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Colección “Regadíos Históricos Valencianos”
Dirección científica: Jorge Hermosilla Pla. Universitat de València

Edita:
Departament de Geografia. Universitat de València

Volumen 14: “Los regadíos tradicionales de la Marina Baixa: La cuenca del Río Amadorio”
Dirección: Jorge Hermosilla Pla
Coordinación: Miguel Ángel González Ferrairó

Equipo Investigador: Unidad de Investigación “Estudios del Territorio, Paisaje y Patrmonio”. ESTEPA
Miguel Antequera Fernández
Miguel Ángel González Ferrairó
José Vicente Aparicio Vayà
Sandra Mayordomo Maya
Laura Serrano Victoria
José Serrano Julián
Ghaleb Fansa

Colaboradores del presente volumen:
María Hernández Hernández. Universidad de Alicante
Pablo Giménez Font. Universidad de Alicante

Diseño cartográfico: José Vicente Aparicio Vayà y Ghaleb Fansa. ESTEPA

Diseño de figuras: Laura Serrano Victoria. ESTEPA

Revisión de textos: Mónica Fernández Villarejo

Maquetación: José Vicente Aparicio Vayà; Ghaleb Fansa y Sandra Mayordomo Maya. ESTEPA

ISBN: 978-84-370-9768-8



Financia:

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ÍNDICE

CAPÍTULO I. INTRODUCCIÓN. EL REGADÍO HISTÓRICO DE LA CUENCA DEL RÍO AMADORIO Y SU ENTORNO. CONSIDERACIONES GENERALES

Jorge Hermosilla Pla. Universitat de València

CAPÍTULO II. UN MEDIO FÍSICO DE ARIDEZ Y PENDIENTES QUE OTORGA PERSONALIDAD GEOGRÁFICA A LA CUENCA DEL AMADORIO

María Hernández Hernández. Universidad de Alicante

CAPÍTULO III. OBRAS HIDRÁULICAS Y TRANSFORMACIONES DEL PAISAJE EN LA CUENCA DEL RIU AMADORIO

Pablo Giménez Font. Universidad de Alicante

CAPÍTULO IV. LOS PAISAJES AGRARIOS EN LA CUENCA DEL AMADORIO. DUALIDAD ENTRE LOS MUNICIPIOS DE INTERIOR Y LITORAL

María Hernández Hernández. Universidad de Alicante

CAPÍTULO V. CONTEXTUALIZACIÓN DE LOS REGADÍOS DEL SECTOR MERIDIONAL DE LA MARINA BAIXA

Miguel Ángel González Ferrairó y Jorge Hermosilla Pla. ESTEPA. Universitat de València

CAPÍTULO VI. LAS COMUNIDADES DE REGANTES EN LA CUENCA DEL RÍO AMADORIO Y SUS TRIBUTARIOS. GESTIÓN Y USO DEL AGUA EN LOS RIEGOS DEL AMADORIO, FINESTRAT, L’ALFÀS DEL PI Y BENIDORM

Miguel Antequera Fernández. ESTEPA. Universitat de València

CAPÍTULO VII. LOS REGADÍOS TRADICIONALES DE LA CUENCA DEL AMADORIO Y SU ENTORNO: IDENTIFICACIÓN Y ANÁLISIS

Jorge Hermosilla Pla, Miguel Ángel González Ferrairó, Miguel Antequera Fernández, José Vicente Aparicio Vayà y Sandra Mayordomo Maya. ESTEPA. Universitat de València

CAPÍTULO VIII. EVALUACIÓN DE LAS OBRAS HIDRÁULICAS DEL SECTOR MERIDIONAL DE LA MARINA BAIXA, UN PATRIMONIO HIDRÁULICO RELEVANTE

Jorge Hermosilla Pla, Sandra Mayordomo Maya y Miguel Ángel González Ferrairó. ESTEPA. Universitat de València

CAPÍTULO IX. LOS ARTEFACTOS HIDRÁULICOS DE LA MARINA BAIXA: MOLINERÍA TRADICIONAL EN CUENCAS MEDITERRÁNEAS ALICANTINAS

José Serrano Julián y Miguel Antequera Fernández. ESTEPA. Universitat de València

CAPÍTULO X. INVENTARIO DEL PATRIMONIO HIDRÁULICO EN LA CUENCA DEL RIU AMADORIO Y SU ENTORNO

ESTEPA. Universitat de València

BIBLIOGRAFÍA

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Para el sector meridional de la Marina Baixa, y más concretamente para su capital, la ciudad de La Vila Joiosa, donde sus aguas se vierten al mar, el río Amadorio, supone aún desde sus modestas dimensiones, un referente definitorio de su paisaje como cauce modulador que es de diferentes formas de cultivo tradicional. Es sin duda un eje vertebrador de ámbito comarcal.

Precisamente estas formas, preservadas en el tiempo y en el espacio gracias a las canalizaciones, azudes, tomas, acequias, molinos y otras infraestructuras hidráulicas -como los estratégicos embalses de Relleu y el propiamente denominado Amadorio-, constituyen, junto a las prácticas y usos vinculados a aquellas, un acabado modelo de aprovechamiento, sabio y al tiempo sostenible, de un recurso tanto más imprescindible y valioso en la cuenca mediterránea como es el agua.

El volumen que obra en sus manos informa y destaca de manera amena, amplia y documentada el valioso patrimonio etnológico de parte de la Marina Baixa. Se trata de un nuevo título que encuadrado en la colección Recuperem Patrimoni acerca a la ciudadanía los valores intrínsecos del patrimonio cultural relacionado con el agua. Recoge un modo de concebir tanto la agricultura de regadío como el paisaje derivado de ésta. Hace mención a sus usos, a la necesidad de su preservación, dado el significado y el valor cultural de estos elementos y paisajes patrimoniales.

En sus páginas, un equipo de expertos adscritos a la Universitat de València, a través de la unidad de investigación ESTEPA (Estudios del Territorio, Paisaje y Patrimonio), y con la colaboración de profesores de la Universitat d’Alacant, desvela y analiza en profundidad desde las propias condiciones climáticas y edafológicas del territorio aspectos tan asimismo destacados y dignos de protección como puedan ser las modalidades de irrigación, la gestión de las comunidades de regantes, su historia y presencia en los diferentes municipios del valle o el inventario detallado de los ingenios y equipamientos que nos han llegado. Resulta indudable que este interesante compendio de conocimientos actúa como testimonio fehaciente de una cultura agraria de amplia implantación, huella de la laboriosidad, apego a la tradición y buen hacer de los agricultores de la Comunitat Valenciana.

Desde la acción institucional que venimos aplicando en temas de gestión, protección, investigación y puesta en valor social de los bienes y recursos que configuran el patrimonio cultural valenciano, celebramos la edición de esta publicación. Aprovechamos la ocasión para manifestar nuestro reconocimiento explícito al esfuerzo investigador de sus autores, así a los resultados obtenidos. Una nueva obra de la colección, el volumen 14, que testimonia nuestro compromiso por la identificación y el análisis de nuestro patrimonio hidráulico.

Marta Alonso Rodríguez
Directora General de Patrimonio Cultural
Generalitat Valenciana

La pequeña cuenca del río Amadorio (205 km²) es un palinsepto en el que el hombre ha ido dejando huellas sobre huellas de las diferentes técnicas hidráulicas utilizadas, a fin de aumentar o administrar mejor los escasos recursos de aguas disponibles en ella, tanto pluviales como subterráneos, para mejorar las condiciones naturales imperantes, configurándose, de esta forma, un medio antrópico. Así, roturaron todas aquellas laderas montañosas de menos de 45º de inclinación, donde los aterrazamientos y otras obras hidráulicas han generado un paisaje cultural, con predominio de arquitecturas agrarias, cuasi milenarias, tal como las definió el arqueólogo Blanchemanche (1990) para todas las vertientes mediterráneas y que después reafirmó García Fernández (2004). Se podría hablar de una total desadaptación de estos terrazgos con respecto a lo que fue o sería su estado pristino. Ha sido un proceso secular realizado por los agricultores hasta mediados de siglo XX, en que todavía se podían apreciar, en toda su magnificencia, su imagen con abundancia restos de obras de canalizaciones, presas, terrazas de cultivo y molinos, que esta monografía pretende rescatar del olvido y de la reivindicación natural que quiere recuperarlas de nuevo. Para ello cuenta con la acción de fuertes escorrentías y la desidia humana de no apreciar la herencia arquitectónica que todavía contienen. Para mí, sin lugar a dudas, son las catedrales del medio rural.

Esta pequeña cuenca fluvial forma parte de la comarca alicantina de La Marina, con base geográfica, tal como la delimitaron en los años sesenta López Gómez y el grupo de investigadores que coordinó en la elaboración de la división comarcal de las tres provincias valencianas. De sus características geográficas destacan las interrelaciones de las disposiciones de los relieves y la dinámica atmosférica dominante sobre ellas, que dieron como fruto su rasgo más característico: la semiaridez medioambiental. Dominante, durante casi todas las estaciones, excepción de parte del otoño y, en ocasiones, en primavera, es la causante de la indigencia pluviométrica imperante el resto del año, lo que unido a una litología superficial de predominio de margas miocenas e, incluso, triásicas con poca capacidad de permeabilidad y una cuasi verticalidad de los estratos calizos, favorecen una baja retención de la humedad caída sobre ellas y una escorrentía rápida favorecida por las fuertes pendientes y su proximidad al mar.

Estas condiciones de indigencia de disponibilidad hídrica determinó durante siglos el predominio de una actividad agrícola de cultivo pluvial, complementado con la existencia de menguadas áreas de huertas que apenas suman 2.175 ha., que se beneficiaban de las pequeñas surgencias carsticas o de las corrientes subálveas de las ramblas y torrentes, cuando por la presencia de un obstáculo rocoso compacto o la construcción de un azud, les hacían surgir –takyrs-. Todo esto se complementaba con actividades ganaderas y algunas industrias artesanales que aprovechaban los frutos de sus tierras e, incluso, de las pesquerías marinas.

Las posibilidades agrarias de las huertas eran las más apreciables, tradicionalmente, pero para que estas huertas se beneficiasen de esos pequeños caudales circulantes, en la cuenca del Amadorio y su afluente el Sella, sus habitantes aguzaron el ingenio a fin de captarlos y utilizarlos en su totalidad mediante la construcción de presas –azudes-, canales de derivación –boqueras-, albercas de almacenaje y captación de las subterráneas con foggaras, cimbres, presas subálveas, pozos y norias de elevación de tracción animal. De otro lado los cultivos pluviales –secanos- para mejorar su capacidad de retención de la humedad, tuvieron sus practicantes que construir terrazas perpendiculares a la pendiente, cuya anchura iba disminuyendo inversamente al aumento de la pendiente de la vertiente montañosa que se quería ganar para tal fin agrícola. Así, fue como se produjo esta abundancia de obras de fábrica hidráulicas, que hoy constituyen un magnífico conjunto de restos, algunos todavía funcionales, que son los causantes de la impronta paisajística dominantes en las fondos de los valles y laderas montañosas de suaves pendientes, que todavía no se han visto afectadas por el avance urbanístico desde de la costa próxima. Esta actividad turística iniciada en la segunda mitad del siglo XX ha propiciado el abandono de los cultivos pluviales y los regadíos. En su mayoría, se han convertido en fincas de recreo y en muy pocos casos se mantiene su vocación tradicional productiva. El motor de esta transformación ha sido las condiciones térmicas medias y de baja pluviometría, antaño negativas y hoy positivas, para hacer de este territorio uno de los de mejor desarrollo socioeconómico de las Unión Europea, con la marca Benidorm abanderándolo. Así, ha sido como la semiáridez ha provocado un aprovechamiento exhaustivo de sus escasos recursos epígeos y subterráneos, incrementados por los aportes del pequeño embalse del río Amadorio, desde 1957. Hoy claramente insuficientes, por lo que se tienen que complementar con los del río Guadalest y los transvasables, en los años más secos, incluso del Acueducto Tajo-Segura y desalación.

La consecuencia más negativa ha sido el abandono del patrimonio histórico hidráulico. Investigado y analizado en su funcionamiento, en este libro coral, por un equipo de nueve geógrafos, sabiamente dirigidos por el Dr. Hermosilla Pla, con larga experiencia en el estudio de estas temáticas en tierras valencianas y del Norte de África. Su magnífico resultado está entre sus manos para apreciarlo. Pero, ahora, debíamos preguntarnos sí va a ser una aportación para engrosar los anaqueles de las bibliotecas, una vez más. Por ello, sugerimos que dada la proximidad de este patrimonio hidráulico a ese gran centro turístico –Benidorm- sería oportuno que las administraciones correspondientes apostasen por la realización de unos senderos –de 8 a 10 Km- que fueran uniendo las piezas fundamentales de este patrimonio hidráulico-paisajístico, con la conservación y funcionamiento de algunas de ellas, hasta configurar un parque temático que ofrecer como actividad cultural a los turistas, desde otoño a primavera. De esta forma se conseguiría su mejor conservación al tiempo que se evitarían las grandes escorrentías que hoy se generan cuando los chubascos de fuerte intensidad horaria afectan a vertientes abandonadas por los cultivos o impermeabilizadas por los procesos de urbanización.

Alfredo Morales Gil
Catedrático de Análisis Geográfico Regional
Universidad de Alicante

El Departament de Geografia de la Universitat de València ha sido escenario de estudios e investigaciones que han tenido como denominador común el regadío tradicional valenciano. De hecho constituye una línea de investigación emblemática de la denominada Escuela Valenciana de Geografía. Los trabajos pioneros del profesor Antonio López, y posteriormente de geógrafos como Vicent Rosselló, Antonio Olcina, Alfredo Morales, Joan Mateu, Juan Piqueras, José María Bernabé, Eugenio Burriel o Joan Romero, constituyen referencias obligadas de investigaciones que tratan el regadío histórico mediterráneo, su evolución, los procesos de su configuración y, en particular, los regadíos del llano litoral, aquellos que corresponden a los últimos tramos de los ejes fluviales como el Xúquer o el Túria, es decir, las Riberas y L’Horta, respectivamente.

En los últimos 15 años el Departament de Geografia de la UV cuenta con la participación de un equipo de investigadores dirigido por el profesor Jorge Hermosilla, que ha continuado y acrecentado la línea de estudio sobre los regadíos históricos valencianos. Su unidad de investigación, ESTEPA (Estudios del Territorio, Paisaje y Patrimonio), ha abordado de forma sistemática estudios de los espacios irrigados históricamente, desde el punto de vista patrimonial. La identificación, el inventario y catalogación, el análisis y, en ocasiones, la puesta en valor, han constituido las líneas de trabajo de este grupo de investigación pionero en la geografía española. Hoy se ha analizado una gran parte del territorio valenciano, desde el castellonense río Mijares hasta el alicantino río Vinalopó. Un esfuerzo colectivo que ha permitido el estudio del 75% de la superficie de la Comunitat Valenciana.

Más de una quincena de publicaciones recogen los resultados de sus investigaciones, especialmente en la colección “Regadíos históricos valencianos”, coeditada por el propio Departament de Geografia y la Dirección General de Patrimonio Cultural, de la Generalitat Valenciana, y dirigida por el propio Hermosilla.

En esta ocasión se han abordado los regadíos tradicionales del río Amadorio. Tras el estudio de las cuencas hidrográficas de los ríos Girona, Gorgos y Guadalest, el equipo ESTEPA ha analizado los sistemas de irrigación, los paisajes y los elementos patrimoniales relacionados con la captación, el transporte y el uso de las aguas del río Amadorio. Las huertas de Relleu, Sella, Orxeta o La Vila Joiosa son excelentes ejemplos de los regadíos que se extienden por las cuencas intramontanas litorales alicantinas. Constituyen el testimonio de la adaptación de sociedades al medio natural, durante siglos, que han dado lugar a unos paisajes culturales de gran valor; unas unidades paisajísticas delimitadas por acequias históricas, y en donde predominan los sistemas de parcelas abancaladas, adaptadas al medio.

Juan Piqueras Haba
Director del Departament de Geografia
Universitat de València

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INTRODUCCIÓN. EL REGADÍO HISTÓRICO DE LA CUENCA DEL RÍO AMADORIO Y SU ENTORNO. CONSIDERACIONES GENERALES

Jorge Hermosilla Pla
Departament de Geografia, Universitat de València

UNA INTERPRETACIÓN DESDE LA DISCIPLINA GEOGRÁFICA DE LOS REGADÍOS HISTÓRICOS DE LA CUENCA DEL RÍO AMADORIO Y SU ENTORNO

Durante los últimos 20 años hemos ido desarrollando una línea de investigación centrada en el análisis de los regadíos históricos valencianos, que tiene por objeto su conocimiento para la totalidad del territorio regional. En la actualidad se conoce la situación para más del 75% de su superficie, lo que nos permite la identificación de los rasgos que definen la irrigación tradicional en esta parte de la cuenca mediterránea. En esta ocasión el equipo de investigación Estepa (Estudios del Territorio, Paisaje y Patrimonio) ha abordado el análisis de los regadíos tradicionales del sector meridional de la Marina Baixa (Alicante), que corresponde a la cuenca del riu Amadorio (Relleu, Sella, Orxeta, La Vila Joiosa) y su entorno más inmediato (Benidorm, Benimantell, Finestrat, Torre de les Maçanes, Penáguila). Anteriormente tuvimos la oportunidad de estudiar los regadíos históricos de cuencas hidrográficas similares, como las de los ríos Girona y Gorgos, en la Marina Alta (Hermosilla et al. 2011). Se puede considerar que la cuenca del Amadorio constituye un buen ejemplo de la situación actual de los regadíos históricos valencianos, pues en ella se hallan los rasgos que los definen (Hermosilla e Iranzo, 2014). Éstos son:

A) La cuenca del Amadorio corresponde a un paisaje cultural de corte “mediterráneo”, que mantiene una relación coherente con el medio físico.

El paisaje se considera un todo territorial morfológico, funcional y percibido. Los paisajes del agua culturales son aquellos territorios cuyo carácter (término polisémico) responde en un alto grado a las relaciones, históricas y actuales, entre un factor natural de primer orden como el agua y la acción humana, según Mata y Fernández (2010). Los regadíos históricos mediterráneos constituyen las expresiones más acabadas de los paisajes culturales del agua de escala local, y constituyen al mismo tiempo las señas de identidad mayores de numerosos territorios. Son a la vez culturales (expresan una larga historia) y patrimoniales (representan relaciones de afinidad e identidad). Además de coherentes con el medio físico que les acoge: se manifiesta una dependencia con la base geográfica física. De esa manera, las condiciones impuestas por un medio físico restrictivo para las prácticas agrícolas, especialmente las del regadío, es un denominador común en esta parte del territorio valenciano. El Amadorio cuenta con una cuenca reducida que apenas supera los 200 km2 y la longitud de su cauce no rebasa los 30 km. La proximidad de las montañas al nivel de base (el mar Mediterráneo), la altitud de sus relieves así como su disposición cerrada, y su orientación noroeste-sureste, dan lugar a un medio físico montañoso y a una dualidad manifiesta entre un interior abrupto y dominado por pronunciadas pendientes, y una reducida llanura litoral.

Los regadíos históricos son una consecuencia de las relaciones de adaptación; son espacios legibles y coherentes con su medio. No cabe duda que la topografía, o la gravedad como indica Barceló (1989), condiciona el diseño, las dimensiones y por tanto las características distintivas de los sistemas de riego. Durante generaciones se tuvo conciencia del condicionamiento físico, de la necesidad de adaptación al medio y de los resultados de contrastes esperados: los riegos estrechos de los valles y laderas abancaladas en el curso alto y medio del río Amadorio, en yuxtaposición con la expansión de redes de regadío en el llano litoral de su curso bajo, en la Vila Joiosa.

B) Unas condiciones espaciales particulares, basadas en la universalidad, la invisibilidad, la versatilidad y la complejidad del uso del agua

La presencia del agua en este territorio es un denominador común, pese a sus condiciones semiáridas. Su universalidad se manifiesta en numerosos paisajes, como elemento morfológico percibido, como componente funcional de primer orden del sistema paisajístico; como imagen y representación simbólica en diversas manifestaciones artísticas; y como recurso que por su escasez o ausencia, condiciona la configuración y fisonomía del paisaje. En los municipios estudiados se encuentran testimonios de su uso tradicional, tanto para regadío (en sus diversas obras y elementos arquitectónicos para el dominio del agua) como para abastecimiento humano y obras civiles de gran fractura (embalses de Relleu y Amadorio).

Una buena parte de los regadíos tradicionales del río Amadorio se caracterizan por su “invisibilidad”, pues la superficie por las que se extienden en numerosas ocasiones es reducida, no es perceptible. Nos referimos a las partes altas de la cuenca. Sin embargo, a escala local es cuando adquieren su significado real. En la totalidad de los municipios se puede constatar la presencia de espacios irrigados, en unos casos en extensas huertas (La Vila Joiosa), en otros en reducidos y minúsculos huertos. En términos generales sobresale la “versatilidad” de los huertos tradicionales, que fueron acogiendo cultivos en función de los cambios acaecidos durante siglos, muestra de su adaptación. La demanda de los mercados locales o regionales, la capacidad de adaptación en función del medio físico y las oportunidades ofrecidas por territorios del entorno, han condicionado el devenir de las prácticas agrícolas en cada período. Así, el regadío histórico en la cuenca del Amadorio fue amparando cereales, moreras, hortalizas, árboles frutales o incluso naranjos. La evolución experimentada por los cultivos ha implicado un proceso de arborización de buena parte de estos espacios. En unos casos se optó por una cierta diversidad de regadíos tradicionales de uso regular y continuo, en otros, en cambio, por el riego intermitente, el “secano mejorado”.

Las condiciones impuestas por el medio físico, tanto las características orográficas como climatológicas, requieren que para la implantación del regadío un dominio de técnicas y un conocimiento de tecnologías que permitan el uso racional y adecuado de los recursos hídricos, que permitieron la captación, la acumulación (en ocasiones) y la distribución del agua. Técnicas y tecnologías tradicionales y complejas, que contrastan con el principio simple de la gravedad. El agua discurre de las partes altas a las bajas.

C) La arquitectura hidráulica. Los elementos constructivos de los sistemas de regadío tradicional.

Los regadíos históricos de la cuenca del Amadorio y su entorno comprenden habitualmente un conjunto de sistemas configurados por obras de captación, redes de acequias y artilugios dispuestos a lo largo de su trazado, para diferentes fines (embalsar, molturar, regar…). En ese sentido, se desarrolla una tipología que responde a las funciones de captación, de transporte, de acumulación, de distribución y de uso. Entre los elementos de captación sobresalen por su universalidad y volumen las presas y los azudes (assuts), distribuidos en los cursos de agua, el río Amadorio y su afluente el Sella. Las recurrentes y devastadoras crecidas han dado lugar a continuas reconstrucciones de esos azudes. En las ramblas y barrancos son frecuentes las boqueras empleadas para derivar las aguas turbias (Morales, 1989). Allí donde el nivel freático se hallaba próximo a la superficie fue muy habitual la construcción de aceñas/senies, como en el llano litoral de la Vila Joiosa, con cierta frecuencia se usaban para auxiliar el riego fluvial con aguas subterráneas. Posteriormente, con la introducción de la maquinaria de vapor y del motor de explosión, fueron reemplazadas por pozos. Finalmente destacan las galerías drenantes, también conocidas por minas de agua, cavas o alcavones, de longitudes desiguales que captan el agua en los glacis de los relieves calcáreos que circundan la cuenca hidrográfica del Amadorio.

Las acequias (séquies) son los elementos clásicos de distribución habitual del agua de riego. Contrasta la homogeneidad morfológica de sus diseños, con cajeros de tierra o sobre todo de obra, con la gran variabilidad terminológica utilizada para establecer el orden de prioridad de las canalizaciones, y no al tamaño real de las mismas (habitualmente definido por la sección del cajero de cada conducción). Adquieren una terminología específica como acequia madre, filloles, arrobas, braçals, ramals y regadores. La necesidad de salvar los desniveles generados por una topografía irregular en los sectores alto y medio de la cuenca del Amadorio, ha dado lugar a soluciones específicas, materializadas en galerías de conducción o alcavones, los acueductos y los sifones. Se aprecia una notable diversidad de tipologías de estos elementos motivada por las desiguales dimensiones de los desniveles salvados, por las variables constructivas históricas, por los materiales de construcción disponibles, y por la capacidad tecnológica del colectivo social impulsor de la obra. Relacionados con las acequias hallamos aquellos elementos que permiten la distribución de los recursos hídricos. Nos referimos a los partidores, que se instalan en las propias acequias. La instalación de un tipo determinado de partidor está ligada a los procedimientos operativos de reparto del recurso. En este territorio la modalidad predominante es el de lenguas (“llengües”), por la necesidad de repartir el agua en partes alícuotas, seguida del uso de compuertas, cuando se procedía al reparto por tandas y turnos. No hay construcciones de protección de los partidores. El almacenamiento del agua de riego se efectúa en esta parte del territorio alicantino mediante balsas y albercas (“safareigs”), muy habituales en la pequeña hidráulica de la montaña mediterránea. En ocasiones se utilizaban para el funcionamiento de los molinos del área.

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Riego de la Séquia del Poble (Sella)

Ligados a los sistemas de riego por su funcionamiento y evolución, pero sin formar parte de ellos, hallamos los embalses valencianos antiguos, estudiados por López Gómez (1987) o Giménez (2014). Nos referimos al pantano de Relleu (1600-1730, destacada obra ingenieril junto con los de Elx y Tibi) y el embalse de Amadorio (mediados del siglo XX). De la misma manera es interesante la imbricación del patrimonio del regadío con otros elementos del patrimonio hidráulico, como los lavaderos, abrevadores, fuentes, molinos, batanes, fábricas de luz, etc, que en el pasado formaron parte de un mismo hidrosistema, mediante una gestión conjunta generalmente a cargo de las comunidades rurales y los consejos municipales.

D) La evolución histórica de los regadíos del Amadorio. Sociedad, economía y patrimonio.

Los riegos tradicionales de la cuenca del Amadorio son espacios con una dilatada historia, cuyo origen se halla al menos en el período musulmán. Fue habitual durante la permanencia de las sociedades musulmanas las obras hidráulicas destinadas a la transformación del secano en espacios irrigados asociados a azudes y galerías de agua. Sin duda se establecieron las bases del desarrollo del regadío valenciano durante los ochos siglos de ocupación musulmana. En términos generales se refieren a espacios irrigados no extensos que fueron construidos con anterioridad a la gran expansión de los regadíos de iniciativa pública, a principios del siglo XX, mediante el impulso del Plan General de Obras Hidráulicas de 1902 o la Ley de Obras de Puesta en Riego de 1932.

El esquema general del paisaje de la cuenca del Amadorio obedece a pautas modeladas a lo largo de la historia. Para Pablo Giménez (2014) la organización territorial tiene un origen medieval a partir del paisaje modelado por musulmanes. En la parte alta y media del Amadorio predominan microsistemas escalonados, creados por pobladores andalusíes del siglo IX y X, y mantenidos por moriscos. En la parte baja, en cambio, estuvo condicionada por la fundación de la Vila Joiosa, en 1300 por cristianos. La Vila tuvo desde su origen privilegios relacionados con la gestión de las aguas del río Amadorio. Ejerció la función de centralidad respecto al interior, aguas arriba del valle, y mantuvo su tutela en la recolonización de los señoríos del interior, introduciendo nuevos cultivos, asegurando caudales para sus intereses e impulsando obras de riego.

La construcción temprana del pantano de Relleu (1600-1730) y posteriormente del embalse de Amadorio (1938-1947) condicionaron la evolución de los regadíos “aguas abajo”, de ambos. El de Relleu, obra de ingeniería de referencia, permitió la bonificación de tierras (1607: 115 hectáreas, 1689: 230 ha, 1795: 300 ha). Hoy está colmatado y por ello en desuso. El embalse de Amadorio permite la regulación y gestión de los recursos hídricos para los regantes de La Vila Joiosa principalmente.

Los regadíos históricos de la cuenca del Amadorio y su entorno han experimentado en las últimas décadas contrastadas transformaciones, que condicionarán su futuro inmediato. Desde los años cincuenta del pasado siglo XX, coincidiendo con el período del desarrollismo económico, los regadíos históricos experimentaron una degradación y en muchos casos una ruptura con respecto a la evolución de los siglos pasados. Los cambios de usos del suelo, los abandonos de las tierras de cultivo, las fragmentaciones parcelarias, las nuevas prácticas agrícolas, etc. han ido parejas a unos procesos de urbanización e industrialización irrespetuosos con el regadío tradicional; de una política agraria estatal centrada en iniciativas de nuevos regadíos, nuevas colonizaciones y de impulso a la concentración parcelaria, lo que repercutió negativamente en las estructuras tradicionales del agro (caminos, canalizaciones, poblamiento, parcelario); y, finalmente, de los cambios experimentados en la agricultura tras la adopción de las mejoras de la revolución verde que sin cuestionar la estructura de la propiedad introdujo mejoras sustanciales en los procesos de producción del agro (Morales y Gil, 1992). Ese deterioro es generalizado, pues se aprecia tanto en las huertas del llano litoral de La Vila Joiosa como en los regadíos históricos de los pueblos montanos subáridos de Orxeta, Relleu o Sella.

E) Las configuraciones espaciales adquiridas por los regadíos históricos de la cuenca del Amadorio

El sentido común ha sido el principio que ha regido la adaptación del regadío al medio físico. La arquitectura hidráulica es el resultado de la aplicación de esa coherencia. De manera que la acción del hombre ha dado lugar a configuraciones espaciales diversas que tienen como rasgo común en su origen la adaptación al medio. Diversos autores como Antonio López Gómez (1974, 1975, 1989), Juan Marco, Joan Mateu y Joan Romero (1994), Antonio Gil y Alfredo Morales (1992) o Juan Piqueras (1993) y Jorge Hermosilla (1999-2012)*, han señalado los diversos aspectos formales, paisajísticos, que adquieren los espacios irrigados tradicionales valencianos, que como apunta Rafael Mata y Santiago Fernández (2010), están ligados a la geomorfología del territorio valenciano, especialmente la fluvial, la litoral y la de laderas. En el caso de los sistemas de irrigación tradicional de la cuenca del Amadorio, se trata de una tipología similar a la de otros regadíos de la cuenca mediterránea, agrupada en los siguientes formatos:

- Los regadíos de valles y vegas interiores, que conforman manchas irregulares que contrastan con los paisajes monocromos de los espacios circundantes, como acontece en Relleu.

- Los riegos de vegas litorales, asentados en llanos de acumulación, que están configurados en espacios hidráulicos de considerables dimensiones (superan las 1.000 hectáreas). Es el caso de los regadíos de La Vila Joiosa.

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Huertas y riu Amadorio en la Vila Joiosa (la Vila Joiosa)

- Los regadíos serranos, frecuentemente se disponen en sistemas de abancalamiento de laderas muy característicos del interior. Estos aterrazamientos, riegos escalonados, se extienden por las laderas de los valles del Amadorio, Sella y otros colectores ocasionales, en Orxeta, Sella y Relleu.

En términos de tamaño de las superficies regadas y de las pautas de gestión del agua de riego derivadas del medio físico se recurre a la clasificación de Karl Butzer (1989). Sus tres tipologías, modificadas y actualizadas por otras iniciativas (Hermosilla, 2010), hacen referencia a las diferentes escalas espaciales: microescala y sistemas menores, mesoescala y sistemas intermedios, y macroescala y grandes sistemas. Los regadíos de microescala son habituales de las áreas montañosas, en espacios limitados en torno a ramblas, barrancos y fuentes, que se basa en riegos estacionales. Los sistemas y los elementos hidráulicos adaptados al medio natural, como las técnicas del abancalamiento tradicional mediterráneo. Se trataría de las partes alta y media de la cuenca del Amadorio. Entre unos escasos centenares de hectáreas (200-300) y unas miles de hectáreas (2.000-3.000), según los espacios analizados y los especialistas consultados, se encuentran sistemas adscritos al escalafón intermedio, los definidos como mesoescala, que corresponden a los riegos de vega. Se trata de sistemas que dependen de azudes y en ocasiones ampliados con pozos. El caudal es continuo, permanente, pero irregular por el régimen fluvial mediterráneo. La gestión suele ser más compleja que la de los microrregadíos del sector montañoso. Los regadíos mayores, identificados como de megaescala, aparecen en los llanos aluviales y litorales de la Comunitat Valenciana y constituyen los sistemas más complejos, por los elementos hidráulicos utilizados para su captación, distribución y uso, merced a un caudal permanente aunque irregular de los principales ejes fluviales. La gestión de esos recursos hídricos se realiza mediante órganos tradicionales caracterizados por su complejidad. El regadío de La Vila Joiosa correspondería a esta modalidad.

F) La necesaria gestión tradicional del agua. Un proceso de institucionalización del uso racional de los recursos hídricos. El patrimonio inmaterial.

Los regadíos históricos están relacionados con una enraizada gestión del agua, que recoge pautas de uso, conocimientos, técnicas e incluso instituciones que se han prolongado a lo largo de la historia. Junto a las infraestructuras del regadío histórico se desarrolla un rico legado invisible, que es una parte fundamental del hecho patrimonial. El uso social del agua ha configurado un entramado normativo y jurídico, basado en ordenanzas y reglamentos, que además de contribuir al escrupuloso funcionamiento de los sistemas de riego, constituye un relevante patrimonio inmaterial. El regadío generaba además un espacio de relación que favorecía el encuentro de vecinos, tratos o celebraciones religiosas, base de una sólida cultura del agua. Entre las obras de infraestructura y esa cultura del agua hay una ligazón y una estrecha dependencia, una interacción que se retroalimentaba positivamente.

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Campos de cultivo en la partida de Barranquets (Relleu)

En la cuenca del Amadorio se fue configurando a lo largo de los últimos siglos una red de comunidades de regantes que han garantizado y garantizan la gestión del agua. Como indica Pablo Jiménez (2014) el regadío tradicional estuvo vinculado a la política de los consistorios locales y a decisiones comunitarias para el mantenimiento y la ampliación de los regadíos, en lo referente a la construcción de azudes, acequias… y nuevos reglamentos de riego. Tal vez la adquisición de la Font de l´Arc por parte de 150 regantes de la Vila Joiosa constituye uno de los antecedentes más destacados en la configuración de las comunidades de regantes en este territorio. Es muy común la figura de los “aguatenientes”, propietarios de derechos sobre el agua de riego. La Comunidad de Reganes del Riego Mayor de Relleu es la más antigua, creada en 1863.

G) La componente medioambiental de los regadíos históricos Los regadíos históricos son el resultado de una transformación del paisaje natural con criterios de sostenibilidad. Los sistemas de regadío han desempeñado y desempeñan un importante papel ecológico y ambiental, de tal manera que se han mantenido durante siglos hasta la actualidad (Gil Meseguer, 2011). Han dado lugar a paisajes que se caracterizan por su coherencia con el potencial agroecológico del medio natural sobre el que se asientan; y representan una gran proximidad espacial y ecológica respecto a los ecosistemas naturales.

En la cuenca del Amadorio se percibe este equilibrio, al menos hasta que se construyeron los embalses que regularon su caudal. En las partes alta y media, los regadíos históricos mantuvieron un equilibrio medioambiental merced al principio de sostenibilidad, esto es, no exceder los límites de explotación de los recursos hídricos existentes. Las huertas de escasa superficie asentadas en los lechos del Amadorio, de su afluente el Sella, o de los diversos barrancos, o la explotación comedida de los caudales de las 60 fuentes y las 20 galerías drenantes, son el reflejo de dicho equilibrio entre disponibilidad de recursos y explotación de los mismos. La técnica del abancalamiento, que dio lugar al paisaje tradicional de los aterrazamientos de los sectores alto y medio, constituye la respuesta técnica a la necesidad de conservar el suelo y la humedad de las áreas de media montaña. Respuesta a la erosión motivada a las pronunciadas pendientes y a la aridez ocasionada por las escasas e irregulares precipitaciones.

REFLEXIONES FINALES. LOS REGADÍOS HISTÓRICOS, UNIDADES PAISAJÍSTICAS MEDITERRÁNEAS DE VALOR PATRIMONIAL, NECESITADAS DE PROTECCIÓN

En las regiones de clima mediterráneo, los paisajes de regadío constituyen las “expresiones más acabadas de los paisajes culturales del agua”, y se configuran en señas de identidad de unidades territoriales de diferente escala. Son a la vez culturales y patrimoniales, porque expresan una larga historia de adaptación al medio natural, y porque generan relaciones de afinidad e identidad (Mata y Fernández, 2010). Esa adaptación al medio físico ha dado lugar a dos modelos resultantes de contrapuestos regadíos tradicionales, el fluvial-litoral-periurbano y el rural-serrano, perteneciente a los agrosistemas de montaña; paisajes asociados respectivamente a las aguas superficiales circulantes, a los ríos, ramblas y llanuras de inundación, a los acuíferos aluviales, así como a fuentes y manantiales tradicionalmente aprovechados para abastecimiento humano y para la construcción de históricos regadíos.

La existencia y posible uso de recursos hídricos para el riego se ha configurado en un factor de localización del poblamiento en tierras mediterráneas, de tal manera que la existencia de regadíos está asociada a la presencia de los variados y múltiples núcleos de población, desde las ciudades a las entidades menores. Se trata, en ese sentido, de lugares próximos y cercanos para los ciudadanos, pues ha sido tradicional la existencia de espacios irrigados durante décadas, cuando no siglos, en los entornos de dichas entidades de población. Esta circunstancia dio lugar a un paisaje de regadío, histórico, integrado por multitud de áreas irrigadas, que adoptan las formas de huertas, vegas, riberas, oasis, etc., y junto a ellos, ciudades, pueblos o aldeas repartidas por la geografía valenciana.

Los regadíos tradicionales de la cuenca del río Amadorio y, en general, el regadío histórico mediterráneo son consecuencia de una adaptación al medio natural y a una dinámica histórica particular que ha dado lugar a un predominio del minifundismo, a una estructura parcelaria atomizada. La función tradicional de estos espacios agrícolas, la producción de alimentos para las demandas urbanas, se ha visto modificada, cuando no trastocada, por las nuevas lógicas de la agricultura comercial. Este proceso, no ajeno a otros relacionados con la proximidad de la urbanización de la segunda mitad del siglo XX, generó un retroceso de la producción agrícola, un estado regresivo de los sistemas y elementos que configuran la arquitectura de los regadíos y la transformación, cuando no mutación, de los paisajes del regadío mediterráneo.

El valor patrimonial de los regadíos históricos es consecuencia de una combinación de factores que dan lugar a paisajes valiosos y valorados. Entre esos factores cabe señalar las estructuras espaciales dibujadas por las infraestructuras hidráulicas (estructuradas en la red de acequias) y las de comunicación (red de caminos); la estructura de la propiedad, minifundista, que da lugar a una morfología de campos cerrados y puzzles parcelarios; la apariencia adoptada por el poblamiento agrario ligado al regadío, habitualmente en construcciones en diseminado o en poblaciones de pequeño tamaño; y la variedad de los productos cultivados, traducida en cambiantes mosaicos de cultivos. Son paisajes valorados, espacios próximos y familiares, caracterizados por un elevado valor simbólico y un arraigado sentimiento identitario (Hermosilla e Iranzo, 2014).

Desde los años noventa se ha acentuado la situación de crisis en numerosos espacios del regadío tradicional, pues han persistido los procesos de desmejora y devaluación de áreas y de sus modos de producción seculares; no obstante han ido apareciendo, y en algunos casos consolidando, diversos movimientos reivindicativos de su valor cultural, de amplia base social, y cuyos objetivos entroncan con la recuperación, la conservación y la restitución de sus funciones.

El escenario actual de los regadíos históricos, sus problemáticas y sus posibles soluciones alternativas, aparece relacionado cada vez en más ocasiones con movimientos sociales críticos con el desorden territorial, la falta de ordenación territorial, el deterioro paisajístico y ambiental, motivados por el proceso depredador del urbanismo desmesurado de las últimas décadas y los cambios de usos de suelo. En numerosas ocasiones estos movimientos se transforman en plataformas sociales que aúnan colectivos reivindicativos que reclaman la preservación del regadío tradicional, de los paisajes históricos (y actuales) relacionados con el agua, y de las ventajas de promover unas agriculturas vinculadas a la producción agrícola de calidad.

Durante los últimos años han emergido nuevas percepciones de la sociedad respecto al significado de esos espacios hidráulicos, o se han recuperado de etapas anteriores. De alguna manera se ha configurado un nuevo escenario, sustentado en una arraigada dimensión tanto conceptual como normativa, que ha dado lugar a la revalorización del patrimonio hidráulico, la conectividad ecológica o la multifuncionalidad de las áreas agrarias. Los regadíos históricos son, además de espacios productivos, lugares con un significado social y cultural, que adquieren valores medioambientales, y que se conciben como espacios de ocio y esparcimiento, especialmente en torno a los núcleos de población. Actúan como espacios de articulación y relación entre las ciudades y sus entornos, áreas de cultivo o escenarios naturales. El marco normativo desarrollado en las diferentes escalas durante estos últimos años ha contribuido a esa revalorización: desde el Consejo de Europa (2000) mediante el impulso del Convenio Europeo del Paisaje, o la inclusión de programas agroambientales para áreas como las huertas mediterráneas en la política agraria de la Unión Europea, a la declaración de Bienes de Interés Cultural (BIC) u otras figuras de protección en patrimonio destinadas a elementos hidráulicos, o figuras de protección en planeamiento municipal (Lugares de Interés Municipal, Parajes Municipales) o subregional, donde los regadíos históricos pueden acogerse a usos de suelo varios, no urbanizables.

Deseamos que esta publicación constituya un instrumento de reflexión que contribuya a la valorización de los regadíos históricos, de sus elementos, de sus sistemas, de sus paisajes… Y, por supuesto, de reivindicación.

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(*) La presente publicación (capítulo) se ha servido de la experiencia acumulada durante las investigaciones de la unidad ESTEPA (Departament de Geografia, Universitat de València), mediante la elaboración de proyectos sobre riegos tradicionales y el patrimonio hidráulico desarrollados por el territorio valenciano a lo largo de los últimos quince años. Bajo la dirección del profesor Jorge Hermosilla, parte de estas investigaciones han sido publicadas en la Colección Regadíos Históricos Valencianos, de la Dirección General de Patrimonio Cultural Valenciano, la Universitat de València y la Confederación Hidrográfica del Júcar: El Patrimonio del agua en el Valle de Ayora-Cofrentes (1999); ; . y