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Editado por Harlequin Ibérica.

Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Núñez de Balboa, 56

28001 Madrid

 

© 2003 Elizabeth Harbison

© 2015 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Una princesa de vacaciones, n.º 1806 - agosto 2015

Título original: Princess Takes a Holiday

Publicada originalmente por Silhouette® Books.

Publicada en español 2003

 

Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.

Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.

Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.

® Harlequin, Jazmín y logotipo Harlequin son marcas registradas propiedad de Harlequin Enterprises Limited.

® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia.

Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited. Todos los derechos están reservados.

 

I.S.B.N.: 978-84-687-6868-7

 

Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.

Índice

 

Portadilla

Créditos

Índice

Prólogo

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo 10

Capítulo 11

Capítulo 12

Epílogo

Si te ha gustado este libro…

Prólogo

 

Habían pasado más de diez años desde que la princesa Teresa de Corsaria había conducido un coche por última vez.

Aquella tarde, mirando por la ventana de su suite en el Hotel Four Seasons en Washington D.C., había sentido un pinchazo de envidia al ver a la gente andando por la Avenida de Pennsylvania. Andando, conduciendo, incluso simplemente permaneciendo de pie en una esquina… ninguno de ellos se daba cuenta de la suerte que tenía al poder salir a la calle sin que nadie les dijese que era un riesgo para su seguridad.

La princesa Teresa, que había pasado sus primeros veintiún años de vida como Tess McDougall, de Liberty, Ohio, se acordó de lo que era aquello. Hasta sus diecinueve años había estado en un colegio en Inglaterra, en un programa de intercambio. Nadie se había fijado particularmente en nada de lo que ella había hecho. Hasta que su compañero de clase, Philippe Carfagni, le había pedido salir en una cita. Entonces todo el mundo se había interesado por ella. Porque Philippe Carfagni, daba la casualidad que era el príncipe heredero de Corsaria, un pequeñísimo, pero muy elegante principiado en la costa italiana.

El romance había sido anunciado a los cuatro vientos. Los titulares sobre la boda habían llenado los periódicos de toda Europa. Todos habían comentado su vida junto al guapo príncipe y su maravilloso castillo de hacía más de quinientos años a la orilla del mar. Ella debería haber sabido que aquella rocosa costa, preciosa pero peligrosa, era el presagio de acontecimientos venideros.

Tess había pensado que estaba enamorada de Philippe, realmente lo había pensado, pero no le había costado mucho darse cuenta de que realmente se había enamorado de la idea de estar enamorada de un príncipe. Y la idea de un príncipe había chocado fuertemente con la caprichosa realidad.

La imprudencia había acabado con la vida de Philippe. En un viaje de esquí en Suiza había retado a su guardaespaldas a bajar una pista muy peligrosa. Casi inmediatamente, una pequeña avalancha había derribado a los dos, convirtiendo a Tess en una princesa viuda. Si no hubiese sido por la hermana pequeña de Philippe, María, Tess hubiera vuelto a Estados Unidos tan pronto como hubiera pasado un periodo respetable de luto. Desgraciadamente, no lo había hecho. Revistas y periódicos habían seguido considerando su historia rentable y no habían dejado de escribir sobre ella. La situación se había hecho todavía más difícil al estar rodeada por dispositivos de seguridad que no dejaban de decirle que no era seguro ir a aquel barrio o a tal tienda, o que en aquel restaurante había demasiada gente.

–¿Madame? –la voz encogida de su secretaría personal, Clara, la sacó de sus pensamientos.

–Lo siento –Tess echó un último vistazo a la gente de la calle, suspiró y se dio la vuelta hacia Clara–. ¿Qué estabas diciendo?

–Que la Fundación Boden acaba de llamar y ha dicho que la función benéfica de esta noche ha conseguido aproximadamente tres millones de dólares para la investigación de cáncer de mama.

–¡Estupendo! –dijo Tess dando palmaditas–. Entonces ha merecido la pena el viaje.

Se acercó hasta su armario y colgó su vestido de diseño. Era espectacular y muy poco práctico, como la gran mayoría de las cosas en su vida.

–Tiene otros compromisos –señaló Clara–, su cita con el embajador…

Tess suspiró recordando su última cita con el embajador. Se había pasado dos horas declarándose.

–La inauguración de la nueva tienda de Luigi, el diseñador de Corsaria…

Luigi había estado intentando relacionar el nombre de la princesa con su moda durante años y había ganado mucho dinero con sus negocios, de una manera un tanto deshonesta. Ella no quería tener nada que ver con él.

–¿Por qué no lo cancelas? –dijo ella mirando el vestido–, y la cita con el embajador también. Simplemente diles que me encuentro mal –dijo ella poniéndose el camisón.

–Muy bien, madame. Si así lo desea…

–Así es –respondió ella dirigiéndose hacia su cama y retirando la colcha que la cubría–. ¿Hay algo que merezca la pena en el calendario de esta semana?

–Una fiesta benéfica de la Fundación Gatos Necesitados, una asociación que ayuda a respetar a los gatos.

–Creo que me he acatarrado, cancela todos los compromisos de esta semana.

–Sí, madame. Ahora mismo –dijo Clara mirándola por última vez antes de salir de la habitación.

Tess la miró hasta que se fue, entonces apagó la luz y se tumbó en la cama. Su corazón latía con fuerza. No podía seguir viviendo aquella vida. Gatos necesitados, diseñadores mimados, diplomáticos lascivos… aquello no era la vida que ella se había imaginado tener. Quería ser útil a las personas, ser una ayuda genuina, contribuir positivamente a la sociedad. Una vez había querido ser profesora de colegio, probablemente hubiera tenido una vida más llena.

Quería ser una de aquellas personas que andaban por la calle, ¿por qué no? María pronto la sustituiría en los actos benéficos en Corsaria y ya no habría ninguna razón para quedarse allí. Podría empezar una nueva vida.

Aquello la emocionaba tanto que su corazón seguía latiendo con fuerza. Empezar de nuevo… y qué mejor momento que aquel. Después de todo, Clara había dejado su calendario libre de compromisos. Por primera vez en muchos años, Tess era la dueña de su tiempo y quería disfrutarlo en paz y tranquilidad. Sola.

Decidió lo que iba a hacer. Iría a la playa de Sapphire, en el norte de la costa californiana, donde pasaba sus veranos cuando era una niña. Sin guardaespaldas, sin secretaria, sin nadie que interfiriese en su privacidad. Tess se iba a tomar unas vacaciones.