Sandoval Ávila, Alejandro. La travesía de los elefantes – 1ª ed. – México: Ediciones SM, 2016

Formato digital – (El Barco de Vapor, Azul)
ISBN: 978-607-24-2441-8

1. Cuentos mexicanos - Literatura infantil 2. Aventuras – Literatura infantil 3. Elefantes – Literatura infantil 4. Viajes – Literatura infantil
Dewey M863 S26

Para Alejandra,
porque me dijo cómo escribir esta historia

Para Ana Sofía,
porque espero su entusiasmo para leerla

Para Julia,
por la esperanza que hay en ella

1

EL SEÑOR Presidente preparó su viaje al África con muchísimo cuidado. Desde semanas antes, puso a trabajar a las oficinas de su gobierno en los asuntos importantes que podría tratar con el rey Bucharaia, a quien iría a visitar, y que gobernaba el Reino de Nyasala.

El señor Presidente pensaba que era bueno para su país relacionarse con naciones de otras partes del mundo, así que este sería el primero de otros viajes que emprendería por los cinco continentes.

Con el rey Bucharaia trató asuntos que beneficiarían a los dos países y le entregó varios regalos: trabajos en maderas finas, las mejores telas y cerámica muy delicada. Al rey le gustaron mucho los presentes y para demostrar su agradecimiento y su amistad, obsequió veinte espléndidos elefantes, diez machos y diez hembras, con la intención de que en los zoológicos del país del señor Presidente hubiera muestras de la amistad del Reino de Nyasala, y para que las familias, en sus paseos de los domingos, pudieran conocer a esos animales fuera de los espectáculos de los circos.

Los elefantes eran enormes y jóvenes. El marfil de sus colmillos era blanquísimo y agitaban su trompa con vigor, en señal de buena salud.

El rey tenía amplias extensiones de jardín. Había una gran variedad de plantas y animales; estaban situadas a la orilla del mar y entre el perfume de las flores, el olor del océano y los ruidos de las olas, eran como una selva domesticada. Los elefantes habían sido escogidos de entre los mejores del rebaño que habitaba en esos dominios.

El rey Bucharaia dispuso que un barco fuera especialmente arreglado para trasladar los elefantes desde África. En él viajarían también varios cuidadores para enseñar en cada zoológico las atenciones que se deberían tener con los animales.

El barco era un enorme carguero que había recorrido muchos mares. Tenía un nombre que le había permitido salir airoso del mal tiempo en altamar. Se llamaba Tyawara, que en el idioma de Nyasala quiere decir “danzante”, y el buque, a pesar de ser tan grande, danzaba con las olas y el viento y así había sobrevivido a terribles tormentas.

El día que los elefantes subieron al barco fue un día de fiesta en el pequeño país de África. El asunto de los veinte elefantes que viajarían hasta otro país de otro continente era una novedad. El rey en persona asistió, ataviado con ropa de gala: turbante, camisa, pantalones y capa de lino muy blanco, y en el cuello y en las manos las joyas que simbolizaban su real poder. Los animales lucían telas de colores brillantes con bordados de oro que les cubrían la cabeza y casquetes de oro que remataban la punta de sus colmillos.

El capitán del Tyawara miraba orgulloso desde el puente de su buque cómo eran subidos los elefantes. Se llamaba Yahadí y, como todos los habitantes de Nyasala, tenía la piel oscura y era muy fuerte. Hablaba el idioma del lugar al que viajarían, además de otras lenguas del mundo. Sus ojos imponían respeto, y su sonrisa, confianza.

En el muelle había una multitud, toda vestida de manera llamativa, que entonaba diversas canciones en las cuales se mezclaban la alegría con alguna tristeza por la despedida.

En Nyasala eran importantes los obsequios. Cuando se regalaba alguna cosa, debía hacerse con ceremonia. Por eso ahora todos asistían vestidos con sus mejores ropas: el rey, en nombre del país entero, enviaba un importantísimo regalo a otra nación.