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Procedencia de los textos

«Prämisssen». Escrito para este tomo, 1994.

«Das Versprechen der Auslegung». Escrito para un coloquio en la University of California St. Barbara, marzo de 1983; publicado por primera vez en Spiegel und Gleichnis - Festschrift für Jacob Taubes, eds. N. W. Bolz y W. Hübener (Wurzburgo: Königshausen & Neumann, 1983). Versión revisada y coregida.

«“Disgregation des Willens”». Escrito en enero 1984 para el colquio «Reconstructing Individualism» en el Humanities Center de la Stanford University y publicado en una primera versión en alemán en los Nietzsche-Studien, tomo 15 (Berlín/Nueva York: De Gruyter, 1986). Revisado para esta edición.

«Lectio: de Mans Imperativ». Publicado, en una versión anterior, traducida por Susqan Bernstein, en: Reading de Man Reading, eds. Lindsay

Waters y Wlad Godzich (Minneapolis: University of Minnesota Press, 1989).

«Der ausgesetzte Satz». Una versión anterior fue publicada bajo el título «Der Satz der Gattung» en Modern Language Notes 95 (1980).

«Das Beben der Darstellung». Una versión anterior, abreviada, fue publicada en Positionen der Literaturwisssenschaft, ed. D. Wellbery (Múnich: Beck, 1985).

«Die Geste im Namen». Proveniente de conferencias en Yale University y Brown University (Providence), 1991 y 1992.

«Die Sekunde der Inversion». Escrito en 1984. Publicado primero en la traducción al inglés hecha por William Jewett en Yale French Studies 69 (1985), luego en la traducción al francés de Jean-Luc Nancy en Contre-jour, ed. Martine Broda (París: les Éditions du Cerf, 1986), y en Paul Celan, eds. W. Hamacher y W. Meninghaus (Frankfurt a. M.: Suhrkamp, 1988).





Esta traducción se realizó en el marco del proyecto Fondecyt Regular, N° 1171146, «Lengua, traducción, pensamiento: Hegel-Freud-Hamacher», periodo 2017-2019.



Registro de la Propiedad Intelectual Nº 289.516

ISBN Edición Impresa: 978-956-9843-55-6

ISBN Edición Digital: 978-956-9843-56-3

Imagen de portada: Anselm Kiefer, Für Paul Celan: Aschenblume (detalle), 280 x 760 cm, 2006. © Anselm Kiefer. Fotografía: Todd-White Art Photography. Colección privada.

Diseño de portada: Paula Lobiano 

Corrección de estilo y diagramación: Antonio Leiva

Traducción: Niklas Bornhauser Neuber

Editor: Gustavo Bustos Gajardo


© Suhrkamp Verlag Frankfurt am Main 2006

De esta edición © ediciones / metales pesados

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Santiago de Chile, julio de 2018


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Índice

Nota del traductor


Premisas. A modo de introducción


La promesa de la interpretación. Acerca del imperativo hermenéutico en Kant y Nietzsche


«Disgregación de la voluntad». Nietzsche acerca de individuo e individualidad


Lectio. Imperativo de De Man


La proposición expuesta. La trasposición poetológica de Friedrich Schlegel del principio absoluto de Fichte


El temblar de la (re)presentación. «El terremoto en Chile» de Kleist


El gesto en el nombre. Benjamin y Kafka


El segundo de la inversión. Movimientos de una figura a través de los poemas de Celan


Procedencia de los textos


Nota1 del traductor

Esta traducción no es ni pretende ser una traducción desafectada. Más bien, se puede hablar de una afección al menos doble, que puede ser desglosada siguiendo el trazo de Eros y de Tánatos. Por un lado, es posible distinguir la pasión [Leidenschaft] –una afección que crea [schafft] sufrimientos [Leiden]–, despertada por la fascinación de un pensamiento diferente, un pensamiento otro, quizá incluso, parafraseando una figura del pensar que atraviesa todo el pensamiento de Werner Hamacher, algo distinto al pensamiento, otro del pensamiento. Dicha pasión se materializa encarnándose en la pulsión investigativa, en el irrenunciable deseo de comprender lo que Werner Hamacher quiere-decir en cada uno de sus textos, viéndose confrontado, una y otra vez, con los límites del pensar, con lo no-pensado y, quizá, impensable. Por el otro lado, está la muerte de su autor, una muerte acontecida mientras este texto se estaba traduciendo, y que condena a un trabajo de duelo interminable, en suma, imposible. Por lo tanto, este trabajo de traducción, afectado como lo está por el entusiasmo y la admiración que despertó el encuentro con él y con su pensamiento, se ha visto entremezclado con el trabajo de duelo, ha tenido que lidiar con la inmensa ausencia que su muerte ha dejado en muchos de quienes lo admiramos. Como resultado de lo anterior, el trabajo traductivo realizado, entre la vida y la muerte, se ha esforzado por dejar que su voz resuene, en lo que tiene de auténtica, de impropia y de ajena, en las decisiones que le dan forma a esta traducción de su libro Comprender detraído.

La traducción en general [überhaupt], pero la traducción de este texto en particular, más que realizar una transliteración definitiva, un perentorio y resolutivo «trasvasije del sentido» de una obra, acaso distinguida como original, a otra, identificada por defecto como derivada, deja en evidencia que en el mejor de los casos puede ser concebida como un eterno work in progress. Una faena, desde luego, laboriosa, que exige una aplicación a veces puntual, pero constante, sin embargo, al fin y al cabo, por mucho que se esmere, sigue siendo un trabajo inacabado, que en el mejor de los casos inconcluye en una tentativa, un esbozo preliminar de algo que nunca sale de su condición de lo previo. Como si esto fuera poco, como es consabido, es un trabajo que siempre traiciona. Un trabajo, por definición, infiel. En este caso, la empresa traductiva de Entferntes Verstehen se abre paso [bahnen], no sin cierta dificultad, a través de los numerosos potenciales de resistencia con los cuales se ha encontrado en su accidentado camino y que tienen como contraparte la fascinación que en su momento motivó su traducción y que sigue suscitando: primero, la enceguecedora y mortífera belleza del texto, al menos para un lector ingenuo, esconde su inconmensurable complejidad, localizable no tan solo en uno de sus estratos, acaso el más «superficial», sino en varios de sus registros: vocabulario, estilo, composición, puntuación, etc. Segundo, lo que en la edición de la editorial Suhrkamp parecía ser un libro manejable (pues se podía tener en una mano), blando (como su tapa y contratapa), de un orden lineal (por la presentación), incluso ligero, no hizo sino ocultar su real magnitud: no solamente que la extensión del texto en total y de cada uno de los ensayos que lo componen resultara sorprendente (lo que podría atribuirse a la ingenuidad del traductor), sino que cada relectura del texto producía otros libros hasta que se presentara como el libro monumental, (reflexivamente) insubordinado, enrevesado, gobernado por lógicas múltiples, y pesado (debido a la contundente materialidad de su pensar) que es. Tercero, confrontado con el imperativo de traducir de una lengua determinada a otra, la relativa escasez de palabras de una de ellas se enfrentaba, oponiéndose, a la abrumadora riqueza de sinónimos, una opulencia que atenta justamente contra la frugal articulación del pensar encarnado en determinadas palabras – y no otras. Es por esto, y por otras razones más, que no viene al caso mencionar, que este trabajo ha estado marcado, incluso antes de empezar, como un trabajo infinito, inconcluso, inacabado e imperfecto [unvollendet]. Se podría hablar, incluso, de un trabajo fallido, en todo caso, de un trabajo en falta. En este caso, la deuda contraída –insaldable, imposible de ser pagada– es con Werner Hamacher, y no tan solo con su extraordinario pensamiento, sino con su tremenda generosidad. Hospitalidad y falta se entrelazaron, visto retrospectivamente, en el primer encuentro con su autor en verano del 2015 en Frankfurt a.M., específicamente en el café Taboo, a pocas cuadras del campus Westend de la Goethe-Universität. Y es que este encuentro estuvo marcado por la preocupación [Sorge] luego transferida al trabajo derivado a partir de él: ese mismo día, el 18 de marzo, a raíz de la inauguración de un nuevo edificio del Banco Central Europeo se había anunciado una manifestación de la agrupación Blockupy en el centro de Frankfurt; el año anterior, en el contexto de otra manifestación, el actuar de la policía había sido el de acordonar a un grupo de manifestantes –empleando carros lanza-aguas en su contra sin importar que había entre los manifestantes niños y mujeres embarazadas–, hecho que causó no tan solo bastante polémica entre la opinión pública, sino que tuvo como efecto una serie de manifestaciones masivas en Berlín, Frankfurt, Hamburgo y Stuttgart. Como consecuencia de lo anterior, había una expectación ansiosa, libremente flotante, en toda la ciudad, difícilmente apaciguada por el despliegue visible de las fuerzas policiales: helicópteros, carros blindados, policías armados, etc. Una vez que encontré el café –por precaución y nerviosismo había llegado con más de una hora de antelación– me dediqué a dar vueltas alrededor de él. Cada vez que vislumbraba un hombre con las características que le atribuía a Werner Hamacher (tan solo lo había visto en fotos, y en un video de un seminario impartido en la EGS), lo miraba con ansiedad apenas disimulada, esperando alguna señal de complicidad o reconocimiento. Cuando finalmente apareció, no tuve duda alguna: alto, erguido, de un andar enérgico y sereno a la vez, caminó directamente hacia mí, sonrió y me estrechó la mano saludándome por mi nombre. Lo que siguió fueron tres horas de una conversación inolvidable, que transcurría con fluidez, a veces siguiendo caminos meándricos, acompañada del ruido de los helicópteros que sobrevolaban la ciudad y de ocasionales nubes de humo. Ese primer encuentro concluyó cuando él, sobresaltado por lo tarde que se nos había hecho, manifestó su preocupación de que pudiera coger a tiempo el avión de vuelta a Chile, ya que los disturbios estaban por empezar. Le di las gracias, me despedí y emprendí rumbo al metro, para luego subirme al avión que me traería a Santiago. La impresión de este primer encuentro –mezcla entre la amenaza latente de un eventual estallido de un conflicto social y la actitud serena, plenamente consciente de la dimensión política de aquel choque de fuerzas, de ese gran hombre– no cesaría, sino que se prolongaría, primero, a través de un intercambio de correos electrónicos, en las cuales encontré un Gesprächspartner amable, generoso, paciente – con mi ingenuidad, mi torpeza o falta de comprensión. Luego hubo otros encuentros. Encuentros en los que resultaba difícil sustraerse de la influencia de ese hombre intenso, agudo y apasionado. Finalmente, me llegó la noticia de su enfermedad. Los correos se fueron haciendo más espaciados, con ocasionales alusiones al cansancio, al dolor, al malestar – pero nunca cesaron. Esta traducción, en ese sentido, quisiera comprenderse como parte de ese diálogo.

Una muerte infausta, que no tan solo ha de parecer una gran injusticia, Ungerechtigkeit, que nos golpea más allá de todo derecho, toda razón y de toda justicia, sino cuya violencia se ve agravada aún más considerando que su próximo libro iba a llamarse, justamente, Sprachgerechtigkeit, «justicia de lengua(je)» o «justicia lingüística». Su muerte nos ha dejado, literalmente, sin palabras, sprachlos. Cito, de la oración fúnebre, Grabrede, de Jean-Luc Nancy, publicada el 20 de julio de este año en Diakritik: Werner, je suis sans parole, ich bin sprachlos, me quedo sin habla, atónito, sin palabras – y tú decías de inmediato: «Quien está privado de habla, en esta privación, en esta condición de estar privado [Losigkeit], siempre tiene algo de la lengua». Algo o quizá todo, dirías tú, porque tan solo se habla desde el faltar de la lengua y con miras a su desaparición2. Y es precisamente la falta o privación de palabras, la estupefacción ante la irrepresentabilidad de la violencia con la cual nos golpea su muerte lo que motiva esta nota introductoria, este intento por mantenerse de pie ante la inconmensurabilidad de la muerte. En palabras de Caroline Sauter, Werner Hamacher used to say that mortality is the greatest scandal of humanity. And in fact, his mortality seems outright scandalous to me. He had such intense presence that it is hard to understand his absence [Werner Hamacher solía decir que la mortalidad es el escándalo más grande de la humanidad. Y de hecho, su mortalidad me parece rotundamente escandalosa. Él tuvo una presencia tan intensa que es difícil de comprender su ausencia]3. El pensamiento de Hamacher es un pensamiento de los límites, en los límites de lo decible y su muerte nos confronta con esa indecibilidad, esa falta radical de lenguaje.

Imperfección, irresolución y fragmentariedad en este punto aparecen como las caras, indisociablemente adheridas a un trabajo no tan solo poliédrico, compuesto por varias caras, sino asimismo atravesado por distintos momentos. ¿La constante? El deseo de traducir. Esta traducción, truncada y defectuosa, es una traducción más de tantas traducciones que este texto denso, condensado y sobredeterminado, demanda. Pues no se trata de afirmar la primacía o anterioridad de una traducción sobre otras, sino de defender el derecho a la inagotable multiplicidad de las traducciones, cuya proliferación rizomática es incapaz de recubrir el espacio de todo lo que espera ser traducido. Work in progress, entonces, que, como si no fuera suficiente con su condición de imperfectibilidad, sufrió un quiebre violento, que desgarró, intempestivamente, su ilusoria continuidad, una ruptura, que abre un abismo, que marca un antes y un después irreconciliables. En este punto destaca una llamativa coincidencia, que tiene que ver justamente con lo que está in progress, under way, afoot, en camino o, como se suele decir en alemán, in Bearbeitung, en vías de elaboración – sin que ello signifique que esta alguna vez deba arribar, llegar a su fin, su término y clausura. Recuérdese, al respecto, el texto «Arbeiten, Durcharbeiten»4, escrito por el propio Werner Hamacher, en el cual examina los conceptos del abrirse paso trabajando [Durcharbeiten], el elaborar o perlaborar [Verarbeiten] y el evocar o recrear con el fin de superar [Aufarbeiten] a propósito de la deuda que tiene el pensamiento en general y el pensamiento alemán en particular con el nacionalsocialismo. En el contexto de las numerosas necrológicas y homenajes póstumos dedicados a Werner Hamacher, tal como ya se mencionó, se ha recordado que él era un incansable lector y editor de sus propios textos, que solía revisar y reescribirlos una y otra vez, sin quedar contento con el resultado, consciente de su carácter situado, transitorio e imperfectible. Era frecuente que al momento de presentar un texto dijera que «no había ido al peluquero», que era apenas un esbozo, un ensayo preliminar, un boceto propedéutico o, como él solía decir, un rough text, un texto áspero, rugoso, duro. Como consecuencia de esta relación abierta, inconclusa, en suma: productiva, al texto, este exhibe, quizá con mayor claridad que otros, la dinámica del pensar, sus experimentos, sus tanteos, es decir, la dimensión vital, dinámica de este.

Y es que los textos, a pesar de todo el trabajo de edición, siguen exhibiendo esa aspereza, ese carácter anguloso, que hace parte indisociable de su estilo del pensar, un pensar a contrapelo, en contra del sentido común, un pensamiento incómodo, arrojado, que se resiste a entregarse a la pleamar de lo comprensible de suyo. Tuve el privilegio de conocer no tan solo ese pensar sofisticado, elegante y riguroso, que se abre paso doblegando y torciendo a las palabras, sino también a ese hombre inmensamente generoso, dispuesto a compartir no tan solo su escaso tiempo –siempre estaba comprometido con una serie de textos y trabajos, a cuya escritura se entregaba por completo–, sino también su inmensa sabiduría. A todas las consultas, indistintamente de cuán ingenuas o básicas pudieran parecerle, cosa que nunca me hizo notar, recibí respuestas tan contundentes como eruditas. Lo que por supuesto no necesariamente significaba que con ellas, por muy prolijas que fueran, se resolviera el problema en cuestión – como yo pretendía en un principio. Así, por ejemplo, ante mi pregunta naïf por la eventual traducción del término alemán Setzung y mi intuición de que en Hegel y Heidegger podrían encontrarse algunas claves para avanzar en la resolución de ese problema, me respondió con gran calma: ¿En Hegel y Heidegger? Pero seguro. Y en toda la historia de la filosofía además… Y, no contento con esta respuesta general, detalló, de manera pormenorizada, sin afán de pedantería o vanidad, qué autores o momentos de dicha historia podrían arrojar cierta luz sobre este dilema. Si bien su respuesta en aquel entonces, como era de esperar, no resolvió la interrogante, ilustró la complejidad de la pregunta que yo cándidamente apenas alcanzaba a enunciar mediante un habla balbuceante. Imposible hacerle justicia a su erudición y sapiencia. De manera adicional, mientras más me extraviaba en sus textos, me daba cuenta del trabajo de reescritura y de edición que había en cada uno de ellos. Y, no obstante, cada vez que compartía con él alguna duda, me decía: Tiene usted toda la razón, esto podría haberse dicho de otra manera, incluso mejor, distinto, pero lo que yo quise decir es algo así como esto…

Esta traducción, entonces, un desafío por defecto imposible, debe su carácter de imposibilidad a ese encuentro al menos en dos sentidos. Uno, porque intenta responder a la inmensa admiración tanto por ese gran hombre que fue Werner Hamacher como por sus textos, esfuerzo que ya condena todo trabajo al fracaso. Segundo, porque es imposible desentenderse de sus reservas frente a toda traducción –no así ante los traductores–, reservas adquiridas mediante el propio trabajo de traducción (Derrida, Lacan, De Man…). Así, en una ocasión, me decía, por ejemplo: Si la traducción de Abraham-Torok es una traducción «lograda» [gelungen], acerca de eso no me atrevo a emitir juicio alguno. La sentí como una especie de experimento y al final me convencí de que había fracaso [miβlungen]. Más sólida y más comunicativa, creo yo, es la traducción de Lacan. Pero también para ella aplica lo que en su final expresé en una proposición: Una traducción chapurrea [radebricht] al menos dos lenguas. La sentencia final resume la intraductibilidad inherente a toda lengua y la resonancia emocional que implica: Radebrechen, literalmente: quebrar-rueda, es un método medieval de tortura y ejecución, también conocido como «la rueda». Esta expresión aproximadamente desde el siglo XVII es empleada para decir: torturar o maltratar una lengua y así esta traducción no estuvo libre de sufrimiento. En ese sentido, el texto a ser traducido está más allá de todo intento de traducción y, al mismo tiempo, se debe a la traducción – no esta traducción en particular, sino una traducción anterior, una pretraducción, que lo precede, que instaura sus condiciones de posibilidad. Imposibilidad de corresponder, de retribuir, de hacerse cargo de lo traducido. Y, al mismo tiempo, imposibilidad de desentenderse de dicha responsabilidad. Traducir el pensamiento de Werner Hamacher supone, entonces, un desafío particular.

En primer lugar, porque el alemán en el cual están escritos los textos que integran Entferntes Verstehen no es un alemán nítido, claramente identificable, reducible a una modalidad o a un dialecto único. Más bien se trata de un alemán mixto, compuesto por distintas lenguas, un alemán mestizo, atravesado por léxicos, usanzas y costumbres diversas, que van desde el alemán docto, asociado a la escritura académica, hasta los diferentes usos del alemán hablado – y no siempre es fácil distinguir de cuál(es) se trata. Confluyen en su escritura el alemán coloquial o cotidiano, aquel al que Lutero quería traducir la Biblia; el alemán erudito, ilustrado, que hace parte de la academia y de la erudición; el alemán que se forja en las fronteras con otros idiomas, tanto lenguas muertas como vivas, poniendo a prueba su capacidad de alojar su extranjería y extrañeza; más otros ideolectos, algunos de ellos más identificables que otros, que se potencian entre sí; está, por ejemplo, el eterno problema de las partículas modales y de la imposibilidad de encontrar una palabra o una locución equivalentes; etc. En segundo lugar, Hamacher lee a los autores «en su lengua original», los cita en dicha lengua y, a veces, pareciera que para hablar de ellos recurre a esta lengua – tal como ocurre, de manera ejemplar aunque no exclusiva, con Paul de Man. En este caso, Hamacher recurre a la versión en inglés de Allegories of Reading, ignorando –muestra de desconfianza, propia del traductor– su traducción al alemán, hecha precisamente por él. Cuando lee a Voltaire o a Baudelaire, lo hace en francés; y cuando lee a Schlegel, Hegel o Nietzsche los lee en el alemán de fines del siglo XVIII, comienzos del siglo XIX o de la segunda mitad de este – y sus lecturas no se detienen ahí, en la mera lectura, sino que se proyectan a través de su propia escritura, afectándose mutuamente. El estilo de Hamacher, por consiguiente, si es que siquiera cabe hablar de un estilo es mutante, tra(ns)-vestido, mimético. El resultado es un texto complejo, compuesto por una serie de fragmentos altamente diferenciados, que se hacen escuchar con su voz propia e indistinguible, entonando una canción polifónica.

A su vez, habría que considerar, a propósito de lo anterior, la decisión de la editorial alemana Suhrkamp de transcribir todos los pasajes en otras lenguas sin traducirlas, es decir, de conservarlas tal como el autor las leyó. Hamacher, en cierto modo, se sumerge en la lengua extranjera, se extravía en y se confunde con esta, para salir expulsado de ella y transportar, su escritura mediante, la extrañeza de dicha lengua con tal de hacer que esta impacte y actúe sobre la lengua hacia la cual se traduce. Tercero, entre sus referencias se combinan, en ocasiones de manera inédita, textos filosóficos en el sentido clásico, textos literarios, poéticos, ensayísticos, poemas, lo que dota de una pluralidad adicional al sustrato textual. Sus lecturas ponen en vecindad a textos de la más diversa procedencia, hechura y tonalidad. El resultado de lo anterior son ensayos sumamente diversos, que incursionan en distintas modalidades escriturales, saliendo comprometidos por dichas incursiones, conformando un todo heterogéneo, imposible de ser leído a través de grillas interpretativas únicas.

Acerca de este volumen

El presente volumen se compone de ocho ensayos, uno de ellos («Prämissen») escrito en 1994 justamente con el propósito de prologar este tomo, publicado por primera vez, en alemán, en 1998. Los cuatro años que pasaron entre la escritura del prólogo y la publicación del libro hacen pensar en un largo trabajo de edición, algo que se refleja, sin lugar a dudas, en la densidad y pulcritud de «Premisas». A su vez, el más temprano de los ocho textos, «Der ausgesetzte Satz», el texto sobre Schlegel, es una versión modificada de un trabajo anterior, publicado en 1980 en Modern Language Notes 95. Es decir, los ensayos que integran este volumen se extienden por un periodo de quince años. Entre 1984 y 1998, Werner Hamacher fue Professor of German and the Humanities en la Johns Hopkins University, desempeñándose como profesor visitante, entre otros, de la Yale University, la Universidad de Ámsterdam y la École Normale Supérieure. Es decir, enseña en Baltimore, visita Ámsterdam, París, etc. La multiplicación de la morada, los desplazamientos por distintas lenguas ciertamente se reflejan en los textos.

A su vez, tal como ya se sugirió, los textos están dedicados, cada uno de ellos, a la lectura –minuciosa, prolija, circunspecta– de uno o dos autores: Immanuel Kant y Friedrich Nietzsche (cap. 1), Friedrich Nietzsche (cap. 2), Paul de Man (cap. 3), Heinrich von Kleist (cap. 4), Franz Kafka y Walter Benjamin (cap. 5), Paul Celan (cap. 6). Sin embargo, más allá de los nombres propios y de las primeras impresiones, en la medida en que uno se adentra en los textos y se extravía en su estructura ramificada, conforme avanza la travesía por su textura, se perfila una red de relaciones que vincula entre sí a los distintos textos. Es como si cada texto dejara una palabra, un concepto, que luego repercute en el texto siguiente, lo afecta, y reverbera en él, generando de esta manera una secuencia de repercusiones que pareciera estar al borde de su oscilación de resonancia y el consecuente derrumbe de las estructuras que afecta. De este modo, la repetición, ya sea de determinadas palabras o de ciertas figuras, se transforma en un gesto, que más allá de ser un ademán monótono y estéril, resultado de la pobreza de recursos, es en una operación significativa, que produce, acaso retroactivamente, nachträglich, après-coup, afterwards, cierta diferencia respecto de su precursor y a través de esta diferenciación establece un lazo, vincula. Por lo tanto, se mantiene cierto pensamiento de lo particular, enfocado en asuntos microscópicos, apenas perceptibles, sumamente locales, que, al mismo tiempo, se va articulando, traspasando ciertas palabras, que, insertas en otro plexo relacional, detonan otras resonancias, otros ecos, otras repercusiones. Es como si permanentemente estuviera en juego la idea de la otra escena [anderer Schauplatz], que como tal nunca se alcanza, nunca se hace presente sino a través de su detraimiento.

Además de estar múltiplemente asentado, o mejor dicho: múltiplemente descentrado, el texto en alemán, hay que decirlo, dista de ser un texto fluido, de fácil lectura. Más bien se trata de un texto áspero, a pesar de toda su elegancia, sperrig, abultado, incómodo, que no se deja leer fácilmente, sino que reclama una lectura atenta y, las más de las veces, más de una lectura. Hamacher combina frases comprimidas, brevísimas, tupidas hasta lo imposible con proposiciones larguísimas, extensas, que en el camino se ramifican, despliegan y vuelven a recoger. Independientemente de la extensión, la intensidad de sus frases es enorme y se traduce en un efecto combinado entre fascinación y agotamiento. Abundan los Schachtelsätze, frases intrincadas, ensambladas mediante comas, que parecen matrioshkas, y en cuyo decurso, como si fuese una mera casualidad, se va extraviando toda referencia directa al sujeto de la oración. Son frecuentes las frases secundarias, que se interponen entre el sujeto y el verbo final, manteniendo en suspenso las relaciones referenciales y manteniendo en el aire, finalmente, la significación. El empleo de los guiones y de elementos de puntuación antiguos, caídos en desuso, así como el «–:», obligan a entregarse a un ritmo establecido por la Setzung de signos de puntuación [Satzzeichen] que imprimen una métrica marcada por interrupción, la dilatación y el suspenso. Es como si quisiera poner en práctica un estilo del pensar que pasa por reflexionar flexionando la lengua al máximo, hasta sus límites – hasta que éesta se quiebra.

Los textos reunidos en este volumen se abren paso a través de la lengua, en ocasiones volviéndose en contra de sus usos establecidos, cuestionando las distinciones tomadas por ciertas. En particular, hay un aspecto que hace parte indisociable del estilo del pensar de Werner Hamacher y de su relación con los textos en particular. En ellos, a diferencia de lo que estila la editorial Suhrkamp en otros casos, al momento de citar no hay uso de comillas, sino el empleo de la cursiva. Esto no quiere decir que no haya comillas como tal, ya que estas se emplean para destacar, acaso irónicamente, algún concepto, algún decir, algún fragmento. Es decir, las comillas [Anführungszeichen], signum citacionis, más que anunciar que alguien, distinto al autor, va a tomar la palabra, sirven para subrayar o enfatizar cierta toma de distancia, producto de una ruptura de toda ilusión de continuidad. Los autores convocados, tal como ya se argumentó, tienden a entremezclarse con el despliegue del argumento propiamente tal hasta el punto de confundirse con este. Hamacher se adentra en las citas, las descompone, las cercena, y a través del recurso de la repetición las va agotando, metamorfoseando, vaciando de todo sentido preestablecido. En resumen, se trata de un uso artesanal, concreto, que prescinde de cualquier gesto relacionado con el aducir o alegar [anführen]. La intención tampoco es la de dirigir el razonamiento, guiar su curso o encabezar alguna demostración. Quizá el sentido de anführen guarde relación, más bien, con el chasquear, el embaucar, el tomar el pelo. A ratos es como si entre líneas, en estos textos de una seriedad colosal, se escuchara el Schmunzeln de Hamacher, su sonrisa apenas esbozada.

Es debido a lo anterior que, ateniéndonos a la opción de la editorial Suhrkamp, en esta edición hay un uso extenso de la cursiva a expensas de las comillas. Parece más adecuado al curso del pensar emplear una letra manuscrita [Schreibschrift], la letra cursiva (del latín, cursivus‚ fluido, con fluidez, corriente, de corrido, con soltura), también llamada Kurrentschrift (latín currere‚ correr) o Laufschrift. Interesa de ella que es, precisamente, una letra de uso, que se caracteriza por un trazado continuo, respectivamente poco interrumpido, que remite, justamente, a la escritura fluida, hecha con la mano. Sin lugar a dudas, más que una maña o un manierismo, es un gesto propio del pensar hamacheriano, ya que al marcar un fragmento de texto mediante un elemento inherente al mismo, la cursiva subraya que no existiría un afuera del texto en cuestión, que debería ser anunciado mediante las comillas; que solo hay textualidad. De tal manera se ha respetado aquí ese criterio, adoptado por la editorial alemana, ya que en la tradición alemana de la edición tampoco es algo evidente o comprensible de suyo. ¿Las razones? Por un lado, borra la distinción (artificial) entre distintos textos y reproduce el entrelazamiento del pensamiento de Hamacher con lo que lee y escribe – hasta la imposibilidad de separarlo. Por el otro, la imagen queda más limpia, menos ensuciada por las frecuentes comillas. Tal como sucede con Derrida, Paul de Man y otros, es un autor que piensa a pesar de y en contra de la gramática y de la sintaxis, develando la arbitrariedad de toda ley. En otras palabras, más que un mero esteticismo, se trata de un gesto político, un des-obrar la lengua desde un «interior» que al final del gesto deja de serlo.

Además de lo anterior –y quizá en oposición a ello–, la escritura de Werner Hamacher está atravesada por el uso del guion largo o raya-del-pensar [Gedankenstrich], que le otorga al texto un aspecto interrumpido, discontinuo. No es un texto fluido, a pesar de su acabada redacción, sino un texto que apuesta a la discontinuidad y sus efectos. Desde un punto de vista descriptivo, se pueden distinguir al menos tres usos del guion largo: primero, para indicar una inserción en una proposición (acaso parecido al paréntesis); segundo, para señalar una pausa o suspensión del pensar, para luego retomar el razonamiento en otro lugar; tercero, como indicador de diálogo o parlamentos de los distintos personajes en un texto, es decir, cuando cambia el sujeto de enunciación. La decisión ha sido mantener, en la medida de lo posible, los guiones largos, a pesar –o justamente debido a– de que en castellano pueda parecer inusual o extraño. En este caso, la apuesta ha sido poner a prueba qué le hace esta ritmicidad interrumpida, propia del alemán de Hamacher, al castellano, que funciona como albergue de lo ajeno, morada de lo lejano o auberge du lointain5.

Son numerosos los juegos de palabras, algunos de ellos originales, otros tomados de la tradición del pensar, la mayoría de ellos francamente intraducibles, tales como el empleo de Veranderung, que hace hincapié en el andere, otro, distinto, tan caro a Hamacher, en lugar de Veränderung. En este caso, la diferencia la hacen las comillas, el Umlaut, la metafonía, proceso fonológico diacrónico característico de las lenguas germánicas, donde una vocal o semivocal anterior que sigue a una vocal posterior es asimilada a esta última convirtiéndola en vocal anterior. Esta operación pareciera corresponder a una de las formas a través de las cuales se despliega el pensamiento de Hamacher, capaz de afectar la secuencia tanto temporal como lógica de los términos y que a ratos exige repensar el mismo concepto de temporalidad. De hecho, hay al menos un ensayo dedicado a la transmutabilidad de las palabras y de los nombres, que desbarata todo ordenamiento existente para permitir que las partículas, así liberadas, se recompongan siguiendo otra dinámica y otra lógica.

Un pensamiento que se proyecta a través de la materialidad de las palabras, a veces siguiendo sus tendencias o indicaciones, otras veces yendo francamente en contra de ellas, contraviniéndolas. Esta atadura a los aspectos formales de la lengua obliga a algunas consideraciones, entre ellas la pregunta sobre hasta qué punto es necesario y posible reflejar este pensar de la mano de la lengua en la traducción a una lengua, en principio distinta. En algunos casos, por ejemplo, cuando se juega con el cambio de los prefijos, antepuestos al tronco de las palabras, un juego que va alterando las significaciones de las palabras compuestas, se ha optado por mantener la referencia a la lengua alemana con tal de ilustrar las operaciones formales sobre la lengua que Hamacher ejecuta.

Su pensamiento es un pensar la lengua, pensar desde la lengua y pensar en y a la lengua, por ende, resulta difícil disociar el curso de su pensar de las estructuras formales de la lengua que atraviesa. Es por ello que he optado por traducir al pie de la letra, siguiendo de cerca, los movimientos que dibuja en la lengua, forzando cierta intimidad con esta que resulta ajena. De lo anterior se sigue, asimismo, la imposibilidad de un glosario, la improcedencia de intentar construir una tabla de correspondencias entre términos de distintas lenguas, que sea definitiva, resolutiva y vinculante para todos los textos. Como ejemplo valga la noción hamacheriana de afformatividad o adformatividad, que aparece puntualmente en algunos de sus textos6, a propósito de ciertas problemáticas, para ejercer sus efectos y luego volver a desaparecer. La escritura de Hamacher exhibe la imposibilidad de definir de manera biunívoca el significado que corresponde a una palabra, dependiendo de su inserción, inscripción y acompañamiento por otros términos.

La decisión de conservar ciertas palabras en corchetes, que podría entorpecer la lectura y testimoniar el fracaso de la traducción, obedece, fundamentalmente, a tres tipos o categorías de razones: en primer lugar, tecnicismos, correspondientes a determinados momentos o tradiciones del pensar, que se han consolidado o establecido como palabras «en sí», pertenecientes, a veces indisociablemente, a ciertas prácticas discursivas y respecto de las cuales no existe –ni puede existir– un consenso acerca de cómo traducirlas: Dasein, Weltanschauung, Angst, Einbildungskraft, etc. Segundo, juegos de palabras que ejemplifican los distintos momentos del despliegue del pensar, que se abre paso transformando la lengua, a veces según sus reglas, otras veces en contra de estas. Como ejemplo, el uso reiterativo de una determinada raíz, a la cual se le anteponen distintos prefijos, explotando las posibilidades combinatorias inherentes a la lengua, guiando y desviando el pensar. El ejemplo más evidente es Setzung. Tercero, palabras que tienen traducciones divergentes ya sea al interior de ciertas disciplinas o al momento de oponer la lengua docta a la lengua del día a día. Ocurre así, por ejemplo, con la palabra Übertragung, que en el sentido jurídico puede significar cesión; en física, transmisión; en lingüística se emplea para referirse a una transcripción o traducción; en economía se usa para decir traslado o endoso; en medicina hace alusión a una transfusión o trasplante; en psicoanálisis se traduce por transferencia; en general, puede remitir, simplemente, a la asignación, delegación de algo a alguien; mientras que coloquialmente dice portar [tragen] sobre [über]. Cuarto, ciertas expresiones coloquiales, en principio pertenecientes a la lengua del día a día, como überhaupt, allererst, schlechthin. Si bien el origen de estas partículas pareciera remitir a la lengua familiar o del trato cotidiano con otros [Umgangssprache], al consultársele sobre este aspecto, Hamacher confirmó que no las emplea simplemente de manera descuidada, acaso coloquial, sino como intensiva que en cada caso tienen un peso particular, no siempre fácil de traducir.

Las mentadas dificultades en todo caso ya empiezan con el título: Entferntes Verstehen. La primera edición de traducción al inglés, hecha por Peter Fenves, sortea el problema, eligiendo como título el título del ensayo escrito para el volumen en cuestión: «Premises», mientras que la segunda edición conserva el título en alemán. En el mismo Premises, Hamacher da una de las claves no tan solo para la traducción, sino para la comprensión, del título. Dice ahí que Paul Celan, en una conversación el 26 de diciembre de 1966, partiendo de su poema Sprachgitter [Reja del lenguaje], habría insistido en que su lector siempre tan solo puede comprenderlo detraídamente [entfernt]. El mismo Hamacher ensaya tres posibles lecturas de esta sentencia. Este pasaje falta en la primera edición de la versión en inglés, posiblemente porque fue escrito para el texto en alemán. El adjetivo entfernt, alejado, remoto, distante, remite al sustantivo Entfernung, que alude simultáneamente a la distancia ya establecida, pero asimismo al alejarse, al tomar distancia. A su vez, Entfernung puede significar eliminación, extracción, extirpación o simplemente ausencia. La referencia a Celan en este punto se cruza con Heidegger, quien consagra la expresión Ent-fernen, dis-tanciarse, a-lejamiento, de-severance (Macquarrie y Robinson) o dis-tancing (Haugeland) en inglés, que significa al mismo tiempo alejarse y abolir ese movimiento.

Cuando buscaba traducciones existentes de Hamacher al castellano, encontré una traducción de las primeras seis páginas del primero de los ensayos de Entferntes Verstehen, hecha por Román Antopolsky. Dicha traducción propone como título del libro «Comprensión detraída». Al consultar al traductor sobre las razones para traducir entfernt por «detraído», me contestó lo siguiente:

En cuanto a entferntes, no puedo dejar de leer en ent- un movimiento, algo que en castellano no encontré otro modo de hacer notar que no fuera con una partícula prepositiva, la «sensación» de acentuar una oposición o mutuo alejamiento que por lo general uno encuentra en verbos con ent. El término en alemán me sonaba drástico… ahora es cierto que «detraer» es un vocablo en desuso, pero quizá por eso porta cierto vigor que resurge en su primera lectura, sin saber aún su significado, el gesto de mutua entrega en «traer» y su recusación en «de» creo sugiere ese movimiento. Y envía (iba a escribir reenvía) la atención al comprender como una comprensión hecha de al menos dos direcciones7.

Entfernen, efectivamente, alude a un espectro de significaciones, que van desde el alejar o apartar(se), también el remover, pasando por el mantener(se) alejado hasta el tachar o eliminar(se). Resuenan, en esta pluralidad significativa, la pérdida, la nostalgia o melancolía, y la ausencia. En castellano contiene, asimismo, una acepción que no comparte con entfernt, y que en principio pareciera contradecir lo dicho hasta el momento, a saber, el significado de infamar, denigrar, ofender la opinión ajena. Esta significación, que contrasta radicalmente con el argumento y el estilo de los textos reunidos en el volumen presente, viene a reforzar, por la vía de la contradicción, la incorporación de la declamación de lo contrario, o de la oposición, su respeto no solamente por la opinión del otro, la otra opinión, sino por el otro o, empleando –no sabemos si para bien o para mal– una figura del pensar del propio Hamacher, por lo otro de la opinión, lo distinto a ella. Detraído, entonces, entendiendo que no se trata de un vocablo simple, acaso unidireccional, sino de una palabra atravesada por una antagonía irresoluble sostenida en al menos dos demandas opuestas. La hipótesis de lectura sería que Hamacher no se detiene en la interposición de la lengua, el hecho de que la lengua, determinando al hablante y al oyente, opera como un medio, un interlocutor, sino que da un paso más, asumiendo que dicho medio no solo rompe con toda lógica de la presencia, sino que, él mismo, nunca se hace presente como tal, sino que se sustrae, se distrae y se detrae. El comprender es inasible, inaprehensible, intenible, solo hay la huella de su detraerse.

A su vez, el otro término que integra el título, VerstehenVerständnisver-stehenent-fernenver

El verbo setzen, como ya ha sido dicho, recorre todo el texto: en algunos casos, como en el ensayo acerca de Schlegel irrumpe, incluso doblemente, en el título: «Der ausgesetzte Satz», resonando en el subtítulo: «Friedrich Schlegels poetologische Umsetzung von Fichtes absolutem Grundsatz»; en otros opera de manera menos expuesta, menos visible, pero no por ello menos relevante.

También en este caso, le plantee el problema a su autor. Transcribo a continuación su respuesta:

El grupo de conceptos alrededor de Setzen y Stellen, que usted advierte, de hecho es extraordinariamente importante. Esto tiene mucho que ver con Heidegger, sin embargo, tiene todo que ver con la historia de la filosofía. Porque el latín ponere, ferre, etc., así como también el griego pherein son, en todo sentido, vocablos sustentadores [tragend] para el pensamiento filosófico desde la Antigüedad y la escolástica y lo son, también, en la Modernidad en Kant, Hegel, Husserl y hasta ahora. (A saber no tan solo en el ámbito de habla alemana, sino también en el francés, en Sartre y Lévinas, por ejemplo. En el inglés moderno [neuzeitlich], sin embargo, mucho menos, dado que este está acuñado esencialmente de manera empírica). Lamentablemente no conozco estudio alguno de la mano de historiadores del concepto acerca de esto. (Lo «comprensible de suyo» es investigado con asombrosa escasez). En casi todos los trabajos de Heidegger, especialmente aquellos acerca de la técnica y el «Ge-stell», el trabajo en y con estas palabras-concepto ocupa un gran espacio. Para mí fue de especial importancia Fichte, quien piensa el yo trascendental como acto de Setzung –y esto quiere decir: como acto–, y Hegel, que parte precisamente de esta presu-posición [Voraus-setzung]. Husserl en este punto siguió a ambos en gran medida. Lo más lejos le podría ayudar el pequeño trabajo de Heidegger acerca de Kant en las «Wegmarken», que, creo yo, es citada en «Premisas».

A pesar de otras opciones como «asentar», finalmente se optó por traducir Setzen como «poner» y Setzung como «posición». Fue decisiva para esta decisión una indicación de Félix Duque, que transcribo a continuación:

A pesar de que algunos estudiosos (como José María Ripalda, en otros puntos espléndido traductor) se empeñan en traducir setzen por «asentar», en el Anhang que Wolff puso a la «Metafísica alemana» se decidió para siempre el destino de Setzen y sus derivados para las lenguas romances (al fin y al cabo, una «devolución» al idioma escolástico original, el latín). En efecto, Christian Wolff, en su apéndice a Vernünftige Gedanken von Gott, der Welt und der Seele des Menschen (Deutsche Metaphysik). Halle im Magdeburgischen 1747 («Das erste Register, Darinnen einige Kunst-Wörter Leteinichs gegeben werden») vierte: «Entgegensetzung, Oppositio» y «Satz, Propositio». Ulteriormente, Kant utilizará explícitamente Position (en el sentido de Setzung) al hablar del sentido del ser en la Crítica de la razón pura (B 626). La equivalencia de Setzung y Position es tal que Christian Reimann, en su Seminarbeit: Ist Existenz ein Prädikat? (2012), en donde confronta las concepciones de Kant y Frege al respecto, «traduce» a su propio idioma la famosa frase de Kant: Es ist bloss die Position [das heisst: die Setzung] eines Dinges (https://www.grin.com/document/200380). En la Grundlage de 1794, Fichte acercará el sentido lógico de Setzen (ponere) al metafísico de la Selbstseztung («autoposición»). Incluso Heidegger se aprovechará de esa cercanía, como señala Christoph Binkelmann en su ensayo «Seinssuche. Fichte-Heidegger – Fichte»: Obwohl das Setzen also ursprünglich von ontologischer Bedeutung war, ist nach Heidegger der Zusammenhang mit dem logischen Aussagesatz angelegt. Schon die Wortverwandtschaft von «Setzen» (entsprechend von «ponere» und «pro-positio») legt diese Vermutung nahe. (En J. Stolzenberg / O.-P. Rudolph (eds.), Wissen, Freiheit, Geschichte. Die Philosophie Fichtes im 19. Und 20. Jahrhundert. Bd. III: Sektionen 7-9. (FICHTE-STUDIEN 37) Rodopi. Amsterdam/ New York 2013, p. 284; cf. al efecto Die Grundprobleme der Phänomenologie. SS 1927; GA 24, 52s.).

A esta referencia a los antecedentes del vocablo, a su vecindad conceptual, hay que sumar la plasticidad y combinabilidad de poner, junto con las variaciones que permite – Entgegensetzung [contraposición], Gegensatz [oposición], Selbstsetzung [autoposición], Aussetzen [poner fuera, exponer, suspender, interrumpir], Versetzen [desplazar], besetzen [investir, ocupar], übersetzen [traducir], voraussetzen [presuponer], ersetzen [reemplazar] y, como observaba el propio Félix Duque, incluso Satz va muy bien como «proposición» – respaldo la decisión, a pesar de que evidentemente dejaba fuera ciertos juegos como Entsetzen, Absatz, etc.

En términos generales, las decisiones traductivas tomadas, que a su vez están sobredeterminadas por el aludido juego entre pulsiones eróticas y tanáticas, se han de tomar como proposiciones, puesta en juego de ensayos preliminares, que aguardan ser confirmadas o desestimadas a partir de sus diversos e impredecibles efectos de lectura. Finalmente, la traducción de Entferntes Verstehen, precisamente en tanto traducción afectada, que se comprende como un eslabón de una cadena significante que no tiene inicio ni fin, quisiera ser tomada como un gesto en el juego de las afectaciones, una propuesta traductiva que invita a ser leída, refutada, contradicha.

Niklas Bornhauser Neuber



1 Esta nota es lo que declara ser: una nota, y en cuanto tal puede ser omitida, tachada y olvidada. Tal como se desarrolla en ella, es el resultado sobredeterminado de la deuda contraída tanto con el autor del texto traducido como del texto mismo, así como del duelo por la muerte de Werner Hamacher. Si es que tiene justificación alguna, sería el hecho de que en ella se intentan ilustrar algunas de las dificultades encontradas y se pretende dar algunas claves para llevar a cabo, a posterior, y eventualmente comprender [nachvollziehen] las decisiones tomadas respecto de la tarea traductiva. Con tal de no generar ruidos innecesarios en un texto ya lo suficientemente polifónico, en el que se suceden y combinan distintas escenas, se ha intentado reducir a lo estrictamente necesario el número de notas al pie, que pudieran responder a las dificultades insondables de la traducción. Esta nota propone algunas vías para sortear los callejones sin salida que se presentaron.

2 Recuperado de https://diacritik.com/2017/07/20/jean-luc-nancy-hommage-a-werner-hamacher-am-siebzehnten-juli-2017/

3 2018: 1.

4 Wener Hamacher. «Arbeiten Durcharbeiten», en: D. Baecker (ed.), Archäologie der Arbeit (Berlín: Kadmos, 2002), S. 155-200.

5 Cfr. Antoine Berman. La traduction et la lettre ou l’auberge du lointain (París: Seuil, 1999).

6 Werner Hamacher se ha referido a lo aformativo en al menos tres textos. En primer lugar, en «Lectio: de Man’s Imperative, en: Lindsay Waters und Wlad Godzich (eds.), Reading de Man Reading (Minneapolis, Minnesota: University of Minnesota Press, 1989). En segundo lugar, en «Afformative, Strike», en: Cardozo Law Review, vol. 13, Nº 4: 1991: 1133-1157. Tercero, en Werner Hamacher. «Die Geste im Namen. Benjamin und Kafka», en Entferntes Verstehen: Studien zu Philosophie und Literatur von Kant bis Celan (Frankfurt a.M.: Suhrkamp, 1998), S. 323. 1991 y 1992.

7 Román Antopolsky. Correo del 18 de abril de 2016.