Agradecimientos

«Interroga a la belleza de la tierra, interroga a la belleza del mar, interroga a la belleza del aire que se dilata y se difunde, interroga a la belleza del cielo…, interroga a todas estas realidades. Todas te responden: Ve, nosotras somos bellas. Su belleza es una profesión. Estas bellezas sujetas a cambio, ¿quién las ha hecho sino la Suma Belleza (“Pulcher”), no sujeta a cambio?»

SAN AGUSTÍN

Ante todo, quisiera dar las gracias a Jordi Nadal y a todo el equipo de Plataforma, por haber apostado por este libro. Gracias a Santiago Álvarez de Mon por su amable prólogo.

Este libro es el resultado de un proyecto que empecé en el año 2010, con un grupo de padres muy comprometidos con la educación de sus hijos. A este grupo se añadieron otros, a lo largo del tiempo, que escucharon mis conferencias o siguieron el blog muy de cerca. Quiero expresar mi agradecimiento a cada uno de los amigos que han aportado algo a este libro, ya sea con sus ideas, su apoyo, su labor de revisión, su ayuda, su cariño o sus ánimos a lo largo del camino recorrido hasta aquí.

Gracias a ti, querida lectora, querido lector, por haberme acompañado en la contemplación de la infancia a lo largo de estas páginas.

Bibliografía

1. Mamá, ¿por qué no
llueve hacia arriba?

«En cada niño, todas las cosas del mundo son hechas de nuevo y el Universo se pone de nuevo a prueba.»

G. K. CHESTERTON

Hemos visto que el motor de la motivación del niño es el asombro. Pero ¿por qué los niños se asombran ante la realidad? ¿Qué es lo que hace que se asombren ante lo que les rodea? Intentemos desmenuzar el mecanismo del asombro con ejemplos prácticos.

En Alicia en el país de las maravillas, justo antes de encontrar el coraje para poder conseguir lo imposible –vencer al dragón–, Alicia le decía al Sombrerero Loco: «A veces, consigo pensar hasta seis cosas imposibles antes de desayunar». El país de las maravillas es el país de lo imposible: un gato que habla, un pastel que hace crecer, un conejo que se preocupa por la hora…, una muestra infinita de imposibilidades. Desde luego, un país visto desde los ojos del niño.

La capacidad que tienen los niños para pensar en cosas imposibles es maravillosa. «Mamá, ¿por qué no llueve hacia arriba?» «¿Por qué las abejas no confeccionan dulce de leche y jarabe de arce?» «¿Por qué las hormigas no son perezosas?»

Estas preguntas nos suelen incomodar por varias razones. No hay tiempo que perder con semejantes ocurrencias. No son preguntas útiles. ¿Qué más da de dónde venga el dulce de leche, el jarabe de arce y quién lo hace o cómo lo hace? Nos inquietamos porque nuestro hijo está perdiendo el tiempo, en vez de hacer cosas que son realmente importantes, como por ejemplo aprender chino o interesarse por la astronomía. Además, pensamos que los niños piden una explicación a algo que no la tiene o, todavía peor, que desean cambiar el orden establecido de las cosas. Hasta puede ser motivo de preocupación. ¿Será normal mi hijo? ¿Cómo le pueden surgir tales ideas? ¿Quién se lo habrá metido en la cabeza? ¿Tiene quizá demasiado tiempo libre?

Cuando nuestros hijos de dos, tres o cuatro años nos bombardean con preguntas que nos parecen ilógicas, no piden ni reclaman una respuesta. No quieren cambiar el orden establecido de las cosas. Es su manera de admirarse ante una realidad que es, pero… que sencillamente podría no haber sido. Platón decía que el asombro es el principio de la filosofía. Así que cuando estas preguntas imposibles surgen en las cabecitas de nuestros hijos ¡es que están filosofando! Los niños filosofan, se asombran ante cualquier realidad, por el mero hecho de que «sea», y se sorprenden ante cada una de las modalidades del «ser» o de las leyes naturales de nuestro mundo. Cuando nace un bebé, ve a su madre, luego a su padre, luego descubre a su hermano, luego a una niña, una abuela, un señor que pasa por la calle, una flor, un insecto, una piedra, la luna, una sombra, la gravedad, la luz, un sueño… Como decía Chesterton, «en cada una de estas deliciosas cabezas se estrena el Universo, como en el séptimo día de la creación».

El asombro es el deseo para el conocimiento. Ver las cosas con ojos nuevos permite quedarnos prendados ante su existencia, deseando conocerlas por primera vez o de nuevo. Los niños pequeños se asombran porque no dan el mundo por supuesto, sino que lo ven como un regalo. Este pensamiento metafísico es propio de la persona que constata que las cosas son, pero podrían no haber sido. Somos –el mundo es– contingentes. Si dejamos de existir, el mundo sigue… Sin embargo, participamos de algo más grande… el mecanismo natural del asombro es precisamente lo que nos permite trascender de lo cotidiano y llegar a ello. Y consecuentemente, nos lleva a una actitud de profunda humildad y agradecimiento.

El asombro es un mecanismo innato en el niño. Nace con él. Pero para que el asombro pueda funcionar bien, el niño debe encontrarse en un entorno que lo respete. Y eso ¿cómo se hace? Es lo que explicaremos en las páginas de este libro.

Pero antes de seguir, haremos un inciso. ¿Qué dicen la pedagogía y la neurociencia del asombro? Nunca se han pronunciado directamente al respecto, porque el asombro es una realidad intangible que la ciencia no puede identificar, ni medir. Pero ¿qué dice la ciencia del origen del proceso cognitivo? ¿Es cierto que nace del deseo de conocer? ¿O el proceso de aprendizaje es completamente dependiente del entorno? ¿El aprendizaje se inicia desde dentro, o bien desde fuera de la persona?