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Para Josefina, luz y guía

Nota de los editores

La curiosidad está en el origen de El armario de acero. Una curiosidad que en sus inicios tuvo una doble dirección: profundizar en nuestro conocimiento acerca de la literatura rusa contemporánea y descubrir cómo esta abordaba la temática gay y lésbica en momentos de confrontación política y social.

Con el objetivo de resolver ambas cuestiones, nos pusimos en contacto con Dmitry Kuzmin, máximo impulsor de la cultura rusa LGTBI (siglas que designan al colectivo de lesbianas, gais, personas transgénero, bisexuales e intersexuales). El poeta moscovita se convirtió en nexo de unión entre nosotros y un grupo de diecisiete escritores que desde el primer momento se volcaron con el proyecto de una editorial debutante procedente de un país si no remoto, sí un tanto lejano.

En un contexto en el que el colectivo ha visto mermados sus derechos al amparo de la ley contra la propaganda homosexual promulgada por Vladimir Putin en junio de 2013, creímos que era necesario mostrar la realidad de gais y lesbianas desde el punto de vista —quizá más inmediato y efectivo— que ofrece la literatura.

Nuestra intención fue dejar que los autores se expresaran utilizando, como no podía ser de otra manera, su propia voz. A medida que superábamos la barrera impuesta por el idioma nos íbamos percatando del carácter extraordinario del material que teníamos entre manos. La obviedad y lo previsible no eran términos manejados por los participantes en esta antología, siempre dispuestos a sorprendernos con un verso de cruda belleza o un desvío narrativo inesperado.

El armario de acero fue tomando cuerpo casi de manera autónoma, sus páginas establecían un fructífero diálogo a través de alusiones entre escritores, afinidades temáticas y referencias cruzadas. En este sentido, destaca la armónica convivencia entre la tradición literaria rusa, las menciones a la cultura pop y una literatura de marcado carácter autobiográfico. Una mezcla potente, enmarcada en los cauces de la samizdat o literatura clandestina, que tiene la encomiable voluntad de rechazar —y, en la medida de lo posible, subvertir— los códigos establecidos.

Aunque es cierto que los textos de estos amores clandestinos en la Rusia actual reflejan las dificultades que tienen gais y lesbianas para sentir y vivir con libertad, también demuestran que, por fortuna, el amor y el deseo están por encima de cualquier imposición política, que en su misma naturaleza lleva impresa la fecha de caducidad.

Gonzalo Izquierdo y Alberto Rodríguez
Madrid, abril de 2014

Los primeros testimonios de literatura rusa LGTBI los encontramos, al igual que otros hechos importantes de la cultura de mi país, en la Edad de Plata, enfática denominación que perdura hasta nuestros días y se refiere a la época de la renovación Modernista, que actualizó el panorama cultural ruso y llegó hasta la Revolución de Octubre de 1917.

Mijaíl Kuzmin (1872-1936) publicó en 1906 sus primeros trabajos como poeta y prosista: su primer ciclo de poemas, Canciones alejandrinas, de estilo elegante e influenciado por la lírica clásica más tardía, sugiere veladamente el amor entre un hombre y un joven; en su novela corta Alas trata exactamente el mismo tema, pero de una manera clara y explícita y, por cierto, también con reminiscencias de la Antigüedad: el mayor de los protagonistas aparece en la vida del más joven como un maestro de Cultura Clásica, y cuando el joven se decide finalmente a aceptar sus proposiciones, la feliz pareja se marcha a Italia. Asimismo, el estilo elegante y estilizado lo hallamos en posteriores ciclos de poemas de Kuzmin, como el descaradamente sexual Cuadros encortinados.

La inspiración en la Antigüedad la encontramos también en la primera poetisa lesbiana, Sofía Parnok (1885-1933): no es casualidad que uno de sus poemas más conocidos esté construido como la continuación de una estrofa de Safo, poetisa griega y madre fundadora del amor entre mujeres. Otros grandes autores de esta época eran bisexuales, pero en sus obras prefirieron omitir sus aficiones amatorias. Una ilustre excepción fue Marina Tsvetáyeva (1892-1941), cuyo breve aunque turbulento romance con Parnok, desde las primeras miradas hasta los últimos reproches después de la separación, sirvió como base para su ciclo de poemas Amiga.

Pero tras esta Edad de Plata llegó a Rusia la Edad de Hierro y la tiranía de Stalin, que negó al ser humano su derecho a la privacidad. La apertura del régimen soviético a mediados de la década de 1950 se notó poco en el mundo LGTBI: en la URSS se mantuvieron las leyes introducidas por Stalin que criminalizaban las relaciones homosexuales, y en la sociedad arraigó profundamente el desprecio hacia aquellos que se atrevían a amar de una manera distinta a la que ordenaba el Partido Comunista. Sin embargo, en los estrechos círculos de intelectuales y artistas que empezaban a crear una literatura nueva y clandestina (en tiempos de Stalin algo así podía costar la propia vida; en el postestalinismo, el ostracismo social, el pasar de ser profesor a portero de un edificio), la tolerancia y el librepensamiento pudieron llegar verdaderamente lejos. Y ya en los años setenta la literatura rusa gay vivió un renacimiento, apoyada en Yevgeni Jaritónov (1941-1981). El autor de Bajo arresto domiciliario escribió, como Kuzmin, prosa y poesía. Evolucionó desde el cuento psicológico hasta una suerte de diario lírico, y en poesía prefirió el uso del verso libre, entonces muy poco frecuente en Rusia, para no entorpecer sus confesiones con formalismos.

El protagonista de los cuentos y poesías de Jaritónov es una persona a la que la sociedad no solo no permite la felicidad o el bienestar, sino tampoco la mera expresión de sus pensamientos y sus sentimientos. Por eso aspira, al menos, a un poco de amor y calidez, y no le importa si otros salen perjudicados, y así va trazando un complicado plan, una combinación, un cálculo agotador: cómo estar más cerca de un joven despreocupado e indiferente, cómo pasar con él un cuarto de hora a fin de no parecer pesado, cómo mirarlo sin levantar sospechas… Este conflicto del alma, la angustia por la soledad y el anhelo de un amor que se espera con necesidad, este esquizofrénico racionalismo, constituye el núcleo psicológico de muchas de su obras. Pero va incluso más allá y extrae conclusiones lógicas sobre la idea del amor entre personas del mismo sexo: amar a aquel que es tal y como tú eres, pero no eres tú, que contrasta con su esquemática definición de amor entre personas de distinto sexo como el amor al otro, al diferente. Pero no se pueden fundir dos personas en una sola identidad, y por ello Jaritónov concibe la felicidad personal como inalcanzable en términos metafísicos, al igual que en términos sociales. Jaritónov murió a los cuarenta años víctima de un infarto, sin ver publicada ni una sola palabra: seis meses después fue reconocido a título póstumo con el premio Andréi Bely, uno de los más altos galardones para los escritores soviéticos.

La nueva literatura rusa LGTBI surgió tras la caída de la URSS, cuando se detuvieron las persecuciones legales a los gais, se levantó la censura sobre el tema homosexual y la presión social se debilitó significativamente. Surgieron distintos autores que intentaron continuar la línea de Mijaíl Kuzmin, con su elegancia formal y sus veladas alusiones a la Antigüedad: así, en 1996 se publicó Teognis apócrifo, de Alekséi Purin (1955), composición de 168 octavas reales con rima efectista, ritmo elegante y temática erótica. Para otros, en cambio, el punto de partida fue la obra de Jaritónov, cuyas composiciones habían sido editadas en 1993; de entre ellos, el que más prestigio ha logrado, llegando a ganar el premio Andréi Bely, ha sido Alekséi Ilyanen (1958), que hereda del anterior su estilo a base de notas y reflexiones sueltas de caprichosas formas, cercano al diario, pero se aleja de él en la forma de tratar a sus protagonistas. Los héroes de Jaritónov asumen desde el principio los roles tradicionales del hombre —fuerte, conquistador, vencedor; ya sea en los asuntos de la calle como en los íntimos—, aunque ellos carecen de los mismos. Los héroes de Ilyanen niegan el estereotipo tradicional masculino, son sibaritas y contemplativos, y antes que la conquista o la victoria prefieren «la curiosidad natural hacia los diferentes fenómenos que existen y, por supuesto, hacia las personas». En la década de 1990 se dio un paso importante en la normalización de la literatura LGTBI con la aparición de varios autores que nunca se identificaron a sí mismos como gais o lesbianas y a los que probablemente no les llegó a interesar la homosexualidad en sí misma tanto como la exploración profunda de sus aspectos culturales y emocionales. Es el caso de Dmitry Aleksandrovich Prigov (1940-2007), cuya obra literaria se centra en la búsqueda y crítica de aquellos espacios muertos de la lengua, allí donde uno no puede hablar por sí mismo y se mueve por inercia, bajo la fuerza de las construcciones y discursos ya preparados; la creación de su propio estereotipo gay-lírico, con rasgos de los personajes de Kuzmin y Jaritónov, se convirtió para Prigov, que buscaba alcanzar la independencia con respecto a los cánones establecidos, en una prueba de madurez. El poeta y prosista Nikolay Kononov (1958) analizó con profundidad y seriedad las relaciones entre personas del mismo sexo, y las comparó con las relaciones heterosexuales. En poesía destacaron Faina Grimberg (1951) y Lidia Yusupova (1963), en cuyas obras los gais y las lesbianas ocupan un destacado lugar como «amigo ideal» (y, sobre todo, como «sacrificio ideal», en el sentido en el que el filósofo René Girard insiste en que la sociedad contemporánea se sostiene en el sacrificio).

Los autores LGTBI contemporáneos provienen de distintas generaciones y cada uno entiende este asunto de un modo particular. En una situación en la que Rusia se desliza cada vez más y más hacia su propio y oscuro pasado, en la que es evidente que para Putin, como para Hitler, la persecución de las minorías dentro del país y la agresión militar a otro país vecino solo están separadas por un paso, resuenan alto y claro, sin embargo, la sátira de Vadim Kalinin sobre el carácter nacional ruso —Excéntricos es una brillante parodia de la idealizada mentalidad rusa de las historias de Vasili Shukshín— y relatos tan terribles como La polla de Aleksander Anasevich, en el que la disección de la mente de un enfermo de sida se va convirtiendo en metáfora de una disección mucho más global, en la que se eliminan los preceptos falocentristas. No hay que extrañarse de que la literatura rusa LGTBI esté, en su mayoría, teñida de tan tristes colores. Por eso quisiera llamar la atención de los lectores hacia el más joven de los participantes en esta antología, Sergei Finogin, de 24 años, que ha crecido en esta Rusia de Putin, y cuyos versos tratan, sobre todo, acerca del mal: ya sea sofisticado como el de los personajes de Dostoyevsky, ya sea cercano como el de los propios padres, anclados sin esperanza en el pasado. Todo ese mal no tiene poder sobre la juventud, que solo quiere amar y entiende que es en el amor donde se halla la verdad. En eso me gustaría creer a mí también.

Dmitry Kuzmin
Abril de 2014

Aleksander Anasevich

Nació en 1971 y en la actualidad vive en la ciudad rusa de Vorónezh, cuna del premio nobel de literatura Iván Bunin. Además de su labor como poeta y dramaturgo, colabora como periodista en diversos diarios regionales. Junto a Aleksander Ilianen, Vadim Kalinin y Slava Mogutin formó parte de la comunidad de autores gais creada en los años noventa en torno a las revistas Vavilon y Risk, ambas editadas por Dmitry Kuzmin. Anasevich ha publicado poesía, cuentos, obras de teatro y narrativa, y es autor de seis libros. En las ediciones de 1999 y 2001, fue finalista al premio Andréi Bely, el galardón literario independiente más antiguo de la Rusia contemporánea, en la categoría de Poesía.

Aleksander Belykh

Nació en 1964 y reside en la ciudad rusa de Artiom. Se graduó en la Facultad de Filología de la Universidad Estatal del Extremo Oriente, donde comenzó a estudiar el idioma y la literatura japoneses. Después, estudió en la Universidad de Tokio, ciudad donde vivió y trabajó durante unos años. Ha publicado traducciones de prosa japonesa (incluyendo varias novelas de Yukio Mishima) y de poesía clásica nipona, entre la que sobresale una antología de temática homoerótica. Belykh reconoce que autores como Matsuo Bashō, Yosa Buson o Masaoka Shiki han tenido una gran influencia en su poesía. Además, algunos de sus poemas han sido traducidos al japonés por el profesor de Literatura rusa Fujinuma Takashi.

Vasili Chepelev

Nació en 1977 y durante la mayor parte de su vida residió en Ekaterimburgo. Se graduó en la Academia de Medicina de los Urales, y después de trabajar durante un tiempo como pediatra, decidió crear su propia agencia de publicidad. Desde el año 2000, publica poesía y artículos literarios, y en 2008, salió a la luz su primer libro de poemas. En 2002, fundó el festival de poesía LiteratuRRentgen, con sede en Ekaterimburgo, en el que cada año participan poetas rusos y extranjeros. Desde 2005, el festival otorga un premio de Poesía Joven. Chepelev fue miembro de la Bienal Poética de Moscú y vive en el exilio desde 2012.

Sergei Finogin

Nació en 1990 y vive en Moscú. Estudió en el Instituto Socio-Económico de la capital rusa y después se dedicó profesionalmente al boxeo y al baloncesto, además de trabajar como dependiente en distintas tiendas de la ciudad. Con apenas veinte años comenzó a escribir sus primeros poemas, que fueron publicados en 2013. Declarado abiertamente homosexual, es una de las promesas de la literatura gay en Rusia y el autor más joven de los que forman parte de esta antología. Su obra se enmarca junto a la de otros autores consagrados que cuestionan los estereotipos de género y presentan modelos socioculturales alternativos.

Ilya Ilyin

Nació en Ekaterimburgo en 1975. Estudió Periodismo e Historia del Arte en la Universidad Estatal de los Urales y, entre otras actividades, ha trabajado como cocinero, periodista deportivo y crítico literario y teatral. Durante su juventud, publicó prosa y poesía bajo diversos seudónimos en revistas como Vavilon. Actualmente vive entre Moscú y Kiev, y además de escribir relatos de ficción, se dedica al periodismo y a la redacción de textos publicitarios.

Vadim Kalinin

Nació en 1973 y vive en Mytishchi, cerca de Moscú. Estudió Arquitectura del Paisaje en la Academia Forestal y ha trabajado como diseñador editorial. En 1989, fue uno de los fundadores junto a Dmitry Kuzmin de la Unión de Escritores Jóvenes Vavilon. Publicó poesía y prosa en revistas y antologías como Vavilon, Solo, Risk y Mitin Zhurnal. Es autor de un libro de poemas y de varias colecciones de relatos, una de las cuales fue traducida al italiano con el título Un chilogrammo di esplosivo e un vagone di cocaina (2004). Además, es conocido por ser un prolífico dibujante de cómics.

Dmitry Kuzmin

Nació en 1968 y vive en Moscú. Se graduó en la Universidad Pedagógica de Moscú, donde se doctoró en Filología. Ha dado clases de Literatura en distintas universidades y es profesor visitante de la Universidad de Princeton. Es poeta, crítico, editor y uno de los principales impulsores de la cultura y la literatura rusas independientes. Es además uno de los estandartes de la lucha contra la homofobia y la defensa de los derechos de los homosexuales en Rusia. Ha recibido diversos premios, entre ellos el Andréi Bely al Mérito en Literatura en 2002, y el premio Moskovsky Schet al mejor debut literario en 2008. Sus poemas han sido publicados en Estados Unidos, Inglaterra, Francia, Polonia, China o Italia. En 1993, creó el sello Argo-Risk, desde donde editó Vavilon y Risk.

Margarita Meklina

Nació en 1972 en Leningrado, donde se graduó en Filología, y es una de las voces que han ayudado a redefinir la literatura rusa a partir de los años noventa. Su obra The Battle At St. Petersburg recibió el premio Andréi Bely en 2003. Love Has Four Hands (2008), escrita junto a Lidia Yusupova, y My Criminal Connection To Art (2009) fueron reconocidas con el Premio de Rusia. Por su parte, su novela juvenil The Little Gaucho Who Loved Don Quixote fue semifinalista del Amazon Breakthrough Novel Award. Amante del arte conceptual, cultiva una prosa cercana al Postmodernismo en la que se rastrean influencias de André Breton y Thomas Pynchon. La exploración de la psicología y la sexualidad femenina son algunos de sus temas recurrentes. Vive como refugiada en San Francisco desde 1994.

Nikita Mironov

Nació en 1986 y vive en San Petersburgo, donde estudió Periodismo. Publica poesía desde 2008, y en 2013, editó su primer libro de poemas. Es un implicado activista por los derechos del colectivo LGTBI en Rusia, organiza lecturas de poesía en San Petersburgo y es el responsable de la web Queer-culture.ru. «En Rusia está bien ser gay si vives en una ciudad grande como San Petersburgo o Moscú, estudias en la universidad o trabajas en una empresa liberal, pero aún así no puedes sentirte absolutamente seguro. Si vives en una localidad pequeña o en áreas rurales, tienes que mantener tu sexualidad en secreto. De lo contrario, te golpearán o te matarán», explicaba en una entrevista publicada en IPS en septiembre de 2013, en la que abordaba los problemas que experimentan los homosexuales en su vida cotidiana.

Slava Mogutin

Nació en Kémerovo, Siberia, en 1974, ciudad que abandonó siendo un adolescente para trasladarse a Moscú. En 1993, comenzó a trabajar como periodista. Debido a su declarada homosexualidad, fue acusado de promover «la división social, nacional y religiosa». Con el apoyo de Amnistía Internacional y del PEN American Center, solicitó asilo político en Estados Unidos. En Nueva York, donde reside en la actualidad, se convirtió en una presencia asidua de la escena underground, codeándose con escritores como Allen Ginsberg y directores de cine como Gus Van Sant. Artista multidisciplinar, ha expuesto en galerías, museos y centros de arte de todo el mundo. The New York Times o The Village Voice son algunos de los medios en los que ha trabajado como periodista. En el año 2000, fue galardonado con el premio Andréi Bely en la categoría de Poesía.

Aleksander Murasov

Nació en 1978 y vive en Moscú. Se graduó en la Facultad de Filología de la Universidad Estatal de la capital rusa y ha impartido clases de Literatura medieval, renacentista y antigua. Ha colaborado como crítico literario en varios medios y sus relatos han sido publicados en diversas revistas y antologías. También ha traducido al ruso poesía y prosa del inglés, francés, español e italiano. En 2004, publicó su primer libro de relatos.

Valery Pecheykin

Nació en 1984 en Taskent (Uzbekistán). Se graduó en la Universidad Estatal de Economía y trabajó como asistente de dirección en el teatro Ilkhom de la capital uzbeka, donde se representó su primera obra dramática. Después se trasladó a Moscú y allí estudió en el Instituto Literario Máximo Gorki. En 2007, se alzó con el premio Debut por su obra The Falcons. En 2013, publicó el compendio Lucifer. Como dramaturgo, participó en la puesta en escena de, entre otras, Las metamorfosis de Ovidio, Sueño de una noche de verano de Shakespeare y Los idiotas de Lars von Trier. Fue también coguionista de la película rusa The Conductor, dirigida por Pavel Lungin en 2012.

Stanislav Snitko

Nació en 1989 en Leningrado, actual San Petersburgo, donde reside. Se graduó en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Estatal Pedagógica de Rusia. Publica relatos de ficción desde 2008 y sus textos de prosa poética han visto la luz en distintas revistas y diarios literarios, como Vozdukh, Znamia, The New Literary Observer y Text Only. Es coeditor de la revista literaria Russian Prose. En 2013, fue finalista al premio Andréi Bely. Su primer libro de prosa poética, La destrucción del nombre, ha sido publicado en 2014.

Natalia Starodubtseva

Nació en 1979 en Shimanovsky, distrito situado en la región de Amur. Se licenció en Filología en el Instituto Pedagógico de Nizhny Tagil. En 2001, recibió el premio Debut en la categoría de Poesía. También ganó la primera edición del Festival de Literatura Contemporánea de los Urales. Ha publicado en las revistas Vavilon y Risk. Además de ser autora de dos poemarios, es cofundadora de la serie literaria Contraband. En la actualidad, vive en la ciudad de Nizhny Tagil.

Dmitry Volcheck

Nació en 1964 en Moscú. En 1985, fundó Mitin Zhurnal, la primera revista que publicó poesía y prosa gay. Empezó con ediciones en samizdat, el modo más habitual de distribuir literatura burlando la censura. En 1995, ganó el premio Andréi Bely al Mérito en Literatura y dos años después creó la editorial Kolonna, que comenzó publicando relatos lésbicos y traducciones del inglés y el francés. Durante el primer año, Kolonna únicamente editó obras de temática homosexual escritas por autores como Vadim Kalinin o Slava Mogutin. Volcheck es autor de dos novelas, dos libros de poesía y numerosas traducciones de autores anglosajones, como la estadounidense Flannery O’Connor. En la actualidad, vive en Praga.

Galina Zelenina

Nació en 1978 en Moscú. Se graduó en Historia y Filología en la Universidad Estatal de Humanidades. Después, cursó un postgrado en el Instituto de Asia y África, donde se doctoró en Historia. Es especialista en Estudios Judaicos y trabajó en la editorial judía Bridges of Culture. Trabaja como profesora auxiliar en la Universidad Estatal de Humanidades y es editora de la página web Booknik.ru. En 1999, comenzó su carrera como escritora y ha publicado tres poemarios. En 2001, fue finalista del premio Debut en la categoría de Poesía.

Maksim Zhelyaskov

Nació en 1972 y vive en Moscú. En 1997, comenzó a publicar sus primeros relatos en distintas revistas y antologías, como Vavilon y Risk, ambas editadas por Dmitry Kuzmin a principios de la década de los noventa después de que la orientación sexual fuera eliminada de la lista de delitos en Rusia. Zhelyaskov compartió las páginas de estas publicaciones con autores como Aleksander Anasevich, Slava Mogutin o Vadim Kalinin. Risk desapareció en 2012 después de cuatro números y Vavilon lo hizo en 2013, al décimo número. El proyecto Vavilon continúa en una página web que recoge el trabajo de casi doscientos autores.

En el catálogo de pecados de su Divina Comedia, que es tan aleatorio como minucioso, Dante encontró espacio para el pecado que «no se atreve a decir su nombre» mucho antes del proceso a Oscar Wilde —un pecado del que Brunetto Latini, el amado maestro del poeta florentino, era también culpable—. Dante puso a tales pecadores en el séptimo círculo del Infierno, cerca de los suicidas y los usureros, pero por encima de los ladrones y los corruptos. Me hubiera gustado que Dante hubiese añadido otro pecado, uno que probablemente no se le habría ocurrido al gran escritor: un círculo independiente, o un espacio junto a los traidores, reservado a aquellos que hacen daño a otros por puro placer, sin obtener ningún beneficio a cambio.

Este pensamiento pasa por mi mente cada noche que cojo el metro para volver a casa después de una lectura poética. Para ir a mi barrio, que no está demasiado lejos del centro, tengo que bajarme en la estación de Kashirshkaya y allí cruzar a la vía contraria, donde una lanzadera aguarda la llegada de los usuarios. En nueve de cada diez casos, las puertas de este tren se cierran pocos segundos después de que el mío se detenga, así que los pasajeros no podemos hacer otra cosa más que dar una patada al vagón mientras observamos cómo este se aleja. No me creo que este servicio tenga un horario tan ajustado que solo deje diez segundos entre la llegada de mi tren y la salida del otro. Lo que ocurre es que nueve de cada diez conductores se regocijan ante la idea de tener en sus manos, aunque sea por un momento, el destino de unas pocas docenas de compatriotas. Es la única forma de demostrar su poder: hacer más difícil la vida a los demás.

La excelente poeta Nina Iskrenko mencionó esta misma estación de metro en uno de sus poemas:

«El tren se mueve con rapidez
Hacia la estación de Kashirshkaya
No se atrevan a alcanzarme
Sucia escoria de pasajeros»
.

En la poesía rusa contemporánea —incluido mi propio trabajo—, el metro suele ser un lugar de encuentro ideal. ¿Cómo interaccionan las personas que por azar se sitúan unas junto a otras? ¿Es un paradigma de las relaciones humanas? Como escritor que tiende a centrarse en las emociones líricas estrictamente privadas, para mí ofrece grandes posibilidades de comunicación. Es lógico, ya que después de un intercambio de miradas fugaces, conocí en el metro al hombre con el que vivo felizmente desde hace veintidós años. Por el contrario, la poesía de Iskrenko sugiere que en el metro no es posible que se origine comunicación alguna y afirma que convierte a los seres humanos en pasajeros entregados a una guerra de todos contra todos.

La singularidad de esta guerra, en su versión soviética y postsoviética, es que nadie puede salir victorioso. No toma como referencia la rivalidad inherente al capitalismo, sino la brutalidad en los Gulag, basada en el lema: «Hoy mueres tú, mañana moriré yo». Las cárceles y los campos de prisioneros juegan un papel crucial en la configuración de la mentalidad postsoviética. Por ejemplo, uno de los géneros más apreciados de la música popular ha sido durante décadas la denominada chanson rusa, baladas sensibleras, cantadas por una voz gutural ronca, que lamentan la suerte de bandidos y ladrones. Es triste admitir que este género tiene sus raíces en la obra del cantautor Alexander Galich, que pretendió dar voz a las víctimas inocentes de las purgas de Stalin. ¿Cómo ocurrió esta mutación? Tal vez se pueda explicar con las palabras de Varlam Shalamov, el autor más relevante que escribió sobre los campos de trabajo estalinistas, siempre eclipsado por el mucho más plano y pomposo Solzhenitzyn. Shalamov, que nunca tuvo la repercusión merecida, ni en Rusia ni en el extranjero, decía que nada bueno podía salir de los campos y que todo lo que procedía de allí era intrínsecamente negativo.

El modelo social del Gulag se basaba en un sistema de castas que no censuraba la relación entre reclusos y guardias: de hecho, en la terminología oficial soviética, los delincuentes eran aliados en la lucha de clases, mientras que el oficial al mando era conocido en el argot criminal como «camarada». Así que el papel de los marginados estaba reservado a los opushchennye