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Baloncesto

para educar

Ángel González Jareño

A mis padres, que me lo dieron todo y con los que tengo una deuda eterna.

A cada uno de mis jugadores, que me hicieron crecer como entrenador y como persona.

A los entrenadores, con los que compartí banquillo y que tanto me enseñaron.

A mi mujer, que ha sufrido como nadie mis ausencias durante la elaboración de este libro.

Prefacio

Al leer este libro que ha escrito Ángel he rememorado muchos momentos muy bonitos e intensos de mi vida. El deporte y el baloncesto han sido para mí, no solo un simple pasatiempo, sino una manera de vivir y una escuela de vida durante veintiséis años.

Al ver todos los valores de los que habla Ángel que el deporte en general, y el baloncesto en concreto, puede transmitir en las distintas edades, he revivido todo mi proceso desde que era un niño hasta llegar a ser profesional. En mi vida he experimentado ese desarrollo físico que moldea tu cuerpo, el aprendizaje técnico y táctico que alimenta tu mente y la relación con tus compañeros y entrenadores que supone un enorme soporte que te ayuda a crecer en el plano afectivo y emocional.

Pero el deporte va más allá todavía, abarcando la dimensión espiritual de la persona. A través de la autoconciencia, el autoconocimiento y la auto-trascendencia, la actividad deportiva potencia el crecimiento interior del individuo.

Es por ello que el deporte representa una experiencia integral e integradora que altera y modifica todas las dimensiones del ser humano.

Dicho esto, toda esa extraordinaria riqueza solo se convierte en algo tangible y efectivo cuando es transmitida de la manera adecuada. Y ¿por qué esto no sucede? Por falta de conciencia. Es por ello que cualquier madre o padre, profesor de Educación Física o entrenador deben ser conscientes del enorme impacto que tiene el deporte en la vida de una persona y en la sociedad. Esta toma de conciencia los llevará a querer tener el suficiente conocimiento y a comprometerse con el propósito de querer transmitirlo a sus hijos, alumnos y jugadores. Solo así el deporte pasará de ser mera diversión y ejercicio físico a convertirse en educación, formación, crecimiento y transformación personal y social.

Lo más maravilloso de este libro es que todo lo que dice Ángel no son solo palabras bonitas ni utopías, sino algo real y absolutamente posible. Solo hace falta creer en ello y vivir comprometido con llevarlo a cabo. Puedo confirmarlo porque Ángel encarnó para mí esa figura de entrenador-formador durante todos los años que me entrenó, enseñándome, no solo todo su conocimiento técnico y táctico del baloncesto, sino transmitiéndome e inculcándome a mí y a todos mis compañeros todos los valores de los que habla en este libro. Esa transmisión me ha acompañado no solo durante mi etapa adolescente y profesional como jugador de baloncesto, sino que me sigue acompañando cada día de mi vida, siendo el recuerdo más bonito y el tesoro más preciado que guardo a día de hoy de mi etapa como deportista. Han pasado los años; los títulos, la calidad como jugador que uno tuviera y los reconocimientos personales se quedan en el olvido y perdura la persona en la que uno se ha convertido gracias a todos esos valores que un entrenador le transmitió cuando era todavía un niño.

El deporte es un regalo de la vida, pero se necesitan personas con la conciencia, la pasión, el conocimiento y el propósito de Ángel para que ese regalo sea entregado a la sociedad. A mí me lo entregó hace mucho tiempo.

Espero y deseo que con este libro sea capaz de hacer llegar ese regalo a muchos más niños, padres, profesores y entrenadores, para lograr de ese modo hacer mejores personas y una mejor sociedad en la que vivir.

Ismael Santos

Ex campeón de Europa y ex capitán del Real Madrid de Baloncesto

Abordo una serie de párrafos –después de que Ángel me haya entregado su obra solicitando un prólogo a la misma– y sin poder ni querer evitarlo me sumerjo en mi infancia, en todos aquellos momentos de imborrable felicidad que me produjo la convivencia, prácticamente diaria, con el baloncesto.

La primera vez que vi a Ángel entrenando fue en un colegio de Madrid; entrenaba a un equipo de una categoría inferior en la que yo competía y estaban disputando un partido en la misma cancha en la cual mi equipo jugaría posteriormente. Todavía recuerdo la sensación que me produjo ver a un grupo de niños jugar de una manera tan sencilla, por conceptos… sin necesariamente poseer un talento exagerado pero, por el contrario, dotados de un gran conocimiento del juego para su edad. Irremediablemente focalicé mi atención en el entrenador; aquello que estaba observando claramente nacía de las indicaciones de un buen pedagogo, de un entrenador que era capaz de haber transmitido a chavales tan jóvenes los conocimientos necesarios para entender el juego y poder disfrutarlo.

Años más tardes tendría la oportunidad de padecer personalmente esa tutela al incorporarme a los cadetes del Real Madrid donde Ángel y mi anterior entrenador en Canoe, Álex, eran los técnicos encargados del equipo.

Mis padres, al amparo de su pasado como profesores y con una clara influencia zen, me decían que la «verdadera enseñanza no se puede enseñar» y, sin embargo, este libro me retrocede a esa época en la cual dicha aseveración estuvo muy cerca de ser contrariada.

No se me ocurriría nunca a mi edad renegar de las enseñanzas paternas; no obstante, en esos años de aprendizaje con Ángel uno se da cuenta de la maravillosa educación deportiva que le fue inculcada y, por ende, de la verdadera importancia que tienen los buenos maestros, los educadores en nuestra formación.

¿Cómo transformar entrenamientos repletos de ejercicios duros y exhaustivos, que requieren un esfuerzo considerable, en momentos de absoluta plenitud, de goce colectivo con tus amigos y enmarcados en un proceso de mejora personal?

Quizás esa la clave de todo buen maestro y Ángel lo era, y lo es, pues a través su libro me hace revivir las claves de mi desarrollo baloncestístico y personal, me traslada a ese lugar donde el conocimiento y el aprendizaje venían escondidos tras la diversión, agazapados en el tiempo para mostrarse cuando eran necesarios.

Este libro resulta alentador para aquellos que creemos que el deporte es una herramienta fundamental en el desarrollo holístico e integral del menor, y que precisamos de una mejora en la formación de nuestros maestros para que nuestros hijos puedan acercarse a esa utopía de la «verdadera enseñanza», a ese proceso educativo transformador que haga indeleble el impacto del deporte y de sus muchos valores en sus vidas.

La visión de erradicar el concepto de traslación de la enseñanza vertical, esto es, de arriba a abajo, por el cual hacemos que nuestros hijos deban partir en su desarrollo de las estructuras implementadas a nivel profesional, me parece un fantástico punto de partida.

El menor ha de ser abordado como tal, no únicamente desde la perspectiva aspiracional, sino desde sí mismo, desde la compresión de sus verdaderas capacidades, con el fin de dotarlo de herramientas que favorezcan su formación y su disfrute por el juego.

Lo anterior conduce a una pequeña revolución de las presentes estructuras institucionales deportivas, mostrando al menor como un referente claro y merecedor legítimo de una educación que exceda en sus estándares y su especialización respecto a la actualmente conocida.

La obra se dirige de manera directa y sin tapujos a los futuros escultores de nuestros menores con la ingenua propuesta de que la dotación del instrumental oportuno y necesario a los primeros tendrá una consecuencia directa en la optimización del desarrollo de los segundos.

El imaginario generado por Ángel descansa en nosotros, en nuestra voluntad de cambio, en el sueño constante de unos ya adultos que aún fantasean con un balón de baloncesto.

José Lasa

Ex-campeón de Europa con el Real Madrid de baloncesto

Prólogo

Cuando me plantearon escribir el prólogo de este libro pensé: ¿Por qué yo? ¡Si yo no he alcanzado ni de lejos las cotas de éxito de otros jugadores que ha entrenado Ángel G. Jareño! Pero cuando vi de qué iba el libro pensé que solo podía estar agradecido y que no escribirlo no era una opción.

Muchas veces se mide el éxito de un entrenador por los triunfos, por los títulos y por los rankings. Y si ese entrenador se dedica al deporte de cantera, además de los títulos, el éxito suele medirse por el número de jugadores que consigue colocar en la élite. En cualquiera de los dos casos, Jareño ha sido y es una referencia. Solo hay que mirar su currículum.

Sin embargo, creo que hay un indicador diferente a tener en cuenta. John Wooden es mundialmente reconocido por ser uno de los mejores entrenadores de todos los tiempos. Él decía que no estaba tan orgulloso de los títulos que había ganado (siete títulos de la NCAA) o de los jugadores qe había entrenado que habían llegado a la NBA (Kareem Abdul Jabbar o Bill Walton por poner un ejemplo) como de los cientos de jugadores que no tuvieron más carrera baloncestística pero que aportaron a la sociedad buenos médicos, buenos directivos, buenos empresarios o, en definitiva buenos profesionales y buenas personas.

Admiro profundamente la capacidad técnica y táctica de Ángel. Admiro su vasto conocimiento del baloncesto y su amor por el deporte. Sin duda es el entrenador más profesional con el que me he encontrado. Sin embargo, eso no es lo que me ha marcado. Lo que realmente ha marcado la diferencia en mi vida ha sido su profunda preocupación por el desarrollo de sus jugadores a nivel personal. Su honesto interés por hacer mejores personas a través del baloncesto a todos los que fuimos entrenados por él. Y puedo afirmar sin temor a equivocarme que la mayoría de nosotros somos mejores personas y mejores profesionales porque un día tuvimos la suerte de formar parte de un equipo que estaba liderado por Ángel.

Estamos ante un ejercicio que va a suponer un cambio en el deporte y en la educación. Creo firmemente que este trabajo realizado por Ángel es el inicio de un cambio de paradigma. Es la puesta en escena de cómo el deporte, y en este caso el baloncesto, alcanza su máximo sentido.

Este no es un libro sobre baloncesto. O mejor dicho, este no es un libro en el que solo se trate el baloncesto. Lo que tenemos entre manos es un libro en el que el baloncesto es el ejemplo pero que sería exportable a cualquier deporte.

Para mí este es un libro que inicia una filosofía: la educación por encima de todo. Pero Ángel lo hace compartiendo con nosotros una conclusión a la que ha llegado tras una vida entera dedicada al deporte en todos sus niveles: la educación y el alto rendimiento no están reñidos.

En el ámbito deportivo, una de las mejores frases que he escuchado la pronunció Ana Muñoz, antigua Directora General del Consejo Superior de Deportes. Decía lo siguiente: «El deporte no sirve para nada a no ser que sirva para algo». Con esta premisa, pensando en para qué sirve el deporte empecé una reflexión intensa. Partiendo del dato de Jason Selk que afirma que solo uno de cada 16.000 deportistas consigue vivir de su deporte, una de las conclusiones más relevantes es que si el deporte tuviera que servir para algo, no sería para ese colectivo que constituye una excepción, sino más bien para los 15.999 restantes que lo utilizan para otros fines.

De todas las utilidades posibles del deporte, sin duda la que más aporta a la sociedad es su función educativa. El deporte es un arma de construcción masiva; tiene todas las características para ser una vía de educación ya que genera el entorno perfecto para que el aprendizaje tenga lugar. El deporte consigue cosas con las que el sistema educativo muchas veces sueña.

Sin embargo, la realidad que nos encontramos no es así. En general, y salvo honrosas excepciones, el deporte está planteado para generar mejores deportistas desde un punto de vista físico-técnico-táctico o para «entretener» a los niños en las clases extraescolares, pero su faceta educativa se limita a la clase de educación física en los colegios. Los entrenadores no están formados para educar y los maestros no ven más allá de las puertas de las aulas.

El baloncesto en particular y el deporte en general han perdido su propósito. No han asumido su función como herramienta educativa en todas sus dimensiones. Sin embargo tienen la oportunidad de ser la referencia en el desarrollo de habilidades, competencias y valores.

Este libro es la puesta en valor del baloncesto en toda su extensión. Es una guía para hacer del baloncesto una herramienta educativa. Es un libro que debería estar en la mesilla de cualquier entrenador de niños y jóvenes. Pero lo que lo hace especial es que es un libro que debería leer cualquier padre, que debería estar en cualquier club o asociación deportiva, y que debería tener cualquier colegio que tenga actividades deportivas escolares o extraescolares.

De repente, con este libro el baloncesto adquiere aún más sentido. El baloncesto entiende cuál es su propósito y aterriza todos estos conceptos en un plan de acción real y aplicable cada día. Adaptando la frase de Ana Muñoz, «el baloncesto no sirve para nada a no ser que sirva para algo». Ángel nos ofrece una «master-class» de cómo el baloncesto sirve, entre otras, para algo muy relevante: educar.

Ángel Sanz

Emprendedor deportivo y ex-jugador de cantera del Real Madrid

Introducción

Aún recuerdo cuando tenía unos ocho años y vivía en un pueblo de Cuenca llamado San Clemente. Una mañana, cuando salimos al recreo me encontré con que habían instalado varias canastas pequeñas de baloncesto. Ahí empezó mi flechazo con este deporte. Había escuchado en la radio la retransmisión de algún partido y tenía metidas en la cabeza expresiones como «suspensión de Brabender», «gancho de Luyk»… pero entonces, con las canastas en el colegio, podía coger un balón y ser yo el que viviera la experiencia de jugar y encestar. Me atraía la sensación de meter el balón por el aro.

Un par de años después, mis padres se fueron a vivir a Madrid y tuve la suerte de estudiar y jugar en el Colegio Nuestra Señora del Buen Consejo. Allí empecé a jugar y tuve mis primeros entrenadores como Ángel Pardo y César Agudín. Más tarde jugué en el club del banco donde trabajaba mi padre, Banesto, donde conocí a Demetrio Pintado, un enamorado del baloncesto y bellísima persona. A los diecisiete años, aunque seguía siendo jugador, me empezó a llamar la atención el entrenar a otros. Un año después, un entrenador y amigo, Juan Ignacio Larrañaga, me pidió que lo sustituyera en un partido. La experiencia de ese partido, la actitud de los niños y el clima de los padres y de los familiares me cautivaron. Cuando Juan Ignacio me dijo que él no podía seguir en el equipo me hice cargo del mismo y con él acumulé durante varias temporadas un montón de buenos momentos y vivencias que me marcaron como persona y como entrenador. Durante esa etapa entrené en las categorías premini, mini e infantil.

No puedo dejar de mencionar a dos padres sacerdotes: Francisco Cosgaya y Manuel Vázquez Ares. Ambos fueron muy importantes para mí durante mi etapa colegial. Muchos años después el padre Vázquez fue quien me casó y actualmente seguimos teniendo mucho contacto profesándonos una profunda amistad.

Pasado un tiempo, uno de mis entrenadores del colegio, Ángel Pardo, me llamó y me incorporó a un club que me cambió radicalmente como entrenador: el C.B. Inmobanco. Esta era una entidad satélite del Real Madrid encabezada por D. Raimundo Saporta y contaba con unos técnicos sensacionales liderados por Ignacio Pinedo. Ángel Pardo, Tirso Lorente y Miguel Ángel Martín completaban un equipo técnico de primera categoría y fueron esenciales para situar mi baloncesto en el camino correcto.

Cuando el club desapareció me quedé solo entrenando en el colegio hasta que fruto de mi trabajo y de la buena suerte me llamó Clifford Luyk, por entonces jefe de la cantera y ayudante de Lolo Sainz en el Real Madrid. En el club entrené en categorías cadete y juvenil y fue mi pasión por el baloncesto y el destino los que me pusieron en el camino del primer equipo del Real Madrid al fichar primero a George Karl, que fue quien me dio la opción de subir al primer equipo.

En la temporada siguiente, la llegada de Ignacio Pinedo, D.E.P, con el que había estado en el C.B. Inmobanco, me llevó a ser ayudante, y tras su muerte durante un partido de competición Europea (Copa Korac) frente al equipo italiano del Clear Cantú me convertí en el primer entrenador del equipo hasta el final de temporada.

Durante las dieciocho temporadas que estuve en el club, además de actuar como primer entrenador fui ayudante en muchas ocasiones. Entrené al equipo filial en Guadalajara, en lo que entonces era la segunda división tras la ACB, a los equipos filiales cuando jugaron en liga EBA y alterné en los periodos vacacionales con actividades de la FEB en las operaciones Siglo XXI con los jóvenes de mayor proyección a nivel nacional, Selección Nacional de Mini, Selección Nacional Junior y Selección Nacional Sub-23. Cuando salí del club mi vida deportiva había estado muy ligada a la liga LEB ORO.

Te cuento todo esto, no para decirte lo que he hecho como entrenador, ya que lo puedes ver en mi currículum, sino para que entiendas que empecé como tú en un colegio, que tuve seguramente tus mismas vicisitudes, inquietudes y vivencias. Que he pasado prácticamente por todas las categorías de base del baloncesto nacional hasta que el destino, la suerte y la pasión me llevaron más arriba y me permitieron vivir lo que era mi ilusión al más alto nivel profesional.

Tengo claro que los muchos años que llevo entrenando –concretamente treinta y ocho– no me hacen poseedor de la razón, pero sí me aportan la experiencia suficiente como para ver las cosas de otra manera y querer poder ayudarte. La experiencia de alguien que empezó desde abajo y llegó a la élite, lo que me permite ver el baloncesto de formación desde una perspectiva muy particular y personal que es la que quiero transmitirte con este libro.

Hace mucho tiempo que vengo pensando qué puedo aportar a la formación de los entrenadores respecto a lo que se está haciendo en este momento. Son muchos los partidos y los entrenamientos de niños y jóvenes de todas las edades que he podido ver durante los últimos años. Son muy numerosas las percepciones acumuladas acerca de cómo se entrena y cómo se dirigen los partidos en muchos lugares: Madrid, León, Tenerife, Mallorca y Pamplona, entre otros. Últimamente he observado más, si cabe, como consecuencia de ir a ver jugar a mi sobrina Estela y a mi sobrino David. Y te puedo asegurar que todo lo que he observado es muy mejorable.

Siento una enorme ilusión por poder ayudarte a ti, que trabajas con los más jóvenes, y darte mi visión de lo que debe ser una formación deportiva y humana. Con esta idea escribo este libro, que quiero que sea una herramienta para ti, tanto si empiezas como si ya entrenas, siempre y cuando quieras aprender otra manera de hacer las cosas o refrendar lo que ya haces con lo que yo he aprendido.

Sueño y realidad

Tengo un sueño; te lo voy a contar.

Veo que el deporte en general y el baloncesto en particular constituyen una potente herramienta educativa a disposición de los centros de enseñanza y de los clubs deportivos privados para lograr la formación integral de las personas.

Veo que se ha creado un programa colectivo asentado en cuatro pilares básicos: la familia, el colegio o el club, el entrenador y el niño, donde nadie se queda fuera y en el que todos participan activamente. Los tres primeros asumen toda la responsabilidad en la formación del niño. El entrenador es muy valorado por todos, tanto profesional como económicamente.

También veo que ese programa se extiende durante todo el periodo escolar hasta que el niño acaba el colegio, y que tiene como objetivo formarlo de modo integral, pues se preocupa por su formación deportiva, personal y académica.

En este programa el niño es el gran protagonista y lo que da verdadero sentido al programa; y bueno, no me lo puedo creer, además es respetuoso con su proceso evolutivo pues tiene en cuenta las diferentes características fisiológicas, psicológicas y sociales por las que el pequeño pasa en sus diferentes etapas.

Estoy despertando del sueño pero aún puedo ver algunos retazos del mismo y me parece observar el resultado de todo ese enfoque. Entre todos se ha conseguido formar a un buen deportista en el presente y para el futuro, a un individuo académicamente sólido, a una buena persona y a un ciudadano ejemplar dotado de valores que le pueden ayudar a mejorar la sociedad.

***

Aunque acabo de despertar, tengo mi sueño reciente. No quiero olvidar las cosas importantes del mismo con la intención de aprovechar todo lo que sea posible para aplicarlo a nuestra realidad.