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Los caminos para la libertad
Ética y educación

Fernando Savater

Los caminos
para la libertad

Ética y educación

Fondo de Cultura Económica

Instituto Tecnológico y de Estudios
Superiores de Monterrey
Fondo de Cultura Económica

Primera edición (ITESM), 2000
Primera edición (FCE), 2003
   Primera reimpresión, 2005
Primera edición electrónica, 2015

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contraportada

Sumario

Prólogo

por ÓSCAR MARTIRENA

 

I. Ética y ciudadanía: tolerancia y solidaridad

 

II. El valor de educar

Coloquio

 

III. Diálogos

Sobre filosofía y ética

Sobre educación

Sobre la universidad

 

La Cátedra Alfonso Reyes

Prólogo

Óscar Martiarena

Profesor de ética y autor de importantes libros sobre la materia; ensayista de largo aliento sobre temas muy diversos: pacifismo, religión, cultura, literatura, política; polemista infatigable contra los fundamentalismos, el militarismo, la violencia; conferencista sagaz, Fernando Savater se yergue hoy en el panorama cultural de Iberoamérica con un rostro inconfundible.

Surgido a la luz pública a principios de la década de los setenta cuando el ambiente filosófico español se dividía entre diversas corrientes marxistas y la filosofía analítica, Savater inicia su trayectoria intelectual tocado por la fecunda lucidez del pensamiento de Nietzsche. Para la conciencia del joven filósofo era necesaria una nueva práctica de la filosofía: había que ir más allá de los sistemas totalizantes. La acción requerida por los tiempos sería posible no a partir de los marcos tradicionales, sino de una renovada consideración de la filosofía que pasara por la experiencia de los involucrados: más allá de totalizaciones y generalizaciones obtusas, más allá del todo filosófico, para pensar había que partir de la singularidad y del tiempo propio de aquellos que encontraban su vocación en la filosofía.

Bajo esta perspectiva, Savater escribió Nihilismo y acción (1970) Apología del sofista (1971), La filosofía tachada (1972), Ensayo sobre Ciorán (1975), Panfleto contra el todo (1978), que pronto se convirtieron en emblemas de una original forma de pensamiento y, con ello, en instrumentos de lucha de una generación para la que el franquismo era ya intolerable y que exigía no sólo nuevas formas de reflexión, sino nuevas formas de vida. Así, es posible afirmar que la labor de Savater, rebasando los ámbitos de la academia, contribuyó de manera significativa a la formación de una conciencia política que paulatinamente se fue abriendo paso y condujo a la España franquista hacia la democracia.

Pero la labor fructífera de Savater no quedó ahí. Su trabajo de crítica fue acompañado por otro en el que fue afinando su propia voz. Libros como La infancia recuperada (1976), Nietzsche y su obra (1980), La tarea del héroe (1982), Schopenhauer y la abolición del egoísmo (1986), y múltiples ensayos recogidos en Escritos politeístas (1975) y Sobre vivir (1983), dan cuenta de la consolidación paulatina de su maestría como ensayista. En ellos, ciertamente y de manera primordial, está presente su pasión por la filosofía, pero otros ámbitos de la cultura son pensados con análogo entusiasmo. Tal es el caso de la literatura, que para Savater ha sido siempre fuente inagotable de experiencias y motivo fundamental para la reflexión y para el ejercicio del ensayo, por el que apuesta y recomienda: «Ensayemos todos, como contrapeso a la dominante sabiduría inmutable que nos condena al hastío y a la muerte; aprenda el lector, y no sólo el autor, a ejercerse como tal de modo ensayístico: con ironía, con escepticismo y con voluntad de suerte.»

Y un corolario de esa voluntad de suerte y de su escepticismo, además de un sano distanciamiento, incluso frente a sí mismo, es en Savater vocación de estilo. Si desde sus primeros libros está presente un estilo singular, Savater no cejará en su construcción y recreación. Muy pronto, ya en La filosofía tachada, apela al estilo como voluntad particular, que es fuerza que se decanta en la «irreductible exterioridad de la palabra». Quizá por ello, en cada línea, en cada fragmento, Savater imprime su estilo que, a la vez de marca propia, es recreación continua de la lengua castellana, de la que se apropia y practica en la línea de los mejores ensayistas españoles.

Pero habría que decir que la fuerza estilística de Savater se imprime no sólo en sus ensayos. Profesor de ética y congruente con su pensamiento que incita al libre ejercicio de lo propio, Savater alienta a cada individuo a la construcción de sí mismo. Libros como Invitación a la ética (1982), El contenido de la felicidad (1986), Ética como amor propio (1989) e incluso Ética para Amador (1991), son un llamado a fin de que, más allá de códigos universales, cada cual busque constituirse a sí mismo a partir de sus propias experiencias y de sus valores. Y que lo haga, pero no al tiempo de ignorar al otro, sino partiendo de su propio deber y de la necesaria consideración de un bien, que es bien para uno mismo, pero que no puede desligarse del bien de los otros, del bien de la comunidad, incluso del bien de todos los hombres.

Cuál sea para Savater el contenido del bien para todos los hombres tal vez no quede totalmente definido en sus libros de ética, pero sí, en tanto ese bien se trasluce en aquellos ensayos donde muestra su faceta de polemista beligerante; por ejemplo, los recogidos en Sin contemplaciones (1993), donde Savater la emprende contra los fundamentalismos, el militarismo, las armas, los nacionalismos, los ídolos…, es decir, contra todo tipo de dominaciones que se oponen a la tolerancia y el buen vivir. Es quizá por ello que Savater, conscientemente, se concibe como heredero de la Ilustración, particularmente de Voltaire, a quien piensa como fundador de la militancia intelectual como vocación de intervención en el ámbito de lo público (Diccionario filosófico, 1995).

Y en efecto, hay en Savater pasión por intervenir en el dominio de lo público. Su incansable participación en periódicos, su labor como conferencista, la publicación de más de cuarenta libros, así lo constatan. Pero también habría que decir que en el pronunciarse públicamente, su pensamiento no ha permanecido inalterable. Como militante intelectual consciente, las premisas de su reflexión se han modificado con el tiempo. Hay en el Savater de principios del nuevo siglo un pensador quizá menos escéptico frente a la universalidad de los valores que aquél que se mostrara en sus primeros escritos. No obstante, bien podríamos decir que aún dentro de esos cambios y dentro de la voluntad ilustrada que perméa sus textos más recientes, por ejemplo Política para Amador (1992), El valor de educar (1997), Despierta y lee (1998), Las preguntas de la vida (1999) y diversos artículos de actualidad, en Savater se mantiene el llamado inicial al respeto de los otros, al respeto de las diferencias y una apuesta a favor de la libertad del individuo y del libre ejercicio de su particularidad.

Por todo ello, no es casual que en México y en general en Iberoamérica, donde es necesario cuestionar las totalizaciones y es un imperativo hacer valer los derechos de todos y de cada uno; donde es necesario inventarnos a cada momento en el ejercicio de nuestra libertad, Fernando Savater sea una figura intelectual indispensable.