Agradecimientos de la editora de la edición en inglés

Agradezco a las muchas personas que, colectivamente, han creado las condiciones auspiciosas para la aparición de El buda rebelde, la contemplación singular e inspiradora de Dzogchen Ponlop Rinpoché sobre el camino espiritual budista y su encuentro con Occidente. En primer lugar, es necesario reconocer el trabajo de los estudiantes de Nalandabodhi, la red de meditación y centros de estudio de Rinpoché, y darles las gracias. Rinpoché presentó estas enseñanzas por primera vez en Nalandabodhi Boulder, Colorado, y en Seattle, Washington, en Estados Unidos, y los miembros de Nalandabodhi grabaron, transcribieron y archivaron todas las charlas. Pat Lee, Dave Vitello y Robert Fors grabaron las enseñanzas en Nalanda West; Heather Chan y Megan Johnston las transcribieron; y Ayesha y Collin Rognlie mantienen el archivo de Rinpoché. Asimismo, Heather Chan y Gerry Wiener amablemente pusieron a nuestra disposición sus extensas notas sobre las enseñanzas en Seattle. En especial quiero agradecer el consejo y apoyo continuos de los excelentes maestros y traductores de Nalandabodhi; en particular, Tyler Dewar ofreció algunas perspicaces sugerencias editoriales y Karl Brunnholzl proporcionó «apoyo técnico» en la forma de asesoría erudita. También doy las gracias a Michael Miller y Diane Gregorio, presidentes de Nalandabodhi, por su ayuda y asistencia para lograr que el trabajo de Rinpoché esté disponible para el mundo.

Una mención especial merece Ceci Miller, con quien tengo una gran deuda por su asistencia editorial. Ceci revisó y comentó cada borrador del manuscrito con inteligencia, sensibilidad y rapidez fulminante. Ayudó a que El buda rebelde se convirtiera en el libro que se pretendía que fuera. También agradezco a Dennis Hunter su lectura detallada del texto y sus inteligentes sugerencias editoriales. Gracias a Stephanie Johnston, lectora informada y confiable, por sus útiles notas. Por su apoyo solidario y su sabio consejo, gracias a Mary Chung, Carlos Ferreyros, Marty Marvet, Lynne Conrad Marvet, Tim Walton, Midori McColskey y Mark Power. Un agradecimiento especial a Robert Fors por su gentileza diaria y su apoyo a las actividades de Rinpoché.

Agradezco a William Clark que representara el libro de Rinpoché con tanta habilidad y gracia. Mi gratitud para Peter Turner y Sara Bercholz de Shambhala Publications por su apoyo a este libro y su confianza en su visión. Ha sido un placer para mí trabajar con la editora de Rinpoché en Shambhala, Emily Bower. Tengo mucho que agradecer a Emily por sus indiscutibles habilidades editoriales, su paciencia, su aliento y su guía.

Mi más profundo agradecimiento a Dzogchen Ponlop Rinpoché, quien guio el desarrollo de este libro en cada etapa y continúa enseñándome las grandes lecciones de la vida, una de las cuales es la importancia de los detalles. En los libros y en nuestras vidas espirituales, ¡no hay que descuidar nada! Podrías sorprenderte de qué es lo que finalmente te despierta. Por último, gracias al buda rebelde, que estuvo detrás de esto desde el principio y estará con nosotros hasta el final.

CINDY SHELTON

Agradecimientos de los traductores de la edición en español

Es un gran honor haber contribuido a la traducción al español de El buda rebelde, proyecto que dependió de los esfuerzos y la visión de varias personas. En especial agradecemos la generosidad de Anna Su y su familia. Este proyecto no hubiera sido posible sin su amorosa contribución. También queremos expresar nuestro sincero agradecimiento al apoyo e interés que brindó Jay Sachs. Tuvimos en particular la fortuna de colaborar con Cindy Shelton, de quien no solo aprendimos de su saber e introspección editoriales respecto al contexto detrás de las palabras, sino que también nos beneficiamos de su entusiasmo y estímulo. Damos un reconocimiento muy especial a Adela Iglesias, cuya corrección del texto y pericia técnica, así como su amor por el dharma, resultaron claves para la traducción al español. Gracias a William Clark por su gentiliza para establecer el marco legal que permitió la publicación en español de El buda rebelde. Ofrecemos nuestra gratitud a Acharya Tashi Wangchuk por las innumerables maneras en las que ha apoyado este trabajo. Y sobre todo, nuestro agradecimiento de todo corazón a Dzogchen Ponlop Rinpoché por darnos este regalo de riquezas que atesorar. Que sus enseñanzas florezcan en todos los lenguajes y en cada rincón del mundo.

GABRIEL NAGORE CÁZARES y ELLEN SUE WEISS

Apéndice 1
Instrucciones para la práctica de meditación

La práctica de la meditación es básicamente un proceso de conocerte a ti mismo familiarizándote con tu mente. La visión budista de la mente es que siempre está despierta. Su naturaleza es conciencia y compasión. Para descubrir y gozar plenamente de la naturaleza de la mente, el Buda enseñó varios métodos de meditación. Cualesquiera que sean las prácticas de meditación que hagamos, todas buscan aumentar nuestra atención plena y nuestra capacidad de darnos cuenta, fortalecer nuestro sentido de paz interior y mejorar también nuestra habilidad para lidiar con nuestras emociones.

La meditación de morar en calma, o shamata, es una práctica que nos ayuda a desarrollar un estado mental pacífico, junto con la habilidad de permanecer en un estado pacífico durante periodos crecientes de tiempo. Normalmente, nuestra mente es un torbellino de pensamientos, así que «paz» es tranquilizar la agitación y el estrés de la mente provocados por este torbellino.

Nuestras mentes no solo están ocupadas pensando, sino que nuestros pensamientos suelen estar dirigidos hacia atrás o hacia delante, mientras revivimos eventos pasados o imaginamos y nos preparamos obsesivamente para el futuro. No solemos experimentar el momento presente para nada. Mientras este proceso continúe, nuestra mente nunca descansa. Es difícil percibir algún sentido de contento o satisfacción viviendo en un pasado recordado o en un futuro que es principalmente proyección y especulación. Si alguna vez llegamos de hecho a un momento que hayamos imaginado, ya nos estamos preparando para otro futuro, uno mejor y más brillante.

La primera forma de morar en calma, o meditación sentados, reduce la velocidad de este torbellino de pensamientos. Cuando la meditación sentados se practica a lo largo del tiempo, la mente empieza a caer de manera natural en un estado de descanso, que nos permite estar totalmente presentes en nuestra vida. Cuando no estamos atraídos por el pasado o el futuro, podemos relajarnos y empezar a experimentar genuinamente el momento presente.

La meditación nos ayuda también a tener éxito en los otros dos tipos de entrenamiento: disciplina y conocimiento superior. Los tres dependen de nuestra habilidad para enfocarnos en nuestro camino, ver con claridad lo que estamos haciendo y entender por qué lo estamos haciendo. Practicamos los tres entrenamientos de manera que podamos liberarnos de nuestros patrones habituales e ideas equivocadas que ocasionan que suframos y mantienen ese sufrimiento en marcha.

A continuación están las instrucciones para una postura recomendada de meditación y para tres tipos de meditación sentados; dos se basan en observar la respiración y una en observar un objeto externo.

Meditación sentados

Para empezar una sesión de meditación sentado, primero necesitas un asiento cómodo. Puedes usar cualquier cojín lo suficientemente firme para sostener una postura erguida. También puedes sentarte en una silla. El punto principal es tener una postura relajada, pero recta, procurando que tu columna esté derecha. Si estás sentado en un cojín, cruza tus piernas de forma que te sientas cómodo, y si estás sentado en una silla, pon tus pies de manera uniforme y horizontal sobre el suelo. Puedes descansar tus manos en tu regazo o sobre tus muslos. Los ojos pueden estar entreabiertos con la mirada dirigida ligeramente hacia abajo a una distancia corta enfrente de ti. El punto más importante es tener una postura que sea tanto recta como relajada. La posición de tu cuerpo tiene un efecto muy directo y poderoso sobre tu mente. Una postura erguida le permite a tu mente descansar de manera natural en un estado de calma y paz; una postura encorvada te hará difícil relajar tu mente. Una vez que estás sentado cómodamente, la cuestión principal es estar presente. En otras palabras, tienes ambos pies (mentalmente hablando) dentro de tu estado de concentración, no un pie dentro y uno fuera. Tu práctica es en realidad más fácil y más relajante si le prestas toda tu atención.

Seguir la respiración

Hay muchos métodos para traer la mente a un estado de concentración. Voy a describir tres de los métodos más comunes, iniciando con la práctica de seguir la respiración. Para empezar, simplemente te sientas en una postura de meditación y observas tu respiración. No hay mucho más que hacer. Tu respiración debe ser natural, uniforme y relajada. No es necesario alterar tu manera normal de respirar. Entonces lleva tu atención a la respiración, enfocándote en el ir y venir de la respiración en la punta de la nariz y la boca. Hay una sensación de que en realidad estás sintiendo tu respiración, sintiendo su movimiento.

Cuando haces esta práctica, no solo observas tu respiración. A medida que te asientas en la práctica, de hecho te hace uno con la respiración. Sientes la respiración mientras exhalas y te vuelves uno con ella. De nuevo, la sientes cuando inhalas y te vuelves uno con esa respiración. Tú eres la respiración y la respiración es tú. Al final de la exhalación, deja que tu mente y la respiración se disuelvan en el espacio frente a ti. Permite un espacio; déjalo ir. Suelta la experiencia del todo y simplemente relájate en ese espacio. Entonces inhala naturalmente cuando tu cuerpo esté listo. No hay prisa para tomar la siguiente inhalación. Coloca tu mente en la respiración mientras inhalas, siéntela y relájate en ese espacio.

Si tu mente se distrae con los pensamientos, entonces mezcla tu mente con la respiración otra vez. Enfócate en un solo punto, especialmente en la exhalación. ¿Qué es lo que significa concentración en un solo punto? Imagina que estás caminando con un pequeño tazón de aceite caliente sobre tu cabeza, y alguien te dice: «¡Si derramas una gota de ese aceite, voy a cortarte la cabeza!». Por supuesto que te enfocarás en no derramar el aceite. Estarás completamente en el momento presente. Esa es la concentración en un solo punto. En cualquier caso, el ciclo simplemente se repite: exhalación, disolver, espacio e inhalación. Al continuar de este modo, empiezas a sentir la unidad natural de la respiración y la mente.

A medida que empiezas a relajarte, puedes apreciar tu respiración. Apreciar tu respiración quiere decir apreciar el ahora, el momento presente. La respiración solo ocurre en el presente. Exhala. Un momento se va. Inhala otra vez. Otro momento está aquí. Apreciar la respiración también incluye apreciar el mundo, tu existencia, tu ambiente completo y estar satisfecho con tu existencia. Incluye todo esto, pero hablando en términos básicos, significa apreciar el presente. Tú estás presente cuando estás apreciando el presente. No hay duda al respecto. Así que, cuando exhalas, simplemente enfócate; concéntrate en tu respiración. Cuando inhalas, solo relájate y siente la respiración, aprecia el presente. Eso es la meditación con la respiración en un sentido general. Aun cuando solo estás inhalando y exhalando, es una práctica extremadamente poderosa.

Contar la respiración

Cada vez que tu mente se vuelve poco clara u olvidadiza y el sentido del ahora se pierde, puedes traer más precisión a tu conciencia mediante una práctica sencilla llamada «contar la respiración». Para hacerlo, simplemente observas tu respiración y cuentas cada ciclo de inhalación y exhalación como una respiración. Puedes empezar contando tus ciclos de respiración del uno al diez. Si encuentras que tu mente ha divagado hacia un pensamiento a la cuenta de tres, por ejemplo, entonces vuelves a empezar en uno. Continúa así hasta que puedas contar del uno al diez sin distraerte. Si lo deseas, también puedes aumentar la cuenta, hasta cien, por ejemplo. Decidas lo que decidas, el objetivo es el mismo: estar completamente presente dondequiera que estés en tu cuenta. Contar de esta manera fortalece tu memoria y aumenta la precisión de tu atención plena. Esto contrarresta de forma natural la falta de memoria, porque atención plena significa «no olvidar».

Enfoque en el mundo exterior

También puedes practicar la meditación de morar en calma enfocándote en un objeto visual. En este caso, todo es igual que en la práctica de meditación sentado, salvo que tu atención deja de ser una experiencia puramente interna y corporal y se conecta con un objeto del mundo exterior. Puedes usar cualquier objeto que desees: una flor, un guijarro o tu control remoto. También puedes usar una imagen o una estatua del Buda. Sea lo que sea que elijas, es mejor que te enfoques en un solo punto a la vez; de otra manera, tu enfoque no será claro. Ese punto se convierte ahora en tu foco de atención primario y tu respiración se vuelve secundaria.

Al principio, puede parecer que no hay mucho propósito al observar tales objetos en la meditación, en especial observar «objetos sin significado» como una pluma o una piedra. Sin embargo, este entrenamiento es muy importante y práctico, porque cuando salimos de la sesión de meditación, nos encontramos en el mundo de los sentidos todo el tiempo, en medio de un campo de percepción siempre cambiante. Como este método trabaja directamente con los sentidos, nos ayuda a traer nuestra experiencia meditativa al mundo. Una vez que podemos trabajar con objetos visuales, podemos descansar la mente en sonidos, olores, sabores o sensaciones físicas. No obstante, al principio es más difícil trabajar con estos sentidos porque son menos sustanciales, así que comenzaremos trabajando con objetos visuales.

Este tipo de meditación puede practicarse con cualquier objeto en cualquier momento. Puedes practicarla cuando vas al trabajo en el autobús o en el metro. Mientras los otros pasajeros clavan la mirada en la basura del suelo u observan los grafitis de los muros para evitar el contacto visual con extraños, tú puedes hacer lo mismo con el objetivo de aumentar tu capacidad de darte cuenta y tu paz mental. El punto es que puedes traer un sentido de claridad y relajación a tu experiencia, sin importar dónde estés o qué estés haciendo.

Ampliar tu capacidad de darte cuenta de esta manera no solo afecta tu experiencia de un objeto, sino también tus interacciones con ese objeto. Normalmente, cuando ves algo, te vuelves consciente de su color y forma; respondes con gusto o disgusto, y lo asocias a través de la memoria con otros objetos, personas y momentos. Meditar sobre objetos externos trae una percepción más clara de estos pensamientos y emociones. Te entrena para estar presente en tu mundo interno y en tu mundo externo al mismo tiempo. Esto significa estar en presencia de una gama mucho mayor de experiencias en el momento presente. Cuando estás respirando, sucede en el ahora. Cuando ves un objeto, lo estás viendo en el ahora. Asimismo, los pensamientos y las emociones solo existen en el momento presente. La respiración de ayer no está aquí. La respiración de mañana no está aquí. El pensamiento de esta mañana no está aquí. El pensamiento de esta noche no está aquí. La imagen que estás observando en cualquier momento dado es la imagen del presente, de ahora mismo.

Practicar la meditación de esta forma empieza a dar lugar a una sincronización de mente y cuerpo. Tu experiencia de tus mundos mental y físico se vuelve más equilibrada. Esta sincronización da pie a un sentido de totalidad: no hay barrera entre la mente y el mundo, entre tu capacidad de darte cuenta y aquello de lo que te das cuenta. Esto trae un sentido de tranquilidad, estabilidad y de estar despierto a los estados agitados y confusos de la mente. Puedes llegar a este punto utilizando cualquiera de estos métodos. Puedes usar tu respiración, una pluma, la imagen del Buda, la foto de tu novia, la foto de tu novio, la foto de tu perro, la foto de tu gato. No importa, mientras que tu mente pueda descansar sobre ello.

Pensamientos

Durante tu práctica, tu mente parlanchina sin duda se activará, y tendrás toneladas de pensamientos. Algunos parecerán más importantes que otros y se convertirán en emociones. Otros estarán relacionados con sensaciones físicas (el dolor en tu rodilla, espalda o cuello). Y algunos te parecerán en extremo importantes, cosas que no pueden esperar. Has olvidado contestar un correo electrónico importantísimo, necesitas devolver una llamada u olvidaste el cumpleaños de tu madre. Estos tipos de pensamientos vendrán, pero en vez de saltar del cojín, todo lo que tienes que hacer cuando estás practicando meditación es reconocerlos. Cuando te inciten a la distracción, basta con que digas: «Tengo un pensamiento sobre haber olvidado el cumpleaños de mamá». Simplemente reconoces tu pensamiento y lo sueltas. Cuando meditamos sentados, tratamos todos los pensamientos de la misma forma. No les damos más peso a unos que a otros, porque cuando lo hacemos, aflojamos nuestra concentración lo suficiente como para que nuestra mente se escabulla.

Una vez compré una camisa en el aeropuerto porque había estado viajando durante mucho tiempo y necesitaba cambiarme. Encontré una de un tono azul oscuro muy bonito y me la puse sin verla con cuidado. Después, cuando estaba sentado en el avión, vi que tenía un pez, junto con una leyenda en la manga: «Atrapa y suelta». Me sentí muy bien; era como un mensaje del universo. De algún modo, llevaba puestas instrucciones para trabajar con la mente en meditación. Esa fue mi enseñanza en ese viaje, y tú puedes usar la frase en tu práctica: atrapa tus pensamientos y suéltalos. No necesitas golpearlos en la cabeza e intentar matarlos antes de soltarlos. Simplemente reconoce cada pensamiento y déjalo ir.

Los pensamientos merecen una mención especial, porque tendemos a olvidar que la práctica de meditación es la experiencia de los pensamientos. Podríamos pensar que la meditación debería estar por completo libre de pensamientos y totalmente en paz, pero eso es un malentendido. Eso es más como el resultado final del camino que el camino mismo, que es el proceso de relacionarnos con lo que sea que se nos aparezca. Esa es la parte de «práctica» de la práctica de meditación. Cuando aparece un pensamiento, lo vemos, reconocemos su presencia, lo soltamos y nos relajamos. Hacemos eso una y otra vez. Así que descansar la mente en la respiración o en un objeto siempre se alterna con distraernos de ello. La atención plena nos trae de regreso al presente y a un sentido de atención o concentración. Podemos fortalecer el poder de nuestra concentración con la práctica repetida, del mismo modo que fortalecemos los músculos de nuestro cuerpo flexionándolos cuando hacemos ejercicio. La respiración es lo que le da a nuestra mente la capacidad de flexionar nuestra atención y hacerla más fuerte. Por eso la respiración es tan importante en la meditación.

Recuerda, estamos trabajando con la mente y nuestra mente está conectada con muchas condiciones diferentes que nos afectan de maneras diversas e impredecibles. Así que no deberíamos esperar que nuestra meditación sea la misma todo el tiempo o que nuestro progreso siga determinado curso o secuencia de tiempo. De modo que no te desanimes por los altibajos en tu práctica. En lugar de verlos como signos de que tu práctica no tiene remedio, pueden ayudarte a ver la necesidad de hacer la práctica y por qué es tan útil.

Lleva tiempo desarrollar un estado intenso de concentración. A la larga, sin embargo, verás que tu mente se queda donde la pones. Meditar y desarrollar fortaleza mental no es solo una linda actividad espiritual. De hecho, es una gran ayuda y apoyo para todo lo que quieras aprender o lograr. A medida que tu mente se vuelve más calmada mediante la práctica de la meditación, experimentas más de lo que está sucediendo en cada momento. Empiezas a notar que tu vida –tu vida real– es bastante más interesante que solo tus pensamientos sobre ella.


Meditación analítica

Después de desarrollar cierta estabilidad de la mente en la meditación sentado, puedes empezar a añadir sesiones de meditación analítica a tu práctica. La meditación analítica es una práctica contemplativa. Piensas intencionalmente sobre algo que sea significativo para ti, y al mismo tiempo, examinas la manera en que normalmente piensas sobre ello. Específicamente, observas una creencia en particular que tengas y examinas la lógica que la sustenta para ver si tu razonamiento es atinado. Cuando haces esto, estás usando el pensamiento como una herramienta para investigar tus creencias, y cuanto más trabajes con esta herramienta, tanto más afilada se torna. En esta forma, tu mente, por lo común imprecisa y confusa, eventualmente desarrolla un extraordinario grado de claridad y destreza. Mucha gente disfruta con este tipo de práctica, porque en cierta forma es como un juego. Estás superando la estrategia del ego, que confía en tu creencia continuada en su existencia para mantenerte aferrado a él. La meditación analítica es una práctica que se asocia con el tercer entrenamiento en conocimiento superior debido a su poder para provocar introspecciones profundas. Tales introspecciones te llevan más allá del análisis o el mero entendimiento conceptual hasta una percepción directa de la verdadera naturaleza de la mente.

En cierto sentido, la meditación analítica es similar a una conversación que tienes contigo mismo. Inicias la conversación eligiendo un tema que te interese y luego te planteas una pregunta acerca de ello. Es importante comenzar con una pregunta real, una que te importe. Determinar si son los Beatles o los Rolling Stones la mejor banda de todos los tiempos no cuenta. Resolver esa cuestión podría ser interesante, pero no necesariamente te ayudará a poner fin a tu sufrimiento de ninguna manera. Sin embargo, una pregunta como «¿Hay un yo verdaderamente existente?» sí cuenta, y la respuesta que descubras por ti mismo puede marcar una gran diferencia en tu vida.

En última instancia, a partir de esta conversación tratamos de encontrar aquello a lo que nos estamos aferrando como un yo. Al mismo tiempo, examinamos nuestros propios conceptos y razonamientos.

Por ejemplo, ¿por qué asumimos que el «yo» existe? Si existe, entonces, ¿dónde está y de qué está hecho? Damos por sentado que somos seres racionales y lógicos; sin embargo, en la meditación analítica, descubrimos enormes lagunas e imperfecciones en nuestra lógica a través de las cuales se caerán muchas de nuestras suposiciones.

La guía más importante es ser honesto contigo mismo. ¿Qué piensas realmente, qué sientes de veras, qué es lo que en verdad observas? Si puedes permanecer simple y veraz, lograrás algunos descubrimientos inesperados. Como en la popular serie de televisión CSI, solo sigues la evidencia. Las siguientes instrucciones de meditación son ejemplos de suposiciones comunes y maneras de analizarlas.

Instrucciones para la práctica

Para empezar una sesión de meditación analítica, toma tu asiento y relaja tu mente, del mismo modo que en la meditación sentado. Después con gran atención trae a colación un pensamiento o una pregunta para analizar. Intenta mantenerte enfocado en la pregunta en cuestión. Si tu mente empieza a divagar de pensamiento en pensamiento sin llevarte a ningún lugar, detente y vuelve a seguir tu respiración durante un tiempo corto. Cuando tu mente se calme, retoma tu análisis como antes –no necesitas empezar desde cero–. Al final de la sesión, es bueno sentarse tranquilamente otra vez, sin análisis, durante varios minutos. Si practicas con la misma pregunta, con el paso del tiempo, empieza a permear tu ser. Sigue trabajando en el fondo de tu mente. La respuesta puede venir cuando te estés cepillando los dientes o en la ducha o en un ataque de ira al ver tu factura de teléfono.

La conversación: «Este soy yo»

Podrías empezar tu análisis trayendo a la mente algo que el Buda dijo; por ejemplo: «Aunque todos piensan que tienen un yo verdaderamente existente, ese yo es imaginario». Entonces, podrías pensar: «Aunque el Buda es una fuente confiable y respeto su sabiduría, aún siento como si tuviera un yo. No tiene sentido decir que no hay un yo; es contrario a mi experiencia. Aquí estoy. Este soy yo. Soy la misma persona que fui ayer, anteayer, el año pasado, hace veinte años, hace treinta años. En el futuro, me jubilaré y viajaré alrededor del mundo».

Si examinas esta afirmación, entonces podrías preguntarte: «Si soy el mismo yo como niño, como adulto y como jubilado a una edad avanzada, entonces, ¿qué es lo que permanece igual? ¿Es mi cuerpo el mismo? ¿Es mi mente la misma? Si digo que, aunque mi cuerpo no sea el mismo, mi mente es la misma mente, entonces, ¿mi yo niño sabía todo lo que sé ahora? ¿La memoria de mi yo niño es la misma que mi memoria ahora?».

Prosigues de esta manera. En la idea «yo soy la misma persona», hay dos suposiciones relacionadas que puedes explorar: semejanza y permanencia. ¿Es la permanencia un requisito para un yo? Cuando miras alrededor del planeta y todo el universo en el que vivimos, ¿ves algo en lo absoluto que sea permanente? Lógicamente, afirmar que algo sea permanente significa que siempre ha existido, nunca cesará de existir y nunca cambiará en ningún sentido. Si cambia, entonces ya no será lo mismo y, por lo tanto, no es permanente.

Entonces podrías pensar: «Sin embargo, cuando digo: “Este soy yo”, sé a qué me refiero. Claramente hay un yo que es una cosa, que se refiere a mí, y no a otra cosa o a otra persona». Pero pregúntate si eso es cierto, entonces, ¿qué es esa cosa singular? ¿Es tu cuerpo, tu mente o algo más? Si dices que es solo tu cuerpo, en ese caso estás en problemas, porque entonces el yo no tendría mente; el órgano físico que es el cerebro estaría desprovisto de conciencia. Si dices que es solo tu mente, entonces el yo no está relacionado con el cuerpo. Pero es claro que no es algo completamente separado de estos dos. Así que podrías pensar que el yo debe ser el cuerpo y la mente juntos. Si dices eso, sin embargo, tienes que decidir si el cuerpo y la mente cuentan como una sola cosa o no. Si son una cosa, entonces deben ser lo mismo; de otro modo, son dos cosas. Así que pregúntate de qué maneras la mente y el cuerpo son realmente lo mismo. Cuando investigues, tal vez solo veas las diferencias. Uno es material y uno es inmaterial. Un cuerpo no piensa y una mente no come o camina alrededor del mundo. Puesto que el yo no puede ser solo cuerpo o mente por separado, tiene que ser ambos. Y en vista de que el cuerpo y la mente no son lo mismo, no pueden llamarse una sola cosa. Por lo tanto, el yo tiene que ser más que una sola cosa.

Puedes desarrollar una línea de pensamientos como esta y luego observarla para advertir si se sostiene. Desafía tu propio pensamiento. En este punto, puedes ir más allá en la búsqueda del yo, pues tanto el cuerpo como la mente tienen muchos componentes en sí mismos; ninguno de ellos es una cosa singular y unitaria. ¿Podrías tener tantos yos como hay partes en tu cuerpo y mente? ¿Qué sucedería si perdieras una de esas partes o dos de esas partes? Si pierdes un brazo y tu vista, por ejemplo, ¿este «yo» que parece ser tu identidad se convierte en un punto de referencia menor?

Luego, podrías pensar: «Está bien. Quizá esas no sean buenas razones. Pero aún siento que tengo un yo. Tengo mi propia existencia e integridad de ser. No soy el producto de los pensamientos o acciones de otra persona». De nuevo, pregúntate qué es eso dentro de este yo que es verdaderamente independiente de cualquier otra cosa. ¿En qué grado tu identidad ha sido influida por tu educación, familia, comunidad, salud o incluso por tu dieta? ¿Serías el mismo o diferente si hubieras crecido en una cultura distinta? ¿Qué parte de este yo, incluyendo sus procesos de pensamiento y valores, no es un producto de causas y condiciones? La idea de independencia implica que estás hecho por ti mismo; esto significa que llegaste como eres y que este yo tuyo no es de ningún modo un producto de tu ambiente. ¿Eso es lo que realmente piensas?

De esta forma, iniciamos un proceso de cuestionamiento y lo seguimos tan lejos como podamos. El punto es ver a qué nos aferramos y lo que esto implica. Cuanto más descubramos, menos lógicos pareceremos ser. El propósito de estos ejemplos es señalar nuestros malentendidos más comunes sobre el yo, los cuales no se sostienen frente a la razón. Aunque podrían no convencernos por completo de que el yo no existe, por lo menos nos muestran cuán vago es nuestro sentido del yo. Ni siquiera sabemos dónde está, mucho menos lo que es. Por ejemplo, cuando tienes un dolor de cabeza, dices: «Tengo dolor de cabeza». No dices: «El cuerpo tiene un dolor de cabeza». O si te cortas un dedo en la cocina, afirmas: «Me corté». En tales casos, estás pensando que tu cuerpo eres tú mismo. Sin embargo, cuando estás sufriendo mentalmente, dices: «Soy infeliz. Estoy deprimido». En este caso, te consideras a ti mismo como tu mente. Así que a veces nos obsesionamos con el cuerpo y nos aferramos a él y otras veces nos obsesionamos con la mente y nos aferramos a ella. En la vida diaria, alternamos de esta manera todo el tiempo. Como no vemos esto claramente, nos confundimos respecto a quienes somos.

Ya sea que estés practicando la meditación para calmar la mente o para examinar tus conceptos, cada sesión es una oportunidad maravillosa para llegar a conocer tu mente. No necesitas abordar la práctica como algo que «tienes» que hacer, eso le quita toda la diversión. La meditación es en realidad muy interesante. Casi nunca observamos nuestra mente, de modo que cuando lo hacemos, está repleta de hallazgos que nos provocan la curiosidad para descubrir más y llegar al fondo de esta cosa que llamamos «mi mente».

En la actualidad la gente suele sentir que tiene muy poco tiempo para practicar la meditación, pero incluso solo un poco de práctica cada día tiene un efecto positivo poderoso. Sentarse a meditar durante treinta minutos en un espacio tranquilo es muy útil, pero puedes hacerlo cuando y donde te sea posible. Puedes meditar mientras vas al trabajo en el metro, mientras tu compañía telefónica te deja esperando en la línea o mientras esperas a que hierva el agua. Sé práctico al respecto y solo haz lo que a ti te funcione.

Apéndice 2
Poemas selectos

¿QUIÉN ERES TÚ?

Eres tan creativa y tus trucos son tan originales. Mira tu magia, tan engañosa, real e interminable.

Eres una gran contadora de cuentos, tan dramática, colorida y emotiva. Me encantan tus historias, pero ¿te das cuenta de que las estás relatando una y otra vez?

Eres tan soñadora y tan incansablemente apasionada. Estás por tus personajes oníricos y el mundo, pero ¿adviertes que solo estás soñando?

Eres tan familiar, pero nadie sabe quién eres en verdad. ¿No hay quienes te llaman «pensamientos»? ¿Realmente estás ahí o simplemente eres mi ilusión?

¿No se enseña que eres la verdadera mente de sabiduría? Qué hermoso mundo podría ser este si solo pudiera yo ver a través de esta mente.

Bueno, en realidad no importa ¡porque yo no existo sin ti! «¿Quién soy yo?» quizá sea la pregunta correcta. Después de todo, ¡soy solo una de tus muchas manifestaciones!

Denny´s

7 de febrero de 2006

VERDADERA MAGIA

Pensamiento… Eres el mejor actor que Hollywood ha visto jamás.

Tus dramas… tienen mayor audiencia que cualquier telenovela. No puedo imaginar perderme alguno de tus episodios.

Tus efectos especiales… exceden lo mejor de DreamWorks, tan reales que pueden engañar aun a su creador.

¿Cómo puede este mundo existir sin tu creatividad? El mundo estaría simplemente vacío en tu ausencia.

Ni Picasso, ni los espectáculos de Broadway. Ni los amigos ni los enemigos.

¡Tu magia hace que el mundo sea real, excitante y vivo!

Straits Café

11 de noviembre de 2008

JARDÍN DE BAMBÚ

El corazón intenta hablar, pero en la ausencia de palabras la mente racionaliza el sentimiento y encuentra solo etiquetas. Gozo, pena y depresión. Realidad delgada como el papel, pero pesada. Así que descanso como una roca en un jardín de bambú. Veo el cielo y siento la tierra. Respiro el aire aquí mismo. Entonces veo, adentro claro y brillante, amor tan sereno.

Café Redstar

13 de noviembre de 2008