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© Samuel Pagán

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© 2010 Editorial CLIE

Textos Bíblicos y Mapas tomados de Reina-Valera 1960


Pagán, Samuel
JESÚS DE NAZARET: VIDA, ENSEÑANZA Y SIGNIFICADO
ISBN: 978-84-8267-692-0
Clasifíquese: 0023 - TEOLOGÍA: Cristología
CTC: 01-01-0023-24
Referencia: 224746

Prefacio

Bienaventurados los pobres en espíritu,
porque de ellos es el reino de los cielos.
Bienaventurados los que lloran,
porque ellos recibirán consolación.
Bienaventurados los mansos,
porque ellos recibirán la tierra por heredad.
Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia,
porque ellos serán saciados.
Bienaventurados los misericordiosos,
porque ellos alcanzarán misericordia.
Bienaventurados los de limpio corazón,
porque ellos verán a Dios.
Bienaventurados los pacificadores,
porque ellos serán llamados hijos de Dios.
Bienaventurados los que padecen persecución
por causa de la justicia,
porque de ellos es el reino de los cielos.
Bienaventurados sois cuando por mi causa
os vituperen y os persigan,
y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo.
Gozaos y alegraos,
porque vuestro galardón es grande en los cielos;
porque así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros.

Mateo 5.3-12

Un nuevo libro sobre Jesús

La verdad es que yo quería escribir este libro en torno a Jesús de Nazaret hace algún tiempo. La extraordinaria figura del fundador del cristianismo siempre me ha llamado la atención y desafiado, no solo por sus enseñanzas espirituales y por los valores éticos y morales que personificó, sino por las implicaciones y repercusiones sociales, religiosas y políticas de esos mensajes para las generaciones subsiguientes, que han llegado desde las antiguas Nazaret y Jerusalén hasta la América Latina contemporánea.

Y entre las razones por las cuales he deseado escribir esta obra, se encuentran motivaciones personales y familiares, intereses académicos y profesionales, y también requerimientos ministeriales y espirituales. Las fuerzas que me motivan a emprender este importante proyecto literario, teológico y espiritual, son varias, y cada una de ellas aporta, significativamente, al desarrollo de esta obra.

En primer lugar, yo nací en una cuna profundamente religiosa, en un hogar evangélico, donde la fe, el culto y la iglesia jugaban un papel protagónico en la vida de nuestra familia. En ese entorno familiar e íntimo, fue que escuché hablar por primera vez de Jesús y sus mensajes transformacionales. Mi abuela era una predicadora de la Iglesia Metodista; y mi papá y mamá, líderes de la Iglesia Discípulos de Cristo. Ellos se encargaron de enseñarnos, en el ambiente íntimo del hogar, no solo los dichos y hechos más importantes del Señor, sino que intentaban contextualizar ese mensaje.

No fueron pocas las noches que nos sentábamos, luego de la cena, para dialogar sobre el mensaje de las Sagradas Escrituras, o sencillamente para hablar y cantar algunos de los himnos tradicionales de la fe. Eran conversaciones significativas y serias, intensas y sencillas, profundas y sobrias, sabias y gratas… Y en medio de esas dinámicas informales de diálogos familiares, fue que comenzó mi deseo por estudiar la vida de quien tenía la capacidad, según me enseñaban mis padres y abuela, de calmar las tempestades, liberar a la gente cautiva, sanar a las personas enfermas, y brindarle esperanza a quienes las adversidades de la vida y la existencia humana les habían quitado el deseo de vivir.

A esa primera motivación familiar, se une mi formación profesional. Ya desde mis estudios universitarios comencé a frecuentar los círculos de estudios bíblicos en el antiguo Colegio de Agricultura y Artes Mecánicas de la Universidad de Puerto Rico en la ciudad de Mayagüez. En la Asociación Bíblica Universitaria, esos apetitos espirituales se fueron transformando de forma paulatina en inquietudes teológicas más sofisticadas y en análisis literarios que le brindaron a la figura extraordinaria de Jesús mayor pertinencia, no solo personal sino comunitaria. Esos estudios de las Escrituras en medio del campus universitario, abrieron nuestro horizonte hermenéutico y desafiaron las comprensiones teológicas en las que me había criado.

Los círculos de estudios bíblicos universitarios y las reflexiones espirituales personales, me abrieron el apetito espiritual y académico a tal grado, que decidí dejar mi profesión de ingeniero químico y estudiar para el ministerio cristiano… Y me matriculé en el Seminario Evangélico de Puerto Rico para hacer una Maestría en Divinidad. Una decisión que, con el tiempo, probó ser una de las más importantes y acertadas que he tomado en la vida.

Los estudios teológicos sistemáticos y organizados, me brindaron una serie de herramientas que me ayudaron a comprender mejor la Biblia, y por consecuencia, me permitieron profundizar un poco más en la figura que me había motivado inicialmente a dejar mi profesión de ingeniero para invertir mi vida en el ministerio. Ese período académico en el Seminario de Puerto Rico me preparó para continuar los estudios avanzados en el Seminario Teológico de Princeton y en la escuela graduada del Seminario Teológico Judío. Y en esos contextos académicos avanzados, mi comprensión de Jesús fue en aumento continuo, no solo por la oportunidad que tuve de estudiar con algunos de los eruditos bíblicos más importantes de la época en los Estados Unidos, y también por tener acceso a varias de las bibliotecas más completas en referencia al personaje que ocupa nuestro estudio, sino porque me motivaron a profundizar aun más en mi fe.

Además, quien escribe esta nueva obra sobre Jesús de Nazaret, es un pastor, un hombre de fe, una persona que valora en gran medida las virtudes de la experiencia religiosa saludable y liberadora en la sociedad. La religión, desde mi óptica vocacional y profesional, no debe ser opio cautivante, ni instrumento de dominación, sino un importante agente de salud mental, bienestar social y redención espiritual. Las enseñanzas y los valores que se manifiestan en la vida y obra de Jesús, representan lo mejor de los valores religiosos, que tienen como finalidad formar, informar, reformar y transformar a la humanidad. Desde la perspectiva del autor de esta obra, el predicador y maestro palestino que presentan los evangelios canónicos, es una figura de bien, que vivió para servir, amar, perdonar, compartir y liberar.

En este importante sentido, yo no me acerco a los documentos bíblicos y extra-bíblicos como un académico distante del mensaje y los manuscritos que estudio; ni tampoco llego como una persona ingenua de las complejidades y desafíos que se manifiestan en este tipo de análisis. Entiendo muy bien que las enseñanzas de Jesús son necesarias en medio de las sociedades post-modernas del siglo veintiuno, particularmente en América Latina, el Caribe, las comunidades hispanas en los Estados Unidos, España, y el Oriente Medio. Por esas razones, he querido utilizar las mejores herramientas de las investigaciones históricas, lingüísticas, sociales, teológicas y culturales, para analizar con detenimiento la vida y obra de Jesús, con el propósito de comprender mejor su mensaje, apreciar sus enseñanzas, entender sus milagros, y disfrutar sus desafíos.

Emprendo, en efecto, esta tarea literaria, teológica y docente con una finalidad clara y precisa: Compartir los descubrimientos, en torno al Jesús histórico que vivió en la Palestina del primer siglo de la era cristiana, con la sociedad contemporánea, que puede ser pluralista, secular, sospechosa y antagónica, a la vez que creyente, devota, piadosa y espiritual.

Dos factores adicionales hay que tomar en consideración al leer este libro sobre el gran fundador del cristianismo. En primer lugar, que lo escribe alguien que no es profesor del Nuevo Testamento, sino del Antiguo, o mejor, de la Biblia hebrea. A través de varias décadas, los temas de mis libros, artículos, estudios y conferencias, además de mis experiencias como traductor y editor de la Biblia, han enfatizado y distinguido la importancia de las teologías y literaturas veterotestamentarias. Este es un aspecto importante e impostergable, pues Jesús, el hijo de José y María, no conoció el Nuevo Testamento, aunque ciertamente lo inspiró con sus enseñanzas y vivencias.

Jesús de Nazaret era un rabino palestino que se crió leyendo y estudiando la Biblia hebrea en el hogar, las sinagogas en Galilea y el Templo de Jerusalén. Sus mensajes desafiantes se fundamentan en las narraciones patriarcales, los relatos en torno al éxodo de Egipto, los oráculos de los profetas, los poemas del Salterio, y la sabiduría de los Proverbios. Y fundamentado en esas convicciones, he escrito este libro que destaca las actualizaciones y contextualizaciones que hizo Jesús, en medio de la sociedad palestina del primer siglo cristiano, de las antiguas enseñanzas y los valores que se desprenden del estudio de la Biblia hebrea.

Un elemento adicional debo poner en clara evidencia: Escribo este libro mientras vivo en la ciudad de Jerusalén. En la actualidad soy profesor de literatura hebrea en la Tierra Santa, espacio geográfico que sirvió de marco vivencial a las enseñanzas de Jesús. Y esa realidad histórica y sociológica, me ha permitido viajar con regularidad a los lugares en los cuales Jesús pronunció sus discursos más significativos y presentó sus enseñanzas fundamentales. De singular importancia es la relación íntima entre la tierra y el mensaje de Jesús, pues utilizó con efectividad, los contornos, paisajes y colores del país como instrumentos educativos.

No fue el Rabino de Nazaret un predicador enajenado del contexto geográfico, social, económico, político, religioso y espiritual que le rodeaba. Por el contrario, la lectura atenta y el estudio cuidadoso de sus discursos, pone en evidencia clara su relación cercana con la antigua tierra de Israel y con los diversos trabajos que se llevaban a efecto en ella. La comprensión de estos asuntos es de vital importancia para estudiar la vida y la obra de nuestro personaje.

Una biografía

Nuestro propósito es escribir una introducción a la vida de Jesús de Nazaret, que luego de su muerte se convirtió en el fundador indiscutible de un singular movimiento religioso cuyas implicaciones, repercusiones y valores han llegado con fuerza y dignidad al siglo veintiuno. Nuestra finalidad es estudiar las fuentes bíblicas y no bíblicas, los documentos cristianos y no cristianos, los descubrimientos arqueológicos y las nuevas comprensiones lingüísticas y antropológicas, que pueden arrojar luz en nuestra comprensión de este singular personaje histórico, que aun después de dos mil años sus enseñanzas y mensajes pueden producir reacciones intensas, apasionadas, firmes y acaloradas.

Aunque tomo en consideración los avances importantes de las ciencias bíblicas y las contribuciones críticas de los especialistas en torno al Jesús histórico, mi deseo es llegar con esta obra a la iglesia cristiana en general, a sus líderes laicos y sus ministros, a sus maestros y maestras, y a los creyentes que desean profundizar en su fe. No es mi finalidad añadir un tomo más a la larga lista de obras eruditas sobre Jesús, sino articular de forma sencilla y sobria el resultado de las investigaciones recientes referente a nuestro personaje, y ponerlo en un idioma fácil de entender, digerir y disfrutar. Inclusive, he intentado erradicar del vocabulario de este libro las palabras rebuscadas y las expresiones complicadas y técnicas que, en vez de contribuir positivamente a la comprensión adecuada de los temas expuestos, distraen a los lectores y lectoras, sin aportar sustancial y significativamente al mejor entendimiento de los asuntos que aquí se exponen, analizan, estudian y dilucidan.

Este nuevo libro sobre Jesús de Nazaret, en su rol de rabino en la región de Galilea y en Jerusalén, puede ser estudiado en las congregaciones y en los institutos bíblicos; además, puede servir de introducción para los estudios cristológicos en seminarios y universidades. He intentado que el discurso y los análisis del libro sean sencillos, claros y fluidos, aunque en la bibliografía he incluido las obras en castellano, principalmente, que pueden guiar a las personas que desean profundizar aún más en los temas que expongo en este libro.

Agradecimientos

Y como ningún esfuerzo humano se crea y desarrolla en el vacío, hay muchas personas a las que debo agradecer humildemente la culminación de este libro. Este agradecimiento, sin embargo, no les hace responsables de las ideas que hilvano y de los conceptos que desarrollo, que son de mi entera y total responsabilidad.

De singular importancia en torno a mi comprensión de Jesús, son algunos libros que han influenciado significativamente la redacción de las ideas que a continuación expongo. Me refiero a las obras en torno al Jesús histórico de Armand Puig, Francisco Varo y Stefen M. Miller, y a la introducción a la Biblia de J. R. Porter. Además de orientar mis estudios teológicos e históricos, y también desafiar mis reflexiones espirituales en torno al Jesús de la historia, estos escritos me brindaron la orientación académica, temática y literaria necesaria para emprender una tarea de esta magnitud e importancia.

Además, en la distancia y el tiempo, le agradezco a Consuelo López, mi abuela materna, y a mis padres, Luis e Ida Pagán, por haber tomado el tiempo y la responsabilidad de iniciarme en los estudios en torno a la vida de este tan singular y extraordinario personaje. Y como ellos conocían muy bien al Jesús de las Escrituras, al Cristo de la fe y al Señor de la iglesia, se dedicaron a inculcar en mí un grato sentido de aprecio y admiración por este personaje, que con los años ha ido en aumento.

También quiero agradecer a mi esposa, Nohemí, pues me acompaña en todos mis proyectos literarios y peregrinaciones académicas, con sugerencias sabias y críticas prudentes, que mejoran sustancialmente las ideas que puedo articular, redactar y expresar. Sin sus comentarios certeros, esta obra, ni ninguno de mis escritos previos, habría visto la luz del día.

Y en este importante contexto de agradecimientos públicos, quiero testimoniar mi gratitud a los buenos creyentes en la Tierra Santa, hombres y mujeres de fe y esperanza, que me han enseñado el valor de la dignidad, el don de la resistencia, la virtud de la misericordia, el poder del perdón, y la gracia del amor. Son personas que han seguido las enseñanzas proféticas del Jesús histórico, que me propongo exponer en este libro.

¡Qué mucho se aprende con solo vivir en la ciudad de Jerusalén, y percatarse de las formas de vida y devoción de su gente de fe! ¡Qué mucho se crece al ver el testimonio elocuente y vivo de los hombres y las mujeres que han decidido ser felices, aún en medio de las más adversas y angustiantes realidades sociales, políticas, económicas y espirituales! ¡Qué mucho se disfruta al escuchar la articulación de la experiencia religiosa y la espiritualidad, ya no en el idioma litúrgico tradicional, sino en las vivencias de la gente que se sobrepone a las mil y una angustias de la vida en el Oriente Medio, específicamente en Israel y Palestina!

Y para culminar este prefacio, en la tradición de Jesús de Nazaret, de acuerdo con el evangelista Mateo, quiero afirmar y celebrar la importancia de la felicidad y la dicha en la vida: «Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios» (Mt 5.8).

Samuel Pagán
Día de Pentecostés 2010

1

El Verbo se hizo carne

En el principio era el Verbo,
y el Verbo era con Dios,
y el Verbo era Dios.
Este era en el principio con Dios.
Todas las cosas por él fueron hechas,
y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho.
En él estaba la vida,
y la vida era la luz de los hombres.
La luz en las tinieblas resplandece,
y las tinieblas no prevalecieron contra ella.

Juan 1.1-5

Vida y obra de Jesús de Nazaret

Los estudios y las investigaciones en torno a la vida y obra de Jesús de Nazaret, y el significado teológico y legado espiritual de su ministerio, se pueden dividir en dos grandes categorías. En primer lugar, se pueden identificar los esfuerzos por comprender la figura del predicador galileo, conocido entre las comunidades de creyentes como el Cristo de Dios, desde la perspectiva celestial, o «desde arriba», desde la llegada del Hijo del hombre a la tierra desde los cielos, para vivir en medio de la humanidad, y poner de manifiesto el Verbo hecho carne. Y en ese extraordinario, milagroso y significativo proceso de Encarnación, Jesús vivió como un carpintero y rabino judío en la Palestina del siglo primero, padeció y murió por el poder de las autoridades romanas de ocupación, y al tercer día resucitó de entre los muertos, para posteriormente ascender a los cielos y regresar al Padre, de acuerdo con las narraciones evangélicas y las afirmaciones de fe de los creyentes y las iglesias.

El fundamento escritural para seguir este singular acercamiento teológico y temático a la vida de Jesús, se desprende, entre otras, de las lecturas del Evangelio de Juan (p.ej., Jn 1.15), y según muchos estudiosos contemporáneos, se pone claramente de manifiesto en los himnos cristológicos que se encuentran en Filipenses (2.6-11) y Colosenses (1.15-20), además de revelarse en otros pasajes significativos e importantes del Nuevo Testamento (p.ej., Ro 9.5; Tit 2.13; 1 Jn 5.20; Jn 1.18; 2 P 1.1; Flp 5.5-6; 2 Co 8.9).

La lectura cuidadosa de estos pasajes, sin embargo, pone de relieve una singular dificultad exegética, hermenéutica y teológica: ¿Cómo relacionar a ese Cristo eterno, que proviene directamente de Dios, con la humanidad de Jesús de Nazaret, que vivió en medio de las adversidades más cruentas y hostiles relacionadas con la ocupación militar romana de Palestina, y con las subsiguientes dificultades sociales, económicas y espirituales relacionadas con este ambiente de alta tensión política? El gran desafío teológico y metodológico de este acercamiento «desde arriba», al estudio y la comprensión de la figura de Jesús, es que se hace difícil entender adecuadamente la humanidad plena de nuestro personaje, a quien sus seguidores y las iglesias entienden como completamente divino, a la vez que es totalmente humano.

A esa primera metodología de estudio de la vida y obra de Jesús, que enfatiza su divinidad, se contrapone una segunda forma de analizar al Cristo de Dios. En esta ocasión, sin embargo, el acercamiento es diferente, pues en vez de abordar el tema y comenzar «desde arriba», desde la perspectiva eterna y divina del Señor, se establece, como fundamento, la humanidad de Jesús, para posteriormente llegar a su divinidad. Y esta manera de analizar la cristología, o los estudios en torno a Jesús el Cristo, toma seriamente en consideración las dinámicas y realidades humanas de Jesús, que lo asocian a una familia judía específica y a un grupo singular de amigos y seguidores en la Galilea, y que además, lo relacionan con una serie importante de enseñanzas concretas y específicas que ponen de relieve el tema del reino de Dios o el reino de los Cielos.

Este tipo de cristología, que puede identificarse como «desde abajo», se fundamenta escrituralmente en los discursos de Pedro que se incluyen al comienzo del libro de los Hechos de los apóstoles, y que llega a su expresión máxima con la afirmación de que al Jesús que fue crucificado en Jerusalén, «Dios lo constituyó en Señor y Cristo» (Hch 2.26). Es decir, que al Jesús histórico que vivió en Nazaret y ministró en las regiones de Galilea y Judea, Dios lo ungió y le hizo Cristo y Señor, a través de su muerte en la milenaria ciudad de Jerusalén y mediante el poder que se revela en su resurrección de entre los muertos. El énfasis en esta metodología es la humanidad de nuestro personaje.

Nuestro estudio, análisis y presentación en torno a Jesús de Nazaret, va a tomar muy seriamente en consideración estas dos vertientes, que no deben necesariamente interpretarse como antagónicas, conflictivas o mutuamente excluyentes, sino que deben ser evaluadas y entendidas como complementarias. En efecto, en la lectura cuidadosa de los evangelios canónicos y del resto del Nuevo Testamento, se manifiestan ambas perspectivas de Jesús. En momentos, las narraciones bíblicas enfatizan los temas que subrayan al Cristo eterno de Dios; y también, en otros instantes, algunos pasajes destacan la humanidad de Jesús, que ciertamente permite una identificación plena y cercana con la vida terrenal.

Estos estudios e investigaciones, que ciertamente intentan comprender y presentar la vida de Jesús de forma ordenada, sistemática y coherente, comienzan con los evangelios mismos. Ya el evangelista Lucas lo afirmaba con claridad meridiana (Lc 1.1-4), y nosotros vamos a seguir esa magnífica tradición de reflexión y producción literaria. Nuestra meta es continuar los esfuerzos de los académicos y estudiosos que «han tratado de poner en orden la historia de las cosas que entre nosotros han sido ciertísimas». Y en efecto, también a nosotros nos ha parecido bien investigar con diligencia las cosas en torno a Jesús de Nazaret, desde su origen, para poder conocer la verdad de los asuntos en los cuales hemos sido instruidos a través de las generaciones.

Las investigaciones en torno a Jesús

Por siglos, los lectores y las lectoras de la Biblia han dado por sentado que la información necesaria para la adecuada comprensión de la vida y obra de Jesús, estaba incluida en el Nuevo Testamento, específicamente en los evangelios. Además, se ha pensado que las narraciones que se encuentran en los evangelios canónicos son un tipo de biografías de Jesús, que articulaban con certeza y objetividad sus dichos y hechos. Y esas «biografías» eran el material requerido, indispensable y necesario para que los estudios, en torno al fundador del cristianismo, fueran fructíferos, efectivos y pertinentes.

Las investigaciones en torno a Jesús, sin embargo, con el tiempo han descubierto que los evangelios fueron escritos desde la perspectiva de la fe. Han entendido que el objetico literario de los evangelistas no era presentar la vida del Señor de forma desapasionada y distante. No son los evangelios canónicos biografías modernas producidas por personas interesadas en presentar de forma objetiva y aséptica al biografiado.

Por el contrario, los evangelios son documentos de gran valía espiritual e importancia teológica, que tienen la intensión precisa y clara de afirmar la fe y preservar la esperanza; tienen la finalidad específica de celebrar la vida y el ministerio del personaje que les inspira y desafía, Jesús de Nazaret; y tienen la meta claramente definida de anunciar las buenas nuevas de salvación a la humanidad, según las articuló y expuso el famoso rabino de Galilea.

Para llegar con certeza a la figura del Jesús, cuya vida se presenta y describe en los evangelios, debemos buscar no solo las informaciones y los detalles que se desprenden de la literatura bíblica y evangélica, sino también debemos tomar seriamente en consideración el resultado de las investigaciones científicas que pueden colaborar positivamente en nuestra tarea teológica, literaria y espiritual. Esa información adicional es determinante para entender mejor la amplitud y extensión de los mensajes que predicó Jesús, y las enseñanzas que presentó a la comunidad.

De fundamental importancia, para la comprensión adecuada de Jesús de Nazaret, por ejemplo, es entender su hogar paterno y materno, y la sociología que rodeó su desarrollo físico, emocional y espiritual. Es necesario también comprender su religión, y el sistema de valores morales y éticos que le caracterizó. Y es requerido, además, estudiar su profesión, con las dinámicas geográficas, sociales y económicas que rodeaban sus tareas.

Estas comprensiones amplias del contexto de vida de Jesús, nos permiten adentrarnos un poco más en el mundo y la sociedad que sirvió de marco de referencia a sus enseñanzas, que nos ayudan a ubicar mejor el significado de sus motivaciones, las implicaciones de sus instrucciones, las fuentes de su pensamiento teológico, y las dinámicas sociales y políticas que enmarcaron su trabajo diario.

Y para llegar a esos entendimientos, debemos recurrir, por ejemplo, al estudio de la geografía de Palestina; debemos comprender la historia de la región que estaba invadida por las fuerzas militares de ocupación romanas; y debemos analizar las dinámicas sociales, políticas, económicas y religiosas que se manifestaban en la vida diaria de los pueblos de la Galilea, y también de Jerusalén, mientras Jesús llevaba a efecto su ministerio educativo, redentor, sanador y liberador.

Este tipo de información, es ciertamente necesaria para comprender al Jesús de la historia y la teología, el que vivió en la Galilea romana y murió injustamente en Jerusalén. Además, nos ayuda de forma significativa en nuestro empeño de entender su misión transformadora, pues nos proviene de los estudios detallados de la historia del primer siglo de la era cristiana, la evaluación sosegada de las dinámicas religiosas y políticas que se manifestaban en la región, y la interpretación sabia de los descubrimientos que provienen de diversos campos del saber, como son, por ejemplo, las ciencias sociales, arqueológicas y lingüísticas.

Para tener un cuadro lo más amplio posible de la figura que ha dividido la historia de la humanidad en dos períodos, y que con su verbo elocuente y sabio, y su virtud sanadora y liberadora, le hizo mucho bien a sus contemporáneos, en efecto, debemos unir las noticias que se desprenden de las lecturas y los estudios de los evangelios, a la información que producen las diversas ciencias que colaboran en este proceso de investigación académica, pastoral, teológica y espiritual.

Esfuerzos metodológicos y comprensiones cristológicas

Desde las importantes declaraciones teológicas del Concilio de Calcedonia, hasta los esfuerzos y las investigaciones recientes en torno al Jesús histórico, el deseo por estudiar y comprender la figura del líder indiscutible del cristianismo, no se ha detenido. Por el contrario, parece que los apetitos por comprender mejor al fundador de la fe cristiana, con el tiempo han ido en aumento. Se han multiplicado, en referencia a Jesús de Nazaret, las investigaciones, las metodologías, los acercamientos, la literatura, las disertaciones, los libros. En efecto, este tema en torno a Jesús, es importante pues atrae no solo a las personas de fe, que fundamentan sus estilos de vida y prioridades en las enseñanzas morales, éticas y espirituales del famoso rabino galileo, sino también llama la atención a académicos e investigadores, que están deseosos de comprender mejor esta figura cimera, enigmática e importante en la historia de la humanidad.

Luego de las declaraciones en torno a Jesús que se encuentran en el Nuevo Testamento, y también en la literatura que se desarrolló en los primeros siglos de la iglesia, es el Concilio de Calcedonia el que articula, de forma elocuente y profunda, las comprensiones de Jesús que posteriormente se han desarrollado y han estado vivas entre los creyentes ortodoxos, católicos y protestantes a través de los siglos. Ese Concilio respondió a las necesidades religiosas, teológicas y espirituales de los creyentes y las iglesias, que intentaban comprender y explicar la compleja naturaleza de Jesús, que era, de acuerdo con las afirmaciones escriturales y las enseñanzas de las iglesias, a la vez, divino y humano.

Y entre las diversas afirmaciones teológicas de importancia histórica del Concilio, se indica que Jesús era perfecto en su divinidad y en su humanidad, que era verdadero Dios y verdadero hombre, y que tenía las dos naturalezas, la humana y la divina, sin confusión, cambios, división o separación. Además, declaraba el Concilio, que la distinción entre esta doble naturaleza de Jesús, no fue removida en la unión, y que las propiedades de cada una de esas naturalezas se mantenía inviolable y unida en su persona.

Esta confesión de fe, que ha jugado un papel teológico y espiritual de gran envergadura a través de la historia, intenta explicar un fenómeno religioso e histórico de difícil comprensión: ¿Quién fue realmente Jesús? ¿Cuál era su verdadera naturaleza? ¿En qué consiste su divinidad? ¿Cuál es su real naturaleza humana? ¿Cómo se relacionan esas dos naturalezas en la misma persona? ¿Cómo comprender y explicar, a las futuras generaciones de creyentes, esas complejidades teológicas?

El Concilio intentó proveer las explicaciones pertinentes a las preguntas de gran significación espiritual que se hacían los fieles, al participar cotidianamente de la vida congregacional y al tratar de comunicar y explicar el mensaje cristiano de salvación.

Con esa misma finalidad educativa y con el propósito expreso de comprensión, la historia ha visto otros esfuerzos que han intentado responder a los mismos interrogantes, y contestar las mismas preguntas e inquietudes. Y como la figura de Jesús de Nazaret genera pasión, intensidad e interés, los deseos de comprensión de su figura y misión, no se ha limitado a los concilios…

A continuación presentamos una serie importante de esfuerzos por analizar y comprender la figura de Jesús, que en el mundo académico se ha identificado generalmente como las diversas «búsquedas» (o quests, en inglés) del Jesús histórico.

La primera o búsqueda antigua

En Europa, por ejemplo, a mediados del siglo 18, y matizados por un período de gran optimismo racional y actividad intelectual, se multiplicaron los esfuerzos por estudiar y entender la figura de Jesús de Nazaret. En medio de un ambiente positivista, los intentos por reconstruir la vida del Señor, desde una perspectiva primordialmente histórica, aumentaron de forma considerable.

La metodología que se utilizó en esos esfuerzos literarios y teológicos, conocidos como «la búsqueda antigua», aceptaba como adecuada únicamente los dichos y hechos de Jesús que tuvieran explicaciones racionales, y que fueran verosímiles a la luz de las comprensiones y los entendimientos de la época. De esta forma, se dejó a un lado gran material de los evangelios, como las llamadas «intervenciones sobrenaturales», que presentaban a Jesús en medio de milagros, sanidades y liberaciones espirituales. De esta manera se dibujó un Jesús incapaz de hacer milagros, e impotente ante los desafíos extraordinarios que presentaban las posesiones demoníacas de la época.

La no búsqueda

Estos esfuerzos teológicos y metodológicos, continuaron en el siglo 19 hasta que, a principios del siglo 20, los estudiosos se percataron que esas propuestas para comprender la vida Jesús, más que al personaje histórico que anunció el evangelio del reino de Dios a sus conciudadanos y a la gente marginada y necesitada del primer siglo de la era cristiana, ponían de manifiesto, más bien, las diferentes opiniones y perspectivas de los autores que auspiciaban los estudios. Esas metodologías racionales de la época, que esencialmente eran simplistas y reduccionistas, lejos de contribuir positivamente al estudio sobrio y amplio de la figura estudiada, produjeron distorsiones teológicas e inexactitudes históricas, y los resultados positivos fueron, en el mejor de los casos, limitados, escasos y modestos.

Estos esfuerzos académicos, que no lograron resultados significativos en torno al Jesús histórico, produjeron en los estudiosos del tema cierto desaliento, pero motivaron nuevas investigaciones y estudios en torno al Cristo de la fe. Más que con el personaje histórico que vivió en la Galilea romana, los investigadores comenzaron a preocuparse más y más por el Cristo que predicó la iglesia, por el Resucitado, y por las afirmaciones teológicas de los primeros líderes y las iglesias primitivas en torno al Señor.

A esa «primera búsqueda» o «búsqueda antigua» del Jesús histórico, le siguió un período en el cual el énfasis académico estaba centrado en el Cristo de la fe. De acuerdo con varios de sus proponentes más importantes, la fe cristiana comenzó realmente cuando se desarrolló el kerigma o la predicación que anuncia a Jesucristo como Señor y protagonista indiscutible de la intervención redentora de Dios en medio de la humanidad. Y esa extraordinaria comprensión teológica, según esta corriente de pensamiento, ocurrió al cabo de varios años luego de la pasión y muerte de Jesús, y posterior a las afirmaciones y enseñanzas en torno a su resurrección.

Este período académico se ha identificado como uno de «no búsqueda», pues la prioridad de los estudios y las investigaciones estaba en las afirmaciones cristológicas de las iglesias, las comprensiones teológicas de Jesús y las implicaciones de sus mensajes y actividades, y las presentaciones salvadoras del Cristo de Dios que se ponen de manifiesto en el Nuevo Testamento.

En esta tradición académica, los documentos neotestamentarios presentan las primeras interpretaciones teológicas del evento Cristo. Esa información es muy importante, pero no es suficiente ni adecuada para reconstruir o entender la vida del Jesús histórico, pues expresan prioritariamente las comprensiones y las interpretaciones de sus seguidores, en este caso, los evangelistas, no los detalles específicos y concretos de su vida. Para esta escuela de pensamiento, la búsqueda del Jesús histórico no era tan importante, inclusive, no era necesaria, pues les interesaba primordialmente el Cristo de la fe.

Segunda búsqueda

A mediados del siglo 20, algunos de los discípulos de quienes propusieron la «no búsqueda» del Jesús histórico, se replantearon el tema cristológico nuevamente. En esta ocasión, sin embargo, abordaron el asunto con nuevas metodologías y expectativas noveles, pues esa importante tarea académica era entendida como irrenunciable.

Esta «nueva búsqueda» o «segunda búsqueda» del Jesús histórico, también se fundamenta en el kerigma o los mensajes que se encuentran en los evangelios. El propósito es descubrir la continuidad entre la vida de Jesús y las afirmaciones teológicas de sus seguidores; la finalidad es identificar las relaciones entre el Jesús histórico y el Cristo predicado por las primitivas comunidades de fe.

El criterio básico de estos nuevos esfuerzos académicos era identificar las discontinuidades entre el mensaje de Jesús y las expectativas de la comunidad judía, y también diferenciar sus palabras con las afirmaciones teológicas de las primeras iglesias. Estas investigaciones avanzaron un poco los estudios en torno al Jesús histórico, pero no produjeron una imagen adecuada de nuestro personaje. Su mayor contribución fue superar el estancamiento en el cual estaban inmersos los estudios sobre Jesús, luego de las primeras búsquedas infructuosas.

En efecto, este acercamiento que intenta solo descubrir discontinuidades teológicas y temáticas no es adecuado para descubrir las diversas formas que Jesús respondió al judaísmo de su tiempo, que no era monolítico, pues manifestaba diferentes matices, prioridades y preocupaciones. Además, las iglesias tampoco eran uniformes en sus pensamientos, y las dificultades que tenían las hacían buscar expresiones teológicas específicas que respondieran a sus reclamos concretos y particulares. Los avances de estos estudios no fueron muchos...

La tercera búsqueda

Una nueva oleada de estudios sistemáticos sobre el Jesús histórico se producen en las últimas dos décadas del siglo 20. Estos esfuerzos, que se identifican comúnmente, como la «tercera búsqueda», se fundamentan en varios descubrimientos arqueológicos que nos permiten tener acceso y comprender mejor el judaísmo del primer siglo, además de entender la cultura y la religión en Galilea y Jerusalén, lugares que tuvieron gran importancia en el ministerio de Jesús. El desarrollo de nuevas metodologías literarias, también nos permite tener un mejor aprecio de los documentos cristianos primitivos, tanto canónicos como no canónicos.

Es muy importante indicar, en torno a estos nuevos estudios referentes al Jesús histórico, que ahora tienen acceso a un nuevo caudal de detalles sobre la geografía, el marco histórico y social, y la cultura en la que se desarrolló el famoso rabino galileo. Esa nueva información, es de un valor inestimable en la comprensión de Jesús y sus actividades misioneras, pues nos permite relacionar el contenido de las narraciones evangélicas con las comprensiones actuales de las realidades históricas concretas que rodearon a Jesús y sus seguidores. Con lo que conocemos de Galilea, Samaria y Judea, y sus ciudades más importantes, podemos tener un cuadro más preciso del mundo en el cual Jesús vivió y predicó.

Esta «tercera búsqueda» nos ha permitido afirmar no solo que Jesús de Nazaret es una figura histórica real y verificable, sino que nos ha ayudado a descubrir y comprender muchos detalles de su vida, pues conocemos los ambientes sociales, políticos, económicos y religiosos en los cuales nació y se crió, y que además, con el tiempo, se confabularon para sentenciarle a muerte.

Sin embargo, no podemos perder de vista que estos esfuerzos, aunque importantes y muy necesarios, dependen en gran medida de los énfasis y las metodologías de sus proponentes. Por esa razón, las descripciones que se producen del Jesús histórico, con estos esfuerzos, se asocian directamente con las prioridades de los investigadores y las destrezas de los académicos.

El resultado concreto de muchos de estos buenos esfuerzos, es que, en ocasiones, Jesús resulta ser un campesino palestino que inició un movimiento de renovación nacional, o un rabino judío que decidió revisar y reinterpretar las antiguas tradiciones del judaísmo, o un sanador compasivo, o un maestro itinerante, o un taumaturgo impresionante, o un exorcista carismático, o un predicador de esperanzas, o un profeta renovador que demandaba del pueblo vivir a la altura de las revelaciones divinas.

En torno a todas estas investigaciones referentes al Jesús histórico, se puede afirmar que, como hijas de la Ilustración europea, están interesadas en presentar una imagen de Jesús de Nazaret que pueda ser racionalmente analizada, apreciada y aceptada. De singular importancia, sin embargo, es reconocer que son contribuciones que han mejorado nuestra comprensión de esta figura excepcional, que inspiró el movimiento que se ha convertido con el tiempo en la iglesia cristiana.

Y entre estas aportaciones de gran importancia teológica y espiritual, están las siguientes: Que Jesús fue una figura histórica, cuya existencia real influenció de forma definitiva a un grupo sustancial de sus paisanos, que se convirtieron posteriormente en sus seguidores y propulsores de sus ideas y mensajes; además, se ha revalorado la importancia de los evangelios canónicos y no canónicos como fuentes históricas básicas para conocer la magnitud y extensión de lo que Jesús dijo e hizo.

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La historia de las cosas ciertísimas

Puesto que ya muchos han tratado de poner en orden
la historia de las cosas que entre nosotros
han sido ciertísimas,
tal como nos lo enseñaron
los que desde el principio lo vieron con sus ojos,
y fueron ministros de la palabra,
me ha parecido también a mí,
después de haber investigado con diligencia
todas las cosas desde su origen,
escribírtelas por orden, oh excelentísimo Teófilo,
para que conozcas bien la verdad de las cosas
en las cuales has sido instruido.

Lucas 1.1-4

Testimonios orales

El primer testimonio público en torno a la vida, obra, muerte y resurrección de Jesús es oral. Luego de las afirmaciones sobre la desaparición del cuerpo del crucificado, y referente a las afirmaciones posteriores de que lo habían visto vivo nuevamente en varios lugares, comenzaron a diseminarse en Jerusalén y Galilea las narraciones sobre la resurrección de Cristo. Esas declaraciones se iniciaron entre sus colaboradores más íntimos y cercanos, como las mujeres que fueron a ungir el cuerpo de Jesús, y luego siguieron entre sus discípulos y seguidores, hasta llegar al resto de la comunidad.

La información referente al arresto, la tortura, el proceso judicial y la muerte de Jesús se transmitían en toda Jerusalén, cuando, repentinamente, comenzaron a diseminarse nuevas noticias en torno a los sucesos: En la misma ciudad donde se llevaron a efecto los acontecimientos, se comentaba de forma insistente, que el joven rabino galileo había resucitado, que su cuerpo había desaparecido, aunque estaba muy bien protegido por las autoridades romanas. ¡Y de pronto, las noticias de ese evento extraordinario e inaudito llegaron a los diversos sectores de la sociedad!

Respecto a los procesos de transmisión de la información en la antigüedad, es importante señalar lo siguiente: En la época de Jesús, quizá solo un diez por ciento de la población sabía leer y escribir, y la información de importancia para la comunidad, se transmitía por vía oral, sin necesariamente proceder con su redacción definitiva y a su fijación literaria. No debe entenderse, sin embargo, que las transmisiones de toda esa valiosa información se llevaba a efecto de forma imprecisa, irresponsable, improvisada, inadecuada o impropia. Todo lo contrario, esas transmisiones orales se llevan a cabo con efectividad, pues era una de las manifestaciones más importantes de la memoria colectiva y de los recuerdos significativos de la comunidad. Y aunque los eventos se explican, transmiten y exponen de diversas formas y con énfasis variados, el contenido básico y fundamental de las narraciones se retiene, mantiene y afirma.

Esas transmisiones orales eran, a la vez, fijas y flexibles, pues mantenían estable el corazón de lo que se deseaba transmitir, y presentaban el contenido informativo de varias maneras, para responder adecuadamente a los diferentes públicos y contextos en los cuales se llevaban los relatos. Esos recuentos orales, en sí mismos, significan que la información comunicada es lo suficientemente valiosa e importante como para ser recogida, guardada, preservada, afirmada y transmitida en los recuerdos significativos de la comunidad, para evitar su pérdida y para disminuir las posibilidades de confusión o ambigüedad en sus significado y comprensión.

La importancia histórica y teológica de esos testimonios orales, en torno a las memorias de los hechos que rodearon la vida de Jesús, no debe ser subestimada ni ignorada. Jesús de Nazaret vivió en una época de oralidad y memorizaciones, en la cual la educación fundamental, la memoria colectiva y los valores culturales se transmitían de persona a persona, de familia a familia, de generación en generación, de comunidad en comunidad, de pueblo en pueblo, de nación a nación.

Los recuentos orales jugaban un papel protagónico en ese tipo de sociedad, pues incentivaban la memorización de piezas literarias de importancia: Por ejemplo, en la cultura helénica, los niños y las niñas, desde la temprana edad de los siete años, memorizaban las obras de Homero; y en el judaísmo, los discípulos se enorgullecían en citar las palabras básicas, recitar los mensajes significativos y repetir los discursos importantes de sus maestros, los rabinos.

Referente a la vida privada y las actividades públicas de Jesús, esos testimonios orales cobraron significación nueva, luego de las afirmaciones en torno a su resurrección. Después de esa tan singular declaración teológica y extraordinaria experiencia histórica, tanto en Jerusalén como en la Galilea, los seguidores del joven rabino comenzaron a reflexionar referente a lo que recordaban de las palabras y los hechos de su maestro.

En medio de esos círculos íntimos de creyentes, las diversas tradiciones orales y memorias colectivas en torno a Jesús, se fueron forjando y organizando, de manera paulatina pero continua, hasta que se fijaron, en primer lugar de manera oral y luego de forma escrita, algunos bloques informativos en torno a lo que había dicho y hecho el rabino galileo. Además, esos grupos de creyentes iniciales comenzaron a reflexionar sobre al significado de sus acciones y las implicaciones de sus enseñanzas, y también, referente a su extraordinaria naturaleza humana y mesiánica.

Y entre esas tradiciones orales que pasaron a formar parte de las primeras expresiones literarias, antes de la redacción posterior de los evangelios canónicos, se pueden identificar, entre otras, las siguientes: Narraciones en torno al nacimiento, recuentos de sanidades y milagros, enseñanzas en sermones y parábolas, dichos de importancia teológica y práctica, y también relatos en relación a la pasión, muerte y resurrección de Jesús. Esos bloques literarios se transmitieron en las diferentes comunidades cristianas, y se convirtieron, posteriormente, en el fundamento literario que formaron el núcleo básico de los evangelios sinópticos de Marcos, Lucas y Mateo, y posteriormente el Evangelio de Juan.

El deseo básico y la intensión fundamental de esas primeras comunidades cristianas y de esos creyentes iniciales, era afirmar que Jesús era el enviado y ungido de Dios, el Cristo esperado que tenía el poder y la autoridad sobre la vida y la muerte, y que ciertamente era el portavoz de una nueva palabra divina de esperanza y restauración para el pueblo. Esos grupos de creyentes en Cristo, vivían, por lo menos, entre dos polos ingratos de cautiverio y desesperanza: En medio de las más intensas presiones, opresiones y angustias sociopolíticas y económicas del imperio romano, que ocupaba Palestina de forma inmisericorde y cruel; y, además, que estaba inmerso en una serie interminable de leyes, interpretaciones legales y regulaciones religiosas, con implicaciones personales y colectivas, que impedían la manifestación saludable, pertinente y grata de una espiritualidad redentora y sobria, transformadora y sana, liberadora y grata.

No estaban interesados, en efecto, esos grupos de creyentes iniciales, en articular una visión débil de Jesús, repleta de recuerdos nostálgicos e insanidad, ni tampoco de proponer una afirmación de su mensaje con resentimientos, amarguras y dolor. El propósito firme y definido de esas comunidades de fe primitivas, era poner claramente de relieve que Dios se había manifestado de una forma novel en la historia a la humanidad, a través de la figura del predicador y rabino galileo, que anunció, con vehemencia, sabiduría y autoridad, la revelación maravillosa de Dios, y también el advenimiento de su extraordinario reino. La finalidad de esos grupos iniciales de creyentes en Cristo, era celebrar la manifestación divina en Jesús de Nazaret, el rabino y predicador galileo, que enfrentó a las autoridades políticas y religiosas de su época, con autoridad, valor y seguridad, en el nombre del Señor, en la tradición de los antiguos profetas de Israel.

De la oralidad a la literatura

Luego de la muerte y resurrección de Jesús, posiblemente entre los años 30 y 50 de la era cristiana, comienzan a desarrollarse y expandirse las reflexiones orales en torno a la vida, obra y dichos de Jesús, en algunas de las ciudades más importantes del imperio romano. Entre esas ciudades de la región se encuentran, posiblemente, Jerusalén, Antioquía, Damasco y Roma. Además, las noticias de lo que le había sucedido a Jesús habían llegado a regiones más distantes de Jerusalén, y a las comunidades rurales de Judea, Samaria, Galilea, Fenicia, Siria, Chipre y hasta el Asia Menor.

Es muy probable que en ese período inicial, las reflexiones orales entre los creyentes produjeran alguna literatura, que posteriormente se utilizaría en los cultos y en los procesos educativos de las iglesias incipientes, como por ejemplo, el extraordinario himno al Cristo humillado y exaltado que se incluyó en la Epístola a los filipenses (2.6-11), y la importante afirmación teológica referente a la muerte y resurrección de Jesús que se incorporó en la Primera epístola a los corintios (15.3-5).