos y nuestra postura ante la vida, de tal modo que podamos proveer de sentido de continuidad y de continuidad de sentido a nuestro día a día? ¿Dónde podemos hallar nuestra motivación cada mañana, nuestra certeza de que vale la pena aguantar el ritmo de la vida en aras de algún objetivo ulterior?

Tal vez estamos lejos de una respuesta única; incluso tal vez se acabó para siempre una respuesta unitaria, expresada desde un púlpito y válida para todos. Tal vez los referentes debe construírselos cada uno. Siendo esto así, más nos vale recabar ciertas informaciones y ser conscientes de algunas verdades; de esta manera seremos más capaces de articular nuestra coherencia alrededor de algo en lo que realmente podamos creer y que sea efectivo para cada uno de nosotros.

Hasta hace poco, en los ambientes espirituales había un referente en el horizonte; el año 2012 se convirtió en un hito del que se esperaba mucho. Grandes misterios debían revelarse alrededor de una mágica fecha; era como que debían abrirse las puertas del cielo y derramarse sobre la humanidad las respuestas largamente anheladas: tal vez el mundo se «partiría en dos» (metafóricamente hablando) y quedarían separados los «buenos» de los «malos»; los primeros incluso podrían encontrarse en algo así como una «quinta dimensión» en la que ya no se verían afectados por los desórdenes y desmanes de quienes permanecerían en la «tercera»... Pero pasó 2012 y algún tiempo más, y aquí seguimos todos juntos embarcados en la gran aventura de la vida, aceptándonos o soportándonos los unos a los otros, según el caso, con más preguntas que nunca y sin la perspectiva de una nueva fecha consensuada que, esta vez sí, haga el favor de marcar un punto y aparte en nuestro errar colectivo por el mundo.

Nos hallamos no se sabe muy bien dónde, pero tal vez no nos damos cuenta de que a cada paso que damos se abre una nueva flor en el camino. Acaso nos falta perspectiva, pero podemos ir adquiriéndola si abrimos nuestras mentes y corazones a lo que tantas personas cultas y sabias van averiguando acerca de la naturaleza de la realidad y de la consciencia. Al fin y al cabo, cada uno de nosotros no puede descubrirlo todo por sí mismo, aunque sea por una falta material de tiempo; pero para eso estamos el conjunto de todos nosotros: para hacer nuestra aportación al acervo colectivo, de modo que cualquier elemento importante que descubramos pueda constituir una inspiración y una ayuda para el resto de nuestros congéneres.

Un libro de entrevistas es como un volumen con muchas autorías. La figura del entrevistador se diluye para dar todo el protagonismo a lo que personas especialmente reconocidas tienen por aportar. No escribieron un artículo; hablaron sus respectivos artículos, y la mayoría de ellos fueron publicados en una revista especialmente devota de buscar soluciones y respuestas a los desafíos de nuestros tiempos. La publicación se llamaba Athanor; digo «se llamaba» porque en el momento de escribir estas líneas está siendo víctima, ella también, de la crisis general que afecta en estos años a España, y ha interrumpido sus ediciones.

Tuve la oportunidad de entrevistar, durante varios años, a docenas de personajes de primera línea en el terreno de la espiritualidad y el crecimiento personal, así como de la ciencia puesta al servicio del ser humano. De hecho, resulta imposible agrupar sus contribuciones bajo epígrafes o capítulos, porque normalmente hablamos de muchas cuestiones y tocamos ámbitos muy variados. De cualquier modo, me ha parecido oportuno organizar las entrevistas por el siguiente motivo: si lo que necesitamos son unos nuevos referentes, nos va bien que la multiplicidad temática no abunde en el caos, sino que más bien nos permita destilar unas ideas básicas que podamos incorporar a nuestro acervo personal de un modo lo suficientemente estructurado para que podamos encontrarnos un poco más en vez de seguirnos dispersando.