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Editado por HARLEQUIN IBÉRICA, S.A.

Núñez de Balboa, 56

28001 Madrid

 

© 2002 Linda Susan Meier

© 2014 Harlequin Ibérica, S.A.

Por una noche, n.º 1754 - diciembre 2014

Título original: Married in the Morning

Publicada originalmente por Silhouette® Books.

Publicada en español en 2003

 

Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial. Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.

Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.

® Harlequin, Jazmín y logotipo Harlequin son marcas registradas propiedad de Harlequin Enterprises Limited.

® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia. Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited. Todos los derechos están reservados.

 

I.S.B.N.: 978-84-687-5582-3

Editor responsable: Luis Pugni

 

Conversión ebook: MT Color & Diseño

www.mtcolor.es

Índice

 

Portadilla

Créditos

Índice

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo 10

Publicidad

Capítulo 1

 

Cuando Gina Martín se despertó, lo primero que escuchó fue el sonido de la ducha.

Una suave sábana cubría su cuerpo desnudo y la habitación olía a… ¿canela?

Abrió los ojos de par en par, pero al sentir una punzada de dolor en la cabeza, los volvió a cerrar.

Se dio cuenta de que no estaba en su dormitorio. Por el tipo de mobiliario y la forma y tamaño de la habitación, supo que estaba en un hotel.

Había alguien en la ducha y ella estaba en la cama desnuda…

¡Dios mío!

Gerrick Green, vicepresidente de Hilton-Cooper-Martin-Foods, la cadena de supermercados que pertenecía al padre de Gina, y ella, se habían encontrado inesperadamente en un pequeño bar donde cada uno había quedado con un amigo.

Después de un rato esperando, se dieron cuenta de que a ambos les habían dado plantón. Hasta aquel momento, Gina no supo que Gerrick había conseguido otro trabajo y él le había informado acerca de los pormenores. Le habían ofrecido el puesto de director en una floreciente cadena de supermercados al norte del país y él ya le había entregado la dimisión a su padre. Aunque Gina era la directora de recursos humanos y por lo tanto, la persona que lo sustituiría, se había alegrado por él.

Recordaba haber sugerido que lo celebraran ya que no podía dejar pasar algo tan importante en su vida sin un poco de pompa. Recordaba que Gerrick se había reído y que finalmente había aceptado.

También recordaba que él la había agarrado de la mano, porque para sorpresa suya, no quiso quedarse en aquel bar. Entre risas y sin soltarle la mano, la había metido en un taxi y habían ido al aeropuerto a tomar un vuelo a Las Vegas, porque decía que era el mejor sitio para celebrarlo.

Y tenía razón. La ciudad era hedonista y decadente, y ofrecía todo tipo de posibilidades.

Debido a la diferencia horaria con Atlanta, llegaron más o menos a la misma hora a la que habían salido, así que cenaron y asistieron a un espectáculo antes de retirarse a sus respectivas habitaciones. El sábado por la mañana se fueron de compras y volvieron al hotel para ponerse la ropa nueva antes de hacer turismo por la ciudad.

Pero el sábado por la tarde fueron al casino. Gina recordaba haberse dejado embaucar por unas máquinas de póquer y por lo que recordaba, había ganado todas las partidas. Después, se habían acercado a las mesas donde se jugaba a las cartas y ella había continuado con su racha de suerte, de manera que se quedaron en el casino. Recordó haber reído y bailado de alegría por su buena fortuna y que Gerrick la había dado un beso que la había sorprendido porque no había sido un simple beso entre amigos, sino un apasionado beso cargado de promesas. Lo último que recordaba era a la camarera sirviéndoles copa tras copa de champán…

Pero no recordaba haber cenado y después de la copa número cinco, todo empezaba a difuminarse. Desde luego no recordaba cómo había acabado en una habitación que obviamente compartía con la persona que se estaba duchando. Y aunque no estaba cien por cien segura de quién era, podía adivinarlo.

Se pasó una mano por el pelo, de color negro azabache, justo cuando se abría la puerta del cuarto de baño. Rápidamente tiró del borde de la sábana y se tapó hasta el cuello.

Justo a tiempo. Gerrick apareció y el corazón de Gina se paralizó.

Tapado únicamente con una toalla alrededor de la cintura y con el pelo aún húmedo de la ducha, no parecía en absoluto arrepentido. Sus ojos verdes brillaban de felicidad, pero Gina no fue capaz de mantener su mirada y desvió la vista para encontrarse con unos musculosos brazos y pecho. Un ligero vello oscuro cubría sus pectorales y bajaba hacia su vientre.

Gina se sintió terriblemente avergonzada, pero no tuvo tiempo de pensar en ello. Gerrick se acercó al borde de la cama y sujetándola por los hombros, la levantó y la besó. Mientras la boca de Gerrick se deleitaba con la suya, ella experimentó una multitud de sensaciones por todo su cuerpo; desde el placer inesperado hasta el completo aturdimiento. Gina percibió el aroma del jabón de la ducha, saboreó la pasión en su beso y sintió que sus brazos se desplomaban debilitados a los lados.

Gerrick la estrechó contra él, acomodando sus pechos contra su torso y Gina sintió que el pulso se le aceleraba. Después, la dejó de nuevo sobre la cama sin dejar de mirarla fijamente. Sujetó su cara con sus fuertes manos y la miró a los ojos.

–Buenos días.

Gina tragó saliva.

–Buenos días –contestó ella.

La sorprendió el ronco tono seductor de su propia voz y el cariño en la voz de él. Si fuera una jugadora, y después del día anterior resultaba obvio que lo era, apostaría porque aquel hombre no se sentía simplemente atraído por ella. La adoraba.

Sin dejar de sonreír, Gerrick se apartó.

–Dame la llave de tu habitación y cuando me haya vestido, saldré a buscar tu ropa. Nuestro vuelo sale dentro de tres horas, pero deberíamos estar en el aeropuerto al menos dos horas antes. Había pensado que podemos desayunar allí después de facturar el equipaje.

Mientras él hablaba, Gina continuaba encajando las piezas de aquel puzzle. Su ropa limpia estaba en otra habitación y él había sido lo suficientemente caballeroso para ofrecerse a ir a buscarla, pero si iba ella misma, tendría tiempo para pensar tranquilamente en lo que había pasado y en cómo había acabado ella en su habitación, haciendo Dios sabe qué.

–¿Qué te parece si me marcho a mi habitación a vestirme? –preguntó ella. No quería insultarlo ni ponerse en ridículo pareciendo tonta o nerviosa–. Así no nos pelearemos por el espejo del cuarto de baño.

Gerrick se rio abiertamente.

–Tenemos permiso para utilizar el baño al mismo tiempo.

–No digas tonterías.

Gina hizo un amago de bajarse de la cama, pero recordó que estaba desnuda. Obviamente habían hecho el amor la noche anterior, pero a la luz del día y completamente sobria, no se sentía con fuerzas para mostrarse desnuda, así que con cuidado, volvió a su posición original.

–Aún no estás vestido y yo puedo ponerme la misma ropa de ayer, ducharme y vestirme otra vez para encontrarme contigo en el vestíbulo dentro de media hora. Así tendremos tiempo de sobra para desayunar en el aeropuerto.

–¿Estás segura?

–Sí –dijo ella, sorprendiéndose de lo tranquila y sofisticada que parecía–. Termina de prepararte y yo bajaré al vestíbulo en cuanto esté lista.

Cuando dijo aquello, Gina pensaba que él volvería al cuarto de baño, pero en vez de eso, Gerrick dejó caer la toalla y se acercó al armario. Su corazón se detuvo y se quedó boquiabierta al ver su maravilloso cuerpo. Tenía los hombros anchos, las nalgas prietas y los músculos de sus piernas estaban bien definidos. Era perfecto.

Sin embargo, no parecía avergonzarle el hecho de estar desnudo delante de ella y parecía esperar el mismo comportamiento por su parte. ¿Qué podía hacer?

Gina miró a su alrededor en busca de su ropa. Junto a la puerta había unas sandalias rojas, sobre el respaldo de la silla descansaba una blusa roja y unos pantalones de color marrón estaban tirados en medio del suelo. Había un sujetador rojo encima… de la lámpara y un tanga, también rojo, colgaba de las cortinas. Hicieran lo que hicieran la noche anterior, debió de ser muy salvaje.

Gina contuvo un escalofrío, pero no pudo evitar tragar saliva. No solo no era propio de ella aquella ropa interior, sino que no recordaba cómo el tanga había llegado hasta la cortina.

Pensó que no podía continuar con aquella tranquila farsa, de manera que se envolvió con la sábana y se bajó de la cama.

Se acercó a la lámpara para recoger el sujetador y por el reflejo en el espejo, vio que Gerrick la estaba observando, pero decidió ignorarlo mientras recogía el resto de su ropa. Desgraciadamente, cuando se acercó a la cortina para recoger el tanga, se dio cuenta de que no llegaba.

Algo le dijo que podía pasar sin él y cuando estaba a punto de dar media vuelta, Gerrick se acercó a la ventana y recogió el tanga por ella. Gina sintió que una ola de vergüenza inundaba su cuerpo. Se sintió mortificada. Pero Gerrick se limitó a besarla en los labios antes de entregarle la prenda. Después, se metió en el cuarto de baño.

Gina suspiró aliviada y se vistió con rapidez. Encontró un pequeño bolso rojo y asumió que era suyo, así que hurgó en busca de su monedero y de la llave de su habitación. Mientras lo hacía, notó un destello y sintió un peso inusual en el dedo anular de su mano izquierda. Giró la mano con tanta rapidez que la mayoría de las cosas que tenía en el bolso cayeron al suelo, y cuando vio el anillo con tres diamantes, se desplomó sobre la cama. Le temblaban las rodillas y sus músculos se agarrotaron.

No solo se había acostado con Gerrick Green. Por lo visto, también se había casado con él.

Sin perder ni un segundo más, Gina recogió sus pertenencias del suelo y salió de la estancia. Mientras bajaba en el ascensor a su habitación, golpeó nerviosamente el pie en el suelo. Cuando entró en su cuarto, se quitó la ropa con más rapidez de la que se había vestido y se metió en la ducha; mientras el agua caía a su alrededor, gritó.

 

 

–Hola.

–Hola.

Cuando Gina lo saludó, Gerrick deslizó un brazo alrededor de su cintura y la acercó hacia él para besarla. Aquello confirmó la única conclusión a la que había sido capaz de llegar: Gerrick no se arrepentía de haberse acostado con ella y no se arrepentía de haberse casado con ella. Probablemente no sabía que ella no recordaba nada de todo aquello y Gina se preguntó cómo iba a salir de aquella situación sin perder la dignidad.

–Tomemos un taxi –dijo Gerrick y recogió el bolso de mano que ella había adquirido el día anterior para guardar la ropa nueva que se había comprado.

Después de pagar, salieron del hotel y se dirigieron a la fila de taxis. Gerrick metió el equipaje en el maletero, ayudó a Gina a entrar en el coche y se sentó junto a ella.

Gina lo miró y sonrió, pero durante los quince minutos que duraba el trayecto hasta el aeropuerto, necesitaba pensar, así que volvió la cara y miró por la ventanilla como si estuviera observando la ciudad.

Conoció a Gerrick cuando ella tenía dieciséis años y él veintidós. Acababa de salir de la universidad para empezar a trabajar para su padre. Por aquel entonces, ella pensaba que era un tipo guapo: alto, moreno y atractivo. Pero tenía seis años más que ella y aquel había sido el final de la historia.

Cuando Gina cumplió veintidós años, comenzó a trabajar en la empresa de su padre. Rápidamente comenzó a ascender en el escalafón de los ejecutivos porque era la hija del director y accionista mayoritario, y por lo tanto, la persona que algún día asumiría el mando de la empresa. Algunos ejecutivos se habían sentido resentidos hacia ella, pero Gerrick le dio la bienvenida y por aquel gesto, se había sentido inmediatamente atraída hacia él. Pero también sabía que algún día sería su jefa, de manera que mantuvo las distancias.

Y él también.

Durante los últimos seis años, habían trabajado juntos, intercambiado comentarios acerca de sus vacaciones, pero nunca habían mantenido una conversación seria hasta el viernes anterior.

Y al domingo siguiente estaban casados.

Sorprendentemente, una parte de ella no se arrepentía de haberlo hecho. Le gustaba, era un buen hombre y lo conocía desde hacía doce años. Durante aquel tiempo había demostrado ser generoso, sincero y trabajador.

Y a Gina siempre le había gustado. Por tonto que pareciera, se habría convertido en su novia con un simple empujón.

Gerrick le sujetó la mano, la apretó ligeramente y sonrió. Gina sintió que se mareaba.

¿Podía continuar con aquello?

¿Era capaz de casarse con un hombre al que apenas conocía, pero con el que estaba encaprichada?

Lo deseaba tanto que le asustaba.

Cuando llegaron al aeropuerto, facturaron el equipaje y buscaron una cafetería. Gerrick no soltó su mano en ningún momento y Gina se sintió joven y guapa, a punto de comenzar una vida nueva con un hombre maravilloso. Por primera vez desde que su novio Chad la dejó, se sintió feliz… esperanzada.

La vida volvía a tener sentido para ella. Tenía otras cosas que hacer a parte de ser la hija de Hilton Martín

–Bueno –dijo Gerrick en cuanto la camarera les sirvió el desayuno–. Creo que tenemos que hablar.

–Sí. Supongo que sí –dijo Gina, aunque aún no estaba segura de cómo enfrentarse a aquella situación.

Aunque decidiera continuar casada con él, tendría que confesarle que no recordaba nada, y en cuanto lo hiciera, Gerrick no querría seguir casado con ella. Lo cual dejaba la decisión en manos de él y la entristecía. Si Gerrick le decía que no podía estar casado con una mujer que en realidad no se había comprometido, toda aquella diversión se acabaría.

Pero debía hacer lo correcto.

–Gerrick, no sé por dónde empezar…

–Lo primero que tenemos que decidir es cómo trasladarte de Atlanta a Maine en dos semanas.

–¿Disculpa?

–No puedes quedarte en Atlanta si estás casada con un hombre que vive en Maine –dijo Gerrick, riéndose.

Gina se recostó en la silla. Aquella era la primera razón por la que aquel matrimonio no resultaría: toda su vida había estado oyendo cómo algún día asumiría el mando de la empresa y se veía a sí misma como una ejecutiva. Ahora, era la esposa de un ejecutivo y no sabía si aquello le gustaba. Ni siquiera sabía si podría continuar con ello.

–¿Sigues pensando en marcharte a Maine? –preguntó ella.

–Este trabajo es lo más importante que me ha ocurrido. No puedo rechazarlo.

–Algunos pensarían que el matrimonio es lo más importante que te podría ocurrir…

Gerrick alargó el brazo por encima de la mesa, sujetó su mano y se la llevó a los labios para besarla.

–Y no se equivocarían.

Gina sintió que el estómago le daba un vuelco y se le llenaron los ojos de lágrimas. ¡Era tan romántico! Incluso su aspecto era romántico: sus oscuros ojos estaban cargados de cariño y su perfecta boca insinuaba una sonrisa. Con aquellos vaqueros y la sencilla camisa debería haber tenido un aspecto desaliñado. Pero era un tipo verdaderamente guapo.

¿Cómo iba ella a rechazarlo?

–Entonces sería mejor asimilar un gran cambio antes de hacer otro.

–No digas tonterías. Somos dos de las personas más inteligentes que conozco. Podemos arreglar esta situación con los ojos cerrados.

La facilidad y naturalidad con la que la llamaba inteligente hizo que el corazón le diera un vuelco. Muchas personas creían que estaba donde estaba gracias a su familia. Pero Gerrick la estaba demostrando que sabía mucho más sobre ella que lo que la mayoría de las personas veían en ella.

Gina se humedeció los labios. Parecía tan seguro, tan feliz…

Parecía conocerla y amarla. Su amor le hizo desear cosas que nunca pensó que tendría y sintió ganas de dejarlo todo por la vida que él le ofrecía.